Diario esporádico de un paciente del Servicio Madrileño de Salud.

Empiezo a escribir este texto el miércoles 24 de julio a las 07:45 horas de la mañana. Coincide de casualidad que el día que escribo mi ingreso en el hospital es precisamente el día en que me dan el alta. Ya estoy casi bien. Me toca terminar la recuperación en casa, atento a los síntomas y con el hospital cerca para acudir ante cualquier recaída, que espero que no se produzca. Publico el texto después de llegar a casa y de disfrutar de una larga siesta en mi cama.

(Viene de aquí)

Finalmente, el lunes 15 de julio al mediodía me llaman para darme cita con la consulta de medicina interna en el hospital Ramón y Cajal. Me citan el jueves 18 a las 10:30 horas. Dentro de tres días. Tengo que ir por la mañana a las 8:30 para que me hagan nuevos análisis de sangre y que la doctora pueda ver los resultados y la evolución.

El mismo lunes 15 por la mañana había escrito: “Sin dolores. Piernas y vientre de corcho permanecen. No coordino al caminar. No puedo bajar las escaleras sin agarrarme. Muy raro.

El martes 16 escribo: “Las piernas siguen tontas. El acorchamiento sigue igual en las piernas y ha disminuido algo en el abdomen.

El miércoles 17: “Hoy he dormido muy bien. Por fin con muy poco dolor. Dormir bien ayuda mucho. El único problema ahora es caminar. Por terreno liso no tengo problemas, pero en terrenos irregulares lo paso mal. Las aceras de las calles son muy poco lisas en mi barrio. Uno no se da cuenta normalmente. Pero donde sufro, sobre todo, es en las escaleras.

La noche del miércoles al jueves vuelvo a dormir mal y con dolores. Me sorprende porque llevaba varios días mejor, pero como ha sido un proceso cíclico, con fases de dolor agudas y largos periodos de tranquilidad, tampoco me causa gran extrañeza.

Cuando amanezco me doy cuenta de que tengo hormigueo intenso en algunos dedos del pie derecho. Un síntoma nuevo.

A las 8:30 me hacen de nuevo análisis de sangre. A las 10:30 mi médico ya tiene los resultados. La médico me pregunta. Y noto que me escucha cuando respondo. Parece una tontería, porque es posible que me hayan escuchado siempre todas las médicos con las que he hablado, pero mi sensación siempre era que no daban ninguna importancia a los acorchamientos, a los dolores y a la falta de coordinación de las piernas.

Esta doctora, sin embargo, hacía hincapié en sus preguntas en los síntomas de las piernas. Cuándo habían comenzado, cómo habían evolucionado, me pedía que describiera el acorchamiento, me exploró las piernas. Por fin me parecía que le daba menos importancia a la fiebre y al virus y más importancia a mis problemas de movilidad que era lo que a mí me preocupaba más.

— Lo explicas muy bien — me dice. Casi me levanto y le doy un beso. Llevaba explicando mis dolores en las piernas, el acorchamiento y mis dificultades para caminar y coordinar a cada uno de los médicos que se me había puesto por delante. Pero su única preocupación era mirar los resultados de los análisis de sangre y la evolución de antígenos y de anticuerpos.

Yo entiendo que los datos objetivos que dan los análisis están muy bien, pero, pero.

Muchos médicos me han dicho que cuente lo que me pasa, muchos me han dicho que son unos pesados y que me van a hacer repetirme. Pero mi sensación es que escuchan lo que quieren oír. Lo que les ayuda en su idea prefijada.

Es posible que esta última médico se formara otra idea prefijada al verme andar al entrar en la consulta. A diferencia de la primera médico que me vio el primer día en urgencias que me preguntó más o menos “¿Qué hace un hombre como tú en un sitio como este?”, la médico que me estaba atendiendo ahora quizá se fijó en cómo caminaba cuando entré en la consulta y se preguntó por qué caminaba así. Y por eso escuchó lo que yo decía. No digo que esta médico escuche siempre. No lo sé. Pero con ella es la primera vez que me sentía escuchado por encima del resultado de los análisis.

Sus conclusiones:

— Posible síndrome Guillain-Barré asociado a infección por CMV.

Sus indicaciones:

— Ingreso en medicina interna para observación, pruebas, diagnóstico definitivo y posible tratamiento.

No son sus palabras textuales. Es lo que yo entendí de lo que me dijo.

— Muchas gracias, doctora. Tengo una hermana internista que vive lejos y que estaba preocupada con los síntomas que le contaba. Yo también estoy preocupado. Para mí el deporte es importante y esa sensación de no poder volver a esquiar o no poder correr o no poder conducir en una carrera de coches me angustia. Me siento joven todavía para tener la sensación de tener que caminar con bastón. Yo esquío como si no hubiera mañana.

— Sí. Dile a tu hermana que no se preocupe. Que hay muchos niveles de Guillain-Barré. Que estás bien. Pero es imprescindible que te ingresemos, que realicemos pruebas y que tengamos un diagnóstico fiable.

El mismo jueves 18 de julio, por la tarde, estaba ingresado en el hospital. Movilización familiar para cuidarme y varios días de retiro espiritual de lecturas y más lectura en perspectiva. Vacaciones pagadas en pijama y con pulsera.

(Sigue aquí)