Hoy, en Madrid, ha sido la fiesta de la bicicleta. Yo, como muchos fines de semana, he dado unas pedaleadas por la casa de campo, que está llena de subidas y bajadas y me gusta mucho para ir en bici. No me he acercado a la fiesta de la bicicleta, que las aglomeraciones, los atascos y el corporativismo me desinflan las ruedas.

Todo mentira. En realidad no he ido porque no tengo una bicicleta como ésta:

La siesta de la bicicleta

Si llego a tenerla, me voy a presumir con ella. La vi en Francia, en un pueblecito cuyo nombre no me sé (lo buscaré y lo pondré en un comentario). Fue durante la presentación del Nissan Murano. Esta foto se la hice a través del espejo del Murano:

La siesta de la bicicleta

Mi duda era cómo se paraba este buen hombre cuando llegaba a los semáforos. De lejos lo vi con un pie apoyado en el suelo, pero me pareció que sin incorporar la espalda. Supongo que tampoco hace falta. A saber. En esta vista posterior se intuye en qué posición queda con una de las piernas en el suelo:

La siesta de la bicicleta

José María Quesada, periodista al que quiero y que conducía el Murano mientras yo intentaba hacer las fotos, me dio el titular. «Lo estoy, viendo» me dice: «La bici litera». No se lo he copiado porque hoy con la fiesta de la bici de Madrid he podido hacer el juego de palabras. Pero subyace su idea. Un tándem, con otro pedaleando por abajo, la convertiría en una litera de verdad.

Publico una última foto cortada, pero ilustrativa.

La siesta de la bicicleta

¿Alguien sabe para qué sirve un artefacto así? ¿Qué ventajas tiene?