Ayer, Juan Carlos Rodríguez Rojo me dio la razón.

Después de varios comentarios en los que presenta objeciones a lo que yo decía, de pronto agarra va y me dice: «Javier, me parece que lo que planteas tiene mucho interés y que antes de dar por imposible la medición de la riqueza hay que darle más vueltas. En la medida está la madre del cordero, seguramente.»

Llevo quince años dándole vueltas a qué denominamos riqueza, a qué considero yo riqueza y qué debiéramos considerar riqueza, conceptualmente, para poder gestionar bien la economía, pienso en su origen, en su relación con el dinero, con el trabajo y con los recursos naturales. Qué significa ser rico. Ayer, gracias a uno de los comentarios de Juan Carlos, llegué a la idea de «consumir riqueza».

Y ahora, después de hacerme pensar, me da la razón y me abandona.

Sr. Freud. ¿Qué hago? ¿Cómo sigo avanzando?

Cuando dos personas debaten, discuten, se presentan objeciones y dudas, el respeto es explícito. Cuando lo que dice la otra persona no te interesa nada, no entras en el debate, buscas otro lugar en el que pensar. Discrepar, disentir es una muestra de respeto hacia el otro.

El debate es física pura, acción y reacción. Apalancamiento, como dicen los economistas horteras para referirse al endeudamiento.

Sin debate, las ideas no avanzan. El mayor regalo que me hacen ustedes es debatir conmigo y entre ustedes en este blog. Hoy, que es el día de mi cumpleaños, les doy las gracias por este regalo.

Ayer, Juan Carlos Rodríguez Rojo me dio la razón. Como a los tontos. Y no se lo perdono.