Acabamos de votar y el panorama se complica. Los líderes de los partidos se echan los trastos a la cabeza. Los ciudadanos echamos la culpa a los líderes de los partidos y renegamos de ellos. Los comentaristas de televisión, de uno y otro bando, ponen a caldo a unos y a otros.

¿Por qué? ¿Por qué no asumimos que nuestros vecinos, que nuestros hermanos, que nuestros amigos piensan diferente y que los gobernantes tienen que gobernar para todos?

Analizamos el resultado de las elecciones como el producto de una guerra. Vencedores y vencidos. Y no es así. Lo que hacemos los electores es dibujar el panorama de nuestras preferencias. Ninguna mayoría debiera dar títulos de vencedores y de vencidos.

Convivimos personas de izquierdas, de derechas, independentistas, centralistas, gentes con mayor conocimiento con otras de menor conocimiento, también dentro de cada familia, y entre todas dibujamos un mapa de preferencias.

El PSOE, que es el partido más votado, tendría que realizar una política situada en el centro geométrico del mapa dibujado. Encontrar ese punto no es fácil, pero si de verdad gobierna para todos los españoles lo lógico es que realice una política ligeramente de izquierdas (su supiéramos bien lo que eso significa), pero cerca del centro porque el peso del voto a la derecha es elevado.

El día que gane la derecha, tendría que hacer lo mismo. Por mucha mayoría que tenga. Hacer una política teniendo en cuenta a la otra mitad del electorado.

A mi juicio, el error de Pablo Iglesias fue pretender desplazar mucho hacia la izuierda la política del PSOE. Lo creía legítimo porque sus votos eran imprescindibles para formar gobierno.

No, señor Iglesias. La mayoría absoluta, en este país, se forma siempre con la suma de los votos del PSOE y del PP. Las corrientes ideológicas situadas en los extremos debieran aspirar a desplazar ligeramente el fiel de la balanza hacia sus planteamientos, pero con mucho cuidado. Un 15% del total de los votos no es significativo, especialmente si se compensa con otro 15% equivalente en el extremo opuesto del espectro.

Seamos cuidadosos. Nos necesitamos todos. Votantes de cualquier signo y de cualquier partido. Sin cualquiera de las dos mitades, este país se va al garete. Podemos tener más simpatías o afinidad por unas ideas y por unos ciudadanos que por otros, pero nos necesitamos todos, votemos lo que votemos.

No son nuestros enemigos, son nuestros vecinos. Y entre todos pagamos las pensiones.

Busquemos gobiernos para todos. Los resultados de las elecciones siempre son perfectos. Son el mapa exacto de la suma de deseos individuales. Una política que sea la resultante de todos los vectores es la que dejará a una mayor número de ciudadanos medianamente satisfechos.

No podemos seguir jugando a la guerra. A ganar y a perder. Adorando a nuestro líder y destrozando al de cualquier otra ideología o partido. Seamos civilizados. Trabajemos entre todos por entendernos y por hacer políticas para todos, no contra la otra mitad.

Todos somos imprescindibles. Con mayor o menor talento. Con menor o mayor capacidad de trabajo. Con mayor o menor sentido de la solidaridad, de la independencia, del egoísmo.

Los únicos que sobran son los corruptos. Y hay muchas clases de corruptos. Pero, por ideología, no podemos sobrar ninguno. Nos necesitamos a todos.