Una de las primeras medidas instauradas por la Administración de Barack Obama ha sido limitar los ingresos que pueden percibir los ejecutivos de las empresas apoyadas financieramente por el Estado. El límite impuesto es de 500.000 dólares estadounidenses anuales (alrededor de 400.000 euros, al cambio actual)

La respuesta de los ejecutivos ha sido inmediata: “Si limitamos los sueldos, el talento se irá a las empresas de la competencia” es su argumento principal.

Me interesa la cuestión. No voy a favor de nadie. Quiero saber qué es lo mejor para el bienestar general de los trabajadores de una empresa y también para los accionistas.

Ideas sueltas que tengo sobre la cuestión. Las plasmo en general, sin pensar en el caso concreto propuesto por la Administración Obama, que sólo afecta a las empresas subsidiadas por el Estado.

A favor del límite:

– Las finanzas, en puridad, no generan riqueza para la comunidad. (Los denominados bancos de inversión, me refiero). Mover dinero de aquí para allá no genera riqueza. Son movimientos de suma cero. Crean ricos y pobres. Nada más. La única forma de que el dinero genere riqueza es mediante inversiones concretas en sistemas productivos.

– Las altas remuneraciones de algunos directivos se traducen en decisiones de alto riesgo para conseguir objetivos que justifiquen sus altas remuneraciones. Este punto de partida lleva fácilmente a espirales alcistas (burbujas) que revientan de forma dolorosa con muchos damnificados.

– En teoría, un mercado eficiente, (con competencia abundante y transparente) puede ser la mejor herramienta para fijar precios y salarios. Sin embargo, los mercados no son transparentes y mucho menos el mercado de los salarios. Por lo tanto no se trata de un libre mercado y por tanto no es eficiente.

En contra del límite:

– Los accionistas de una empresa (¿Y los trabajadores?) deben tener libertad para definir el sueldo de los responsables que les parezca más conveniente. ¿Quién más que ellos debe poder decidir si son ellos quienes asumen los riesgos? (Esta afirmación no tiene valor para el caso concreto de la decisión de Obama, porque el Estado sí asume riesgos en las compañías)

– Estoy de acuerdo con que el talento es beneficioso, aunque me parece más beneficioso el trabajo que el talento. Es bueno que las empresas tengan herramientas para fichar al mejor talento. (En general, quien tiene que salir a defender su talento, carece de él. El talento se defiende solo. Donde hay talento de verdad no suele tener que acudir el Estado a ayudar)