Decidir no es un Derecho. Es un privilegio. Las minorías nunca tienen Derecho a decidir. Los pueblos en minoría tampoco tienen Derecho a decidir. El Derecho a decidir se consigue con la fuerza. Por eso las mayorías tienen capacidad de decidir, porque son las más fuertes. Tienen capacidad para crear Derechos y para eliminarlos. Por encima de su fuerza sólo está la fuerza de la naturaleza. Las leyes físicas.

Las mayorías deciden, con Derecho o sin él. Deciden porque son más fuertes que las minorías. Las decisiones legitimadas por la mayoría no están basadas en la fuerza de la razón. Están basadas en el argumento de la fuerza bruta. Si en lugar de basar las decisiones en la fuerza quisiéramos basarlas en la inteligencia, no decidirían las mayorías, sino los campeones de ajedrez, o los que tuvieran mejor expediente académico.

Si quisiéramos basarlas en la capacidad atlética en en el arte, decidirían los campeones olímpicos, los pintores, los músicos, los jugadores de badminton o a saber qué tipo de persona.

Con las decisiones mayoritarias, sustituimos la fuerza de las balas del ejército más numeroso por la fuerza de los votos del grupo más numeroso. Pero el concepto de decisión impuesta por la fuerza es exactamente el mismo.

Con la democracia, las civilizaciones hemos asumido que mejor no contradecir a la fuerza de la mayoría. Que la mayoría vence, aunque no convenza ni a los inteligentes, ni a los atléticos ni a los artistas. La mayoría vence y crea las leyes a su gusto. Su fuerza es anterior a la ley y por tanto tiene la capacidad de revocar cualquier ley.

Las mayorías lo son siempre en un territorio. Y los territorios se forman por suma de partes. La mayoría que vive en cada territorio decide sumarse al territorio vecino o decide no sumarse a él. Por la historia sabemos que cuando una mayoría de un territorio toma una decisión, la que sea, sólo es posible oponerse a ella mediante la fuerza. Para vencer a esa mayoría a largo plazo sólo conocemos dos soluciones. Invadir y hacer crecer la población extranjera o expulsar a la población autóctona. Existe una tercera posibilidad, que es la de convencer, pero no tiene nada que ver con vencer, sino con hacer cambiar la opinión de la mayoría.

El conjunto de los españoles no tenemos capacidad para negar a la población que vive en el territorio denominado Cataluña que forme las mayorías que quiera y que se haga fuerte en su territorio con la opción que sea.

Cuanto más les negamos desde fuera de su territorio las opciones para que muestren cuál es su fuerza, cuanto más le negamos su capacidad de decidir, más exacerbamos sus ganas de mostrar sus fuerzas hostiles. Cuanto más les tratamos como menores de edad, más entusiasmo generamos para demostrar la mayoría de edad.

Les negamos su capacidad mediante la demostración de fuerza de otra mayoría. Una fuerza ajena que se burla de ellos. ¿De verdad es esa una buena estrategia?

A mí me parece sonrojante el argumento de que los catalanes tienen que respetar la ley. ¿Qué ley? ¿La ley de la fuerza externa, impuesta por una mayoría externa al territorio que quiere tomar decisiones?

La historia no tiene ninguna autoridad frente a la autoridad de los votos, de las mayorías, de la fuerza. La historia sólo sirve como herramienta para convencer, para que cada propietario de un voto, de una bala, dirija su voto hacia un lado o hacia otro. Esgrimir la historia, la ley antigua formada con mayorías ajenas al territorio que quiere decidir, no es más que la imposición de una fuerza externa.

A mí me gustaría mucho que las personas que viven en Cataluña quisieran formar parte de España, siempre que no impongan sus condiciones. Eso significa que prefiero que sean independientes a que obtengan privilegios a cambio del chantaje. A muchos de ellos les debe pasar exactamente lo mismo y me parece muy razonable.

A la vez que me gustaría que los catalanes formaran parte de España, como soy muy perspicaz intuyo que si en el resto de España imponemos la fuerza mayoritaria de un territorio exterior al catalán, sus deseos de secesión no pararán de crecer y que cuando consigan una mayoría clara a favor de la independencia no habrá alternativa posible.

Algunos españoles quieren que los catalanes formen parte de España porque pretenden exigirles que sean solidarios. Pretenden exigirles que sean solidarios por mayoría externa. Es como cuando te rodean tres personas con navajas y una de ellas te exige que seas solidario.

La solidaridad obligada sólo te la pueden imponer de forma razonable (por mayoría)los ciudadanos con los que convives. Los que viven en tu comunidad y no te la exigen claramente para ellos. Los ciudadanos de otros territorios, los que son receptores de tu solidaridad, tienen argumentos menos convincentes.

Muchos catalanes no deben entender qué motivos les obligan a ellos a ser más solidarios con el resto de españoles que al resto de españoles con Marruecos o con Argelia. O a una mayoría de catalanes le compensa esa solidaridad o serán tan solidarios como somos los españoles con el resto de habitantes del mundo.

Otros españoles no tienen argumentos a favor de la pertenencia de Cataluña a España. Su único argumento es que España es indivisible. Es decir, no tienen más argumento que el de la fuerza externa, no el de la fuerza de la comunidad.

O convencemos, o Cataluña se separará de España antes o después. Es posible que no tengamos argumentos para convencer. Lo que es seguro es que no tenemos capacidad para vencer.