Los pasos de cebra son zona de conflicto, de intereses contrapuestos, de urbanidad. Son lugares donde uno puede ser bueno, incluso galante, atenerse al derecho o contravenirlo. Los pasos de cebra son el espacio de la civilización, donde toma forma, con intereses opuestos y fronteras difusas.

Hay peatones que llegan al paso de cebra y se tiran a él. Aparecen de pronto tras una esquina y, sin mirar, se tiran a él, como a una piscina. La ley les protege, aunque la física no. Los coches, incluso a 30 km/h, necesitan unos metros para frenar. Los peatones tienen el derecho, están en su derecho, pero no les asiste la razón. No tiene sentido detenerse preventivamente en un paso cebra, mirar a los lados para ver si hay peatones ocultos, que lleguen por las aceras, y luego arrancar.

Hay conductores que utilizan el hecho del derecho. Quizá del revés. No frenan, por mucho que la persona esté visible. Esgrimen la fuerza pura, la razón de la fuerza, el trazo grueso, la verborrea.

Entre esas dos actitudes está el mundo, las líneas rayadas, la superficie que habitamos.

En un paso de cebra no hay religiones, ni armas de destrucción masiva, ni razas. Sólo coches y peatones. Y no nos ponemos de acuerdo.

Vas en coche y te dan las gracias porque les dejas pasar. Es agradable aunque no haya motivo. O ni siquiera te miran porque tu obligación es dejarles pasar. A veces, incluso, te piden que pases tú primero.

Como conductor, uno querría que el paso de cebra estuviera mejor señalizado. Que uno pueda saber con antelación cuándo llega a la zona de conflicto. La información es imprescindible para un mundo civilizado. A veces, uno se da cuenta de que acaba de pasar por un paso de cebra.

Como peatón, también quisiera que estuviera mejor señalizado.

Ayer dos mujeres se pararon a hablar en medio del paso de cebra. Delante de mí. (No les hice foto. No por galante, no estuve atento) Se apartaron, después de avisarlas suavemente con la bocina de que estaba esperando. También me gusta. Ni se dieron cuenta de que estaban interrumpiendo el tráfico. Los locos despistados también tienen derecho a encontrar su sitio en este mundo.