Por fin, en España, el machismo, el feminismo, la relación social entre mujeres y hombres, la relación particular entre hombres y mujeres, ha entrado en campaña electoral.  Era necesario desde hace mucho tiempo y será necesario durante mucho tiempo más.

Hace un mes asistí a unas jornadas denominadas «Tratamiento informativo de la violencia machista» en las que tuve la suerte de conocer y escuchar a la profesora Juana Gallego.

Juana Gallego dijo en estas jornadas que las víctimas de la violencia machista son las víctimas inherentes a toda revolución. Todas las revoluciones conllevan víctimas y la revolución silenciosa de las mujeres por equiparar su posición social a la de los hombres arrastra todos los días una riada de asesinatos para impedir que las mujeres salgan del caparazón que las oprime y que construimos entre todos, también entre las propias mujeres. (No es una cuestión de derechos, o no sólo de derechos. Es cuestión de actitudes, de confianza, de discriminaciones taimadas, invisibles, dolorosas, empobrecedoras, inasibles por el derecho).

Yo me siento feminista. Estoy convencido de que para todos los miembros de la sociedad es infinitamente más rico tener relaciones con personas que se sienten fuertes que con personas que se sienten débiles, tener relaciones con personas independientes (mentalmente, económicamente, físicamente) que con personas dependientes. Necesitamos todos mujeres libres, libres para utilizar su cuerpo como les plazca, libres para utilizar su tiempo como les plazca, libres para utilizar su mente como les plazca, su espacio, su creatividad, su desprecio y su consentimiento. No es no. Todo. Libres. Tan libres como me siento yo.

Las mujeres llevan una larga tradición de lucha por la igualdad. Sostengo que a los hombres nos perjudica también la desigualdad, la discriminación generada por ese machismo que llevamos dentro y que hemos mamado hombres y mujeres y sobre el que tenemos que estar vigilantes, porque nos perjudica a todos.

En este contexto de revolución silenciosa, con víctimas que podríamos considerar heroínas de esta revolución, como creo recordar que las llamó Juana Gallego, el partido político «Ciudadanos» presenta en su programa electoral la siguiente propuesta: «En cuanto a la ley contra la violencia de género, en Ciudadanos pensamos que debe ser modificada para acabar con la asimetría penal por cuestión de sexo y la ineficacia de la propia ley«.

Esta propuesta, mal presentada por Marta Rivera de la Cruz en el debate a nueve de TVE, ha generado un sinfín de críticas. Marta Rivera de la Cruz dijo, para justificar esta propuesta que  “Es tan grave que un hijo vea cómo su padre mata a su madre que el que vea cómo su madre mata a su padre”. La asimetría penal no está prevista para delitos graves, en los que las penas son idénticas para hombres y mujeres, sino para lo que se consideran delitos leves, (coacciones o amenazas). Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres, afirma que la anterior legislación «enfrentaba a las mujeres denunciantes a auténticos calvarios judiciales«.

Ante la avalancha de reacciones contrarias a la propuesta de «Ciudadanos», Albert Rivera, el candidato a presidente del gobierno de su partido, afirmó: «No se entendió bien nuestro contenido, nosotros lo que proponemos es que no solo sea un agravante penal cuando un hombre maltrata a una mujer, sino que tiene que existir siempre cuando hay violencia entre una pareja, ya sea en casos homosexuales o de mujer a hombre«.

La explicación de Albert Rivera tampoco es afortunada. Primero porque dice que no se entendió bien. ¿Cómo sabe él que no se entendió bien? (Esa suficiencia…) Para beneficio de todos, necesitamos defender las ideas con argumentos y no con excusas sobre la capacidad de entendimiento de unos o de explicación de los otros. No da argumentos. Pero además insiste en «violencia» sin precisar que la ley «asimétrica» actual sólo se refiere a delitos leves.

Yo no tengo claro si estoy a favor o en contra de la propuesta de Ciudadanos. Cuando uno lee el programa electoral de «Ciudadanos», constata (a partir de la página 196) su compromiso firme por conseguir la igualdad social entre mujeres y hombres. Todavía no he leído todos los programas, pero no creo que haya un programa más comprometido que el suyo por la igualdad de Derechos y por la igualdad social entre mujeres, hombres y cualquier tipo de opción sexual.

Me gustaría que explicaran por qué creen que la ley que proponen ellos va a ser más eficaz que la actual para impedir la violencia machista y también cómo miden la ineficacia de la ley actual. ¿Ineficacia para qué?

Dicho esto, la propuesta de Ciudadanos no me parece machista. Su propuesta promueve una igualdad absoluta que es deseable. La cuestión, entiendo yo, radica en si es necesaria y útil para la mayoría una asimetría transitoria, lo que yo denomino una suerte de discriminación positiva.

A mí la discriminación positiva me repatea. Me parece que las mujeres no necesitan ningún tipo de ayudas, no necesitan que las tratemos como seres débiles, porque no lo son. La discriminación positiva es discriminación. Y, sin embargo, tengo dudas de si una discriminación positiva transitoria puede ayudar a que nos acostumbremos como sociedad a la presencia de las mujeres en puestos directivos, en la toma de decisiones, porque las mujeres no son débiles intrínsecamente, pero lo son por el tratamiento recibido socialmente desde hace siglos y siglos.

Soy incapaz de entender qué ventajas tiene para las mujeres una «asimetría penal» una «tutela judicial» expresa. No estoy seguro de que nos beneficie a nadie. Endurecer la penas para quienes cometan estas faltas leves me parece muy sensato, especialmente si con ese endurecimiento se facilitan los trámites judiciales de las víctimas.

Sin embargo, también entiendo que se considere a las mujeres «en general» como un ser «menos fuerte que el hombre» en el interior de sus casas y que «en general» las coacciones y amenazas interpuestas por una mujer son más justificables que las que interponga un hombre. ¿Cuántas de esas acciones no serán reacción a otras imposiciones? Imposible de saber por mí.

Un debate sosegado sobre este asunto sería beneficioso para que esta «revolución silenciosa» nos beneficiara a todos antes que después. A mí me parece que es una de las revoluciones pendientes más acuciantes para el ser humano.

Mientras avanzamos en ella, pido a los hombres que nos fijemos en lo que decimos, en los estereotipos que mantenemos, en los prejuicios que soportamos. La frase con la que titulo este artículo es una de ellas. La oí ayer a un locutor de radio en antena. Parece inofensiva. Incluso parece todo lo contrario. Parece que «empodera» a las mujeres (Me gusta tan poco lo de «empoderar». Mi relación con el poder siempre es mala).

Hay pocas frases más machistas y rancias que decir eso de «en casa quien manda es mi mujer». O cualquiera de las miles de variantes. Esa frase no dice nada bueno de quien la pronuncia. Si lo piensas de verdad, pregúntate por qué ocurre y si quieres que sea así o no. Si sólo lo dices por hacerte el gracioso, ahórranoslo. No es un imperativo. Es una necesidad.