El mayor despilfarro es no aprender.

¿Qué podemos hacer para aprender?

Nadie nos va a enseñar. No nos podemos fiar del conocimiento de otros. Tenemos que aprender mediante prueba y error. No hay recetas. Las recetas son el peor de los inventos.

Tenemos que aprender, desprendernos de prejuicios, cambiar de opinión cada día si es necesario, ser valientes y equivocarnos mucho.

No tengo ni idea de cómo se hace. Y si creyera que lo sé, espero que ustedes me sacaran del error.

Lo que sí sé es que tenemos que abolir la autoridad. Cargarnos todos los premios nóbel, los listillos varios (yo incluido) que pretenden enseñarnos el camino, receta en ristre. Tenemos que enfangarnos, leer sin creernos nada, buscando los conceptos. Riánse de mí y de ustedes.

No tengo ni idea. Pero no podemos desaprovechar esta oportunidad para aprender, para mirar las ideas boca abajo, para replantearnos todo. Seguramente no nos será útil a nadie de nosotros, pero sí lo será para quienes habiten este planeta dentro de 500 años.

Como siempre, no me hagan ni caso. No se hagan ni caso ni a ustedes mismos. Intenten buscar el revés de la trama y destruyan los dogmas. Ni siquiera la gravedad es fiable. No se crean nada y ténganlo todo en cuenta.

No lean ni una sola receta más. Ésta tampoco. Y mucho menos un libro de autoayuda. Y acuérdense de sus muertos cuando alguien les diga que sean políticamente correctos. La corrección y la educación es el principio de todos nuestros males. Rompan la mesa de un puñetazo. O la cara de alguien. Y analicen los restos para ver qué pueden aprender. Vivimos en tiempos miserables, pero la miseria no es consecuencia de la crisis. Es la causa.

Quien más se cree que sabe es el más peligroso.