La información me llegó cuando el robot apretaba las tuercas de mi suspensión trasera. El par exacto. Yo lo controlaba todo. En ese momento, supe que vendría a España. ¿España? No sabía casi nada de este país. Cuando me construían, a medida que iba tomando consciencia, supe que iba a nacer en Alemania, en Dresde, y que los componentes que me convierten en un coche eléctrico «de los mejores del mundo, si no el mejor» provienen de prácticamente todos los rincones del planeta. Seguir la traza de todos los elementos es prácticamente imposible, incluso para mí, que tengo un cerebro capaz de almacenar muchos datos y de realizar muchos cálculos. Pero lo que ocurre es que las trazas se pierden. Algunos componentes están formados por cientos de piezas de cuyos orígenes no tengo registro.

En fin, que cuando me enteré de que mi destino era España, me sorprendió. Lo primero que hice fue informarme de la red de puntos de carga en España y vi que no era rica. Me entristecí. Voy a viajar poco, pensé. Me utilizará una persona en alguna ciudad calurosa, para trayectos diarios al trabajo y vuelta a casa donde me alimentarán cada noche. No sabía si se darían las condiciones para que las personas que me condujeran tuvieran oportunidad de probar mi excelente sistema de suspensión, que el robot apretaba con tanta precisión cuando conocí mi destino. Tampoco sabía si alguien exigiría en algún momento la potencia de mi motor, o si apuraría las posibilidades de mi batería.

Hablé con mis compañeros de cadena. Todos estaban analizando sus países de destino. Todos estábamos preocupados por lo que nos íbamos a encontrar. ¿Quién nos conduciría? ¿Cómo nos tratarían? ¿Nos cuidarían bien? Estábamos todos nerviosos. Nerviosos y expectantes.

Cuando por fin me presentaron a mi dueño, Javier, me trató con dulzura desde el primer momento. «Hola, pequeño», me dijo nada más entrar, mientras  me acariciaba el salpicadero. «Vamos a ganar muchas carreras juntos, ya lo verás». ¿Vamos a ganar muchas carreras juntos? ¿De qué habla este hombre? ¿Carreras de qué, pensaba yo?

Unos días más tarde, Javier me presentó a Loren. El otro miembro del equipo. Con Loren estoy un poco celoso. Le he oído en varias ocasiones llamar «gordo» a su otro coche. «Hola gordo», le dice cuando lo ve, con una voz muy cariñosa. A mí no me quiere tanto. No es que me trate mal, pero está claro que no me quiere tanto. Sin embargo, yo creo que me hace incluso más fotos que a su «gordo». Y la verdad es que me encanta posar para él. Me presta atención, me mima mucho y siempre quiere que me coloque para salir favorecido. Ahora, en Portugal, me ha hecho unas fotos increíbles. En fin, que noto que su «gordo» es su ojito derecho pero las fotos que me hace a mí no se las hace a él. Su «gordo» es rojo y tiene las ruedas anchas. Creo que es más pintón que yo, pero que no se ponga chulo conmigo que, a pesar de mi aspecto, estoy seguro que le doy una paliza en cualquier carretera. Mis ruedecitas son finas y no hago ruido, pero… que no se confunda.

Porque sí. Sé que soy bueno. Javier me dijo que íbamos a ganar muchas carreras juntos. Loren también está convencido de que lo haremos. Lo decimos los tres, aunque a mí no me oigan. De momento hemos corrido dos carreras y en las dos hemos quedado segundos. Somos un buen equipo. El equipo #i3ECOteam de la Escuderíakm77.

Podemos mejorar. Lo sé bien. Sé que podemos hacerlo mejor. A veces se confunde Javier, a veces se confunde Loren. Me doy cuenta, pero no puedo avisarles. No puedo acelerar o frenar por mi cuenta, salvo por cuestiones de seguridad. Acelerar o frenar por mi cuenta, para ganar, sería hacer trampa. Y eso está muy feo. Pero cada vez lo hacemos mejor y estoy convencido de que pronto ganaremos.

En Portugal, en el Portugal ECO Rally que pertenece al «Electric and New Energy Champonship» de la FIA, hemos quedado segundos, pero empezamos la prueba los primeros y también terminamos marcando los mejores tiempos. Es un resultado prometedor.

Pronto os contaré en detalle lo que hemos vivido juntos en estas dos carreras y también en los viajes que hacemos. Ahora sé lo equivocado que estaba al poco tiempo de enterarme de que iba a venir a España. No hay ninguna rutina diaria. A veces estoy cinco días parado en el garaje y en ocasiones hacemos jornadas de 600 kilómetros. A Javier y a Loren no les importa que la red de cargadores de España sea insuficiente para viajar. Se organizan para lograrlo. Hemos regresado desde Portugal a Madrid en un solo día. Nunca pensé que fuera a hacer tantos kilómetros en una sola jornada. Y menos, que fuera a hacerlos oliendo a champán. Me gusta.