Copio este titular de un «tweet» de Jesús Encinar, fundador de Idealista. Lo copio porque me gusta y me inspira, incluso sin saber si estoy de acuerdo con su significado. No sé si estoy de acuerdo porque lo invisible para unos es meridiano para otros. Uno habla con investigadores y se da cuenta de que reparan en muchos detalles más o menos evidentes en los que uno nunca se había fijado.

Sin embargo, este titular es especialmente apropiado referido a una noticia de semáforos. La cosa va de que los semáforos que utilizan LEDs, como emiten menos calor que las bombillas incandescentes, no funden la nieve que les cae encima y se hacen invisibles para los conductores. A consecuencia de ello, una medida aparentemente beneficiosa para la comunidad, que permite ahorro de energía, puede volverse en su contra.

Después de conocer este inconveniente, en algunas ciudades han tenido que contratar brigadas para limpiar los semáforos cuando se producen determinados tipos de nevadas.

Una decisión aparentemente beneficiosa para la comunidad, quizá no lo sea. Para analizarla entran en juego variables que no se tuvieron en cuenta inicialmente. Quizá un solo accidente deje de compensar ese ahorro. El coste de vidas, de transporte de heridos, de luces en un quirófano, de cama y luz en una habitación de hospital, de médicos y enfermeras, de las brigadas limpiadoras y de su transporte quizá sea mayor que el ahorro anual de electricidad conseguido por la utilización de LEDs.

Hay un principio que a mí me gusta tener en mente. «Las decisiones no se pueden basar en las excepciones». Un ejemplo que hace bueno este principio es el «just in time» que se aplica en la industria del automóvil. El «just in time», que permite reducir mucho los «stocks», supone un abaratamiento considerable de los procesos de producción cuando todo funciona bien. Sin embargo, deja en una posición muy débil a las empresas en caso de huelga de transporte, que se saldan con costes disparatados para los fabricantes de automóviles porque tienen que detener sus cadenas de producción cuando no les llegan suministros durante unas horas.

Una visión cortoplacista de los gestores, al ver esos costes disparatados en momentos concretos, podría resolverse en un aumento significativo de los «stocks», para evitar depender de los huelguistas y sus amenazas.

La mejor solución dependerá de cada caso concreto, de la situación de cada fábrica y de sus proveedores, de la conflictividad laboral en esa zona, de cuántas veces nieve en cada ciudad, del coste de mano de obra, de la capacidad instalada de hospitales… No hay soluciones generales para todas las empresas, ni siquiera para las diferentes factorías de cada empresa, ni para cada ciudad, ni para cada cruce.

Los buenos gestores tendrán que esforzarse por analizar los aspectos invisibles de cada unidad de negocio. Pero con un factor más en cuenta. La investigación tiene un coste elevado. Analizar e informar, elaborar cientos de informes y análisis para evaluar todas las excepciones tiene muchas probabilidades de resultar carísimo e ineficiente y afectar negativamente a la cuenta de resultados.

Gestionar bien es difícil y muchas veces el acierto sólo se consigue con intuición. De nada sirve tenerlo todo controlado si el coste de controlarlo supera a los beneficios que aporta. A la vez, la falta de control impide mejorar los procesos y vislumbrar nuevas posibilidades de negocio rentables.

El equilibrio es invisible.

La noticia de los semáforos puede leerse en el New York Times.