El gobierno español, con su Ministro de Industria el primero de todos, ha decidido apostar por el coche eléctrico de baterías recargables. Lo cierto es que los españoles no tenemos acceso a los estudios detallados que han motivado esta decisión. ¿Por qué el gobierno apuesta por los coches eléctricos de baterías y no por la pila de combustible? ¿Por qué se prevé destinar cerca de 1.000 millones de Euros del dinero de todos (entre ayudas directas y menor recaudación de impuestos) a fomentar el coche de baterías recargables y no a fomentar la investigación en medicina o a reducir las emisiones de los motores actuales de combustible fósil?

Supongo, por ser generoso, que esos estudios existirán, aunque los españoles no hayamos tenido acceso a ellos. La implantación del coche eléctrico de baterías presenta muchas incertidumbres. Una de ellas es la aceptación que tendrá entre los usuarios. ¿Satisfarán nuestras necesidades? ¿Será suficiente su capacidad de aceleración, su agilidad para moverse en el tráfico urbano? ¿Aceptaremos los usuarios la posibilidad de restringir la utilización del aire acondicionado y de la calefacción para que la carga de las baterías aguante durante más kilómetros? Otras incertidumbres son su consumo real, en condiciones normales de tráfico. Los ciclos de medición de consumo que conocemos se basan en condiciones muy ventajosas para este tipo de coches, pero ¿son reales? ¿Soportará la red eléctrica este incremento de consumo? ¿Qué inversiones en infraestructura se requieren para garantizar que no nos quedaremos sin electricidad en las casas si se alcanza la cifra de 250.000 coches eléctricos vendidos en 2014?

Las incertidumbres son muchas, cierto, pero la oportunidad también es grande. Como dijo Florentino Pérez, presidente de ACS, en el acto de presentación de La Estrategia Integral para el Impulso del Vehículo Eléctrico, “emprender entraña un riesgo” y es posible que España esté ante una gran oportunidad. Una oportunidad que no viene por el lado de la industria del automóvil, ni siquiera por la de componentes, que tan fuerte es en este país.

Pero sí existe la oportunidad de que investiguemos mejor que nadie el desarrollo de redes eléctricas inteligentes si somos los primeros que invertimos en ese negocio. Redes eléctricas que combinen la inestable generación de electricidad eólica con la estabilidad que proporciona una red de baterías integradas en la red. La gestión de esa red inteligente, que permita dar y tomar energía de esas baterías en función de los requerimientos de la red, puede resultar rentable a largo plazo, si podemos exportar ese conocimiento de gestión a otros países. Puede ser una oportunidad magnífica para la industria española.

Ese conocimiento no requiere del vehículo eléctrico. Quizá fuera rentable establecer esa red de baterías estáticas en la red y utilizarlas de forma más eficiente que en movimiento, porque pesan y acelerarlas y frenarlas supone un alto consumo energético. Pero todo eso son oportunidades que veremos (o no) con el tiempo.

Tengo la impresión de que la gran apuesta de Miguel Sebastián (Ministro de Industria) por el coche eléctrico de baterías se debe más a un chispazo de intuición que a un análisis riguroso y serio. Más a un chispazo de emprendedor que se juega su propio dinero que a una apuesta de bajo riesgo, bien medida y calculada, que debe realizarse con el dinero de todos. Hubiera sido preferible que esa apuesta figurara detallada en el programa electoral del PSOE, con riesgos y oportunidades. Las formas, en una sociedad democrática, son fundamentales y colarnos ahora de improviso esta apuesta no es presentable.

Sin embargo, las oportunidades surgen cuando surgen y las ideas se tienen cuando llegan. La planificación es imprescindible, pero también lo es el riesgo y luchar por las oportunidades. Por una vez, tenemos la oportunidad de ser un país pionero en la implantación de una tecnología, en saber como el que más de un sistema, en investigar y aprender, sin esperar que inventen otros. Debemos ser exigentes con nuestros gobiernos, obligarles a que hagan las cosas bien y con información previa a todos los ciudadanos. Pero tampoco podemos lastrar nuestra economía con un exceso de burocracia. El equilibrio es difícil. Y medir bien el riesgo a veces es imposible.

Yo soy escéptico y a la vez apoyo esta iniciativa del gobierno, principalmente por la valentía de arriesgar. La mayor equivocación es no equivocarse nunca.

(Texto escrito para ser publicado en el boletín de Induforum’10, sexta edición de la feria de empleo de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid)