Aún recuerdo el primer coche que mi padre me trajo de uno de tantos viajes que hacía a París cuando era la cuna de la moda en Europa. No porque no estuviera en casa y le echara de menos, no, sino porque me trajo lo que me causó una de las mayores sorpresas que he tenido. Mi primer Ferrari. Sí, un Testarossa de Burago realmente alucinante que me causó más alegría tenerlo que todos los coches de verdad que me he comprado de adulto. Es lo que tiene la niñez, que todo es realmente alucinante.

Ese Ferrari —después de la temporada esa que me dio por probar la seguridad de los coches, algo que sobre los 90 estaba súper de moda— desapareció de mi colección y no sé dónde acabó.

A parte de ese, también tuve otros tantos cochecitos que mi padre me traía y otros que me compraban o me regalaban, todos eran escala 1/18. La mayoría han quedado destrozados, regalados o perdidos. Actualmente sólo dispongo de unos cuatro o cinco que estén en buen estado o casi, al resto que me quedan les faltan ruedas, ventanas, capós, luces, etc, pero para mi hijo de cinco años son perfectamente servibles. Y es que, a él, que estén rotos no le preocupa.

Por mis manos pasaron el Ferrari Testarossa, el GTO de 1962, el del 84 también, dos Lamborghini, el Diablo y el Countach, un BMW 850, un Nazca, un Audi AVUS, un Mercedes SSK, un Alfa Romeo ambos de los años 30 y un Porsche 356. Otros más actuales, como un Mercedes SLK, un CLK GTR, un Clase S, el Bugatti EB110, el Ferrari F50, un Mclaren de Fórmula 1 y un Mclaren F1, un Volkswagen Golf, cómo odiaba ese (me lo regalaron), un BMW 325 Cabrio de los 90, otro Porsche de los 90, el 911 y también varios americanos, un Ford Mustang MACH 3 (este era un prototipo) o un Corvette de los 60. 

Creo que llegué a acumular unos cuarenta coches de escala 1/18. Era un flipadete de los coches, me compraba todas las revistas habidas y por haber, pero llegó un momento, cuando empecé a pensar qué hacer con mi vida, que eso se diluyó y mi atención se centró en el mundo de las cámaras, la fotografía y la televisión. En ese momento fue cuando empecé a regalar a mis sobrinos, mis coches; otros los abandoné. Hasta que un día me dijo mi mujer (cuando ya llevaba regalados el 75 % de todos) —Pero no regales más, ¿y si alguna vez tienes tú un hijo? — toma, dio en el clavo, o di en el clavo… y me hizo recapacitar, aunque ya fue tarde. Tan sólo me quedé con diez coches, de los cuales, de sólo cinco se puede decir que estén en condiciones. Y de eso va esta entrada, de lo que me ha dado por hacer en este confinamiento con algunos de esos modelos.

He querido plasmar la ilusión que tenía de niño componiendo un Honda NSX, un CLK GTR, un Ferrari Gto y un Porsche 911 como si realmente estuvieran aparcados en mi casa, algo que a cualquier aficionado al mundo del automóvil le hubiera gustado que ocurriera alguna vez con modelos reales.

El primero que he elegido para esto, ha sido el Honda NSX, ¡ohhh, quién no conoce al Ferrari japonés! Así lo llamaban. Carrocería de aluminio, un diseño futurista, espectacular y una dinámica increíble, ya os lo digo yo que lo he tenido aparcado en el salón de mi casa, con mi hijo no dando crédito ante esta obra de arte.

El siguiente que os voy a mostrar es el CLK GTR, un coche de competición que me ha sido muy complicado meter en casa debido a su escasa altura, menos mal que tengo césped, sino me cargo los bajos y me han dicho que baratos no son precisamente.

Después de tenerlo unos días lo saqué y decidí meter en el jardín al Ferrari GTO del 62, nada, para moverlo un poco ya que si no las ruedas se quedan cuadradas y se consume la batería. Y para encontrar una batería y unas ruedas de este modelo ya os digo yo que es, caro y muy complicado, y más en confinamiento.

Por último, os muestro mi última adquisición, es un coche icónico, no es el más caro de los que tengo, pero es un mito viviente, el Porsche 911. En este caso un Carrera del 93. Y qué mejor que aparcarlo al lado de otro icono del mundo del automóvil y del único que probablemente, si su fiabilidad me lo permite, me quede por siempre, el Avantime.

Ahora os contaré cómo he conseguido aparcar estos coches en mi casa.

Pensando como rememorar mis tiempos de superaficionado a los coches, se me ocurrió esta idea. Lo primero que pensé fue integrarlos en un escenario con una foto de un paisaje o algo así, pero me dije; ¿y por qué no lo hago como si estuvieran en mi casa? Así fue, puse el Honda encima del pasamanos en un ángulo parecido al del suelo y el entorno y le dije a Dani que se pusiera unos tres metros atrás y mirara al sofá ¡e voila! foto realizada. Luego sólo tuve que quitar la barandilla poniendo el suelo del salón, el cual conseguí realizando una foto sin nada, pero lo más parecida en ángulo. El resultado ya lo habéis visto.

El GTO del 62, pues algo parecido. Lo puse en la barandilla del porche, ¡porque sí, tengo un Porche que no es una maqueta…!, corregí el ángulo del cuadro moviéndome con la cámara para que fuera lo más parecido al fondo y luego hice otra foto para sacar el césped, pero sin coche, en una toma parecida.

Con el CLK GTR, utilicé la misma técnica que con los anteriores, la única diferencia fue que en la composición puse la capa de la pared y del bordillo por encima del coche para darle más profundidad y más realismo al coche. Este lo subí a un carrito de Dani y luego, como ya os imaginareis, lo borré.

El Porsche 911 lo puse en una mesa rota y como en los otros, utilicé la misma técnica, mirar el ángulo para que quedara paralelo al Avantime y a la misma altura que éste y hacer otra foto solamente con el Renault para poder borrar la mesa en la edición.

Bueno espero que os hayáis divertido o por lo menos os haya hecho pasar el rato. Si tenéis más preguntas sobre cómo he realizado las fotos no dudéis en hacerlas en los comentarios y os responderé encantado en cuanto pueda. Os animo a enviar vuestras fotografías a «redaccion ARROBA km77.com» si queréis que las publiquemos en este blog.

* Fernando Férnandez es el realizador de vídeo de km77.com