Dos constataciones

– Los políticos construyen sus discursos con pretendido ingenio (o real, me da igual) basado en frases y eslóganes.

– Consideran que los ciudadanos somos estúpidos y que damos más valor a las frases ingeniosas que a la coherencia y el conocimiento.

Una reflexión

Los ciudadanos votamos cada año a unos políticos para que gestionen un programa electoral que nos presentan. Ese es el contrato de los políticos con los ciudadanos. Si cambian la condiciones (una crisis o una guerra) y la situación no está prevista en el contrato, tenemos que firmar un nuevo contrato o un apéndice al contrato.

Los ciudadanos no votamos un programa electoral para que el gobierno gestionara un 8% de déficit del PIB. Ni tampoco para que escudándose en la crisis cambie el modelo de financiación de RTVE. Ni para que elimine impuestos y ponga otros sin que en el contrato aparezca un mínimo indicio de que eso fuera a suceder.

Debatía sobre esto ayer con una amiga y ella me decía que sería demasiado caro convocar elecciones cada vez que algo cambia o un sistema de refrendo de decisiones no previstas en el contrato. Posiblemente sea cierto que sería muy caro y también es posible que con internet tengamos grandes posibilidades de reducir esos costes.

Con todo, a mi juicio, lo realmente caro es que los ciudadanos dejemos de ser responsables. Nosotros lo somos, con nuestro voto, respaldado por un programa electoral. Los políticos no son nada más que mandatarios (reciben nuestro mandato) para ejecutar un plan de acción que los ciudadanos aprobamos. La responsabilidad es nuestra, y cuando los políticos se apartan del acuerdo previsto, desestabilizan todo el sistema, hacen que los ciudadanos dejemos de sentirnos responsables y culpamos a los políticos de los desastres.

A los políticos les beneficia esta situación. Cuanta menos responsabilidad de los ciudadanos, más capacidad tienen para mangonear a sus anchas, convertir el mundo político en un oligopolio, olvidarse de los ciudadanos y hacer lo que les viene en gana. En España guardamos ligeramente las formas. En otros países ni siquiera eso.

Lo caro de verdad es hacer las cosas mal. Tenemos que encontrar soluciones para que los ciudadanos recuperemos poder de decisión y responsabilidad. Que los políticos nos ayudaran a conseguirlo es un sueño imposible. a ellos no les interesa nada. Somos los ciudadanos los que tenemos que encontrar las formas de conseguirlo.

Una opinión

A la empresa en la que trabajo (km77.com), le beneficia la reducción de impuestos para empresas de menos de 25 trabajadores que mantengan el empleo en 2009. Pero la medida es una aberración en términos de gestión económica. Las empresas deben ser gestionadas para conseguir la máxima eficiencia. Si es necesario despedir a personas para ser más competitivo, hay que poder hacerlo sin medidas que distorsionen el panorama. Es una aberración que una empresa mantenga un puesto de trabajo cuando es innecesario, porque el objetivo de una empresa no puede ser conseguir beneficios fiscales sino competir contra otras empresas en cualquier mercado. Errar el objetivo puede ser la equivocación más grave.

No me parece admisible que la empresa en la que yo trabajo tenga beneficios comparativos, por el hecho de tener buenos resultados económicos y la posibilidad de seguir creciendo. La empresa que por el motivo que sea se haya visto golpeada por la crisis y tenga que reestructurarse sufre un castigo comparativo injustificable, sin motivo alguno. Además de que está en dificultades, se le castiga.

Un cotilleo

En 1996 entrevisté a Rodrigo Rato a la puerta de una reunión con el Círculo de Empresarios. Le pregunté sobre la reforma laboral prevista por el gobierno del PP si ganaba las elecciones. Rato me contestó:»Los gobiernos no tienen nada que decir de los acuerdos a los que lleguen los empresarios y los trabajadores. En este asunto hay poco que legislar». Cuando ya estaba en el gobierno le recordé estas palabras y me dijo que yo mentía, que él nunca las había dicho. Las dijo y se emitieron por la radio en la que yo trabajaba.