Llego a mi asiento, 14 B en el vagón siete. En el 14 C, al otro lado del pasillo, está sentado Constantino Bértolo.

Ha sido el mejor profesor que he tenido. Profesor de literatura. Se lo he dicho 20 años después, a 300 kilómetros por hora. Fueron tres años mágicos. Un disparate continuo.

Cuando acabaron no supe cómo volver a empezar. Cómo convertir el ciclo en bucle, en movimiento continuo. Aprender es el placer. (No aprendí nada. Lo intuí.)