El señor Rodríguez Zapatero va agarra y le dice al señor Rajoy: «No lo haga por mí, hágalo por España. Diga que este país es solvente».

Esta frasecilla ridícula define perfectamente al señor Rodríguez Zapatero. Cree que basta con decir las cosas, con creérselas, para que la realidad cambie.

Rodríguez Zapatero cree que es importante que el señor Rajoy diga que España es solvente. Cree que es importante que lo diga él mismo. Cree que es importante que diga que se acaba la crisis, cree que es importante que diga que no va recortar prestaciones sociales, que España es solvente, que vamos a tener una renta per cápita superior a la italiana, que el paro no va a pasar del 20%. Zapatero cree que lo importante es hablar, decir.

Quizá tenga algún motivo para pensar que a los ciudadanos se nos engaña con eslóganes.

Pero que Zapatero piense que es importante que Rajoy diga que España es solvente es ridículo. Los analistas de economía de las empresas, de los mercados de capitales y de los organismos internacionales saben analizar mucho mejor que Zapatero y que Rajoy si España es solvente o no. No sirve de nada lo que digan ellos. Lo único que importa es la realidad, no los deseos, ni los eslóganes.

Que España sea o no solvente, además, importa un pimiento. Lo que tenían que haber hecho nuestros gobernantes hace más de diez años es tomar las medidas necesarias, no para pagar la deuda, sino para que nuestra economía sea competitiva en un entorno mundial muy difícil. No es una cuestión de táctica, sino de estrategia. La táctica es muy fácil en economía. Para eso no necesitamos ministros ni gasto. Lo complicado es la estrategia.

(En este mismo blog mi amigo David Gómez proponía la medida de bajar el sueldo de los funcionarios un 5% hace varios meses. Esos movimientos tácticos están cantados.)

Las dos tardes que Jordi Sevilla empeñó en enseñarle economía a Zapatero no sirven de nada. El presidente del gobierno sigue diciendo estupideces como que no es él quien ha cambiado sino la economía internacional. Como si a los españoles nos pudiera importar algo si él ha cambiado o si no, si él moralmente se sigue considerando buena o mala persona, por hacer no lo que quiere hacer sino lo que le obligan a hacer «los mercados».

Zapatero cree, sigue creyendo, que la magia existe. Que los ciudadanos de «España» podemos vivir como queremos vivir, como nos «merecemos» (supongo que por ser españoles) independientemente de cuál sea la realidad.

En esa burbuja vive el presidente del gobierno español y todos los soñadores que creen en la «justicia social» como si deviniera del «derecho natural» y que bastara luchar por ella, o creer en ella, para conseguirla, independientemente de cuál sea la realidad de los mecanismos de generación de riqueza.

No señores, no. Esto no se soluciona quitándole el dinero a los ricos para dárselo a los pobres. El problema de España es estructural, no de reparto de la riqueza. (Eso no impide que yo pueda defender aumentar la imposición para las rentas más altas en un momento concreto, si bien esa es una medida paticorta, inane).

El problema de España es de estructura productiva, de capacitación, de un mercado laboral ineficiente, de una justicia ineficiente, de una educación ineficiente, de carencia letal de investigación y desarrollo, de falta de competencia en muchos sectores, también ineficientes, de un Estado sobredimensionado, dividido e ineficiente, y de una moneda única que le puede hacer mucho daño a un país periférico que se mueve a ritmo y velocidad diferentes a la de sus vecinos.

Las medidas que anunció Zapatero el pasado miércoles eran imprescindibles hace más de un año. Lo siguen siendo. Pero son parches. Lo que hay que cambiar es la estructura productiva y eso no se consigue mediante cuatro leyes.

No importa lo que diga Rajoy, señor Zapatero. Lo que importa es lo que haga cualquiera de ustedes.

Lo que yo les pediría, para empezar, es que concretaran con detalle en sus programas electorales qué medidas van a tomar en el futuro. Que no quieran regalarnos más los oídos, que no quieran adularnos, que no nos mientan más, en definitiva. Estamos hartos de palabras bonitas.

Lo que me temo no es que no lo quieran decir. Lo que me temo es que no tienen ni idea. Que de tanto pensar en qué cosas bonitas decir, se han olvidado de que es imprescindible pensar, de que es imprescindible tener un modelo en la cabeza, válido y coherente para todas las situaciones. Lo que me temo no es tanto que sean unos interesados para capatar votos, sino que su ignorancia es infinita.

Necesitamos un modelo que nos pueda gustar o no, pero que sea coherente, que no cambie en función de dónde sople el viento, porque en ese caso ni es modelo ni es nada.