Era una carretera recién restaurada. Los trabajos de mantenimiento habían dado su fruto. El asfalto era fino y adherente y las marcas viales delimitaban perfectamente cada carril, aunque no había sitio para dibujar arcenes. También habían puesto biondas en las curvas más peligrosas, donde había barrancos.

Esa carretera tenía un trazado tan bonito que en cada curva había una foto digna de postal. Además, el tráfico diario de lunes a viernes era muy reducido. Uno podía estar varias horas pululando por allí y apenas vería pasar unos pocos vehículos. Por ello, no es de extrañar que algún fabricante de coches eligiera esa localización para hacer las fotos y vídeos de sus nuevos productos que, meses más tarde, acompañarían a los dosieres de prensa.

Un día, nuestro protagonista estaba probando un Škoda Fabia Diesel de tres cilindros. Disfrutaba de cada curva y del nuevo asfalto. Tras un giro sin visibilidad adivinó a lo lejos un camión blanco. A medida que se acercó más, ya a velocidad reducida, distinguió un coche azul del cual reconocía la marca, pero no el modelo. También vio un montón de personas, algunas de cuales portaban focos de iluminación y, otras, cámaras de fotos y vídeo.

Corrían las primeras semanas de la primavera de 2007 y aún se sabía poco del MINI Clubman, cuya mayor peculiaridad era que tenía dos puertas en el lateral derecho, una en el izquierdo y dos portezuelas posteriores para acceder al maletero. Nuestro protagonista lo tenía ante sus propios ojos. Bajó el ritmo y pasó al lado de ese tumulto como si no le importase nada de lo que ahí estaba ocurriendo. Se alejó unos cuantos cientos de metros hasta un lugar seguro, detuvo el vehículo e hizo una llamada telefónica a un compañero de trabajo que, cosas de la vida, estaba por la zona.

La mayor peculiaridad de este coche eran su número de puertas y distribución


—Están fotografiando el nuevo MINI Clubman en ya sabes dónde—.
—Vale, voy para allá— respondió el compañero de trabajo que portaba consigo una buena cámara réflex.

Una vez que se reunieron, montaron en el Škoda Fabia y se dirigieron al estudio fotográfico que MINI había improvisado en ese paraje tan bonito. Uno conducía y el otro estaba ajustando la cámara en el modo «ráfaga» y «autofocus». Acordaron que al pasar junto al MINI (y ya sólo quedaban unos 100 metros) lo harían lentamente y con suavidad. Cuando ya se podía distinguir la chapa identificativa «Cooper S» en la portezuela trasera derecha del MINI Clubman, el fotógrafo sacó todo el cuerpo por la ventanilla con una agilidad inusitada, puso su ojo derecho en el visor y mantuvo pulsado el botón de disparo de su Canon.

«Tuca, tuca, tuca, tuca, …». [Onomatopeya de Nacho Oller]

Hizo, aproximadamente, unas 20 fotos. Muy mala suerte habría de tener para que ese MINI Clubman Cooper S no saliera bien nítido y encuadrado.

A todo esto siguió una persecución en toda regla. Bien es sabido lo poco que les gusta a las marcas que les roben fotos de los coches que aún no se venden. Desde el retrovisor del Škoda, se pudo ver a un tipo que montó rápidamente en un Audi A3 de color oscuro —quizá un 2.0 TDI de 140 CV—. Empezó la carrera montaña abajo, pero el conductor del Audi no contaba con que el del Škoda Diesel de tres cilindros se conocía la carretera como si hubiera nacido en ella y, además, tampoco se le daba del todo mal conducir en esa época.

Ese Škoda tenía un eje delantero con una incómoda tendencia a no hacer caso al volante, pero el conductor se las ingenió para alcanzar una gran velocidad en las curvas aprovechando al milímetro todo la anchura del carril. Tres curvas más allá, vio tan clara su superioridad que incluso permitía que el Audi se le acercara alguna vez. Quería jugar con él. En una ocasión, incluso le llegó a mostrar el dedo corazón por la ventanilla para confirmar a su perseguidor que no tenía nada que hacer. Tan pronto como quería, el Škoda ponía asfalto de por medio.

Esta unidad en concreto del Fabia era la que se dio a la fuga

Así transcurrieron unos pocos kilómetros por esa carretera preciosa y desierta. Después de una curva, apareció en la cuneta y, por sorpresa, una pareja de la Guardia Civil que dio el alto al Škoda y, un poco después, al Audi. Todos se bajaron del coche para dar las explicaciones oportunas.

El conductor del Audi era un alemán grandote con cara de pocos amigos. Dentro de la seriedad de la circunstancia, era cómico ver su cara enrojecida de enojo y de frustración por no poder aplastar la cabeza a los ladrones de fotos (algo que sin duda hubiera hecho de no encontrarse ahí la autoridad) que le habían toreado bajando por esa carretera de montaña. Uno de los guardias se apresuró a pedir explicaciones en tono muy serio. Los del Škoda le dijeron la verdad: «hemos querido hacer una foto a un coche que estaba cerca de la presa y este señor se ha enfadado». El alemán no declaró mucho más que gestos de cabreo, más alguna palabra en alemán inninteligible para el resto de los presentes.

… y un Audi A3 con una configuración muy parecida al de esta fotografía (pero en azul oscuro) intentaba seguir al Fabia.

Durante el intenso intercambio de explicaciones entre los agentes y los conductores (más bien de gestos en el caso del alemán), el fotógrafo se alejó unos metros a mear. —Voy a mear, que no aguanto más—, dijo. Todos respetaron su necesidad básica.

La tensa conversación inicial se fue relajando poco a poco. Uno de los agentes explicó que MINI había solicitado permiso para rodar un anuncio. Añadió que lo lamentaba mucho, pero había que darle «el carrete».

Con un semblante apesadumbrado, el fotógrafo (que ya había vuelto de hacer sus necesidades) lo aceptó sumisamente y se dispuso a abrir el cajetín para entregar esa tarjeta de memoria con las imágenes robadas.

Todas las miradas se clavaron en la tapa que ocultaba la tarjeta. Cuando se abrió, los presentes observaron atónitos que dentro no había nada de nada; la ranura estaba vacía. De la boca del fotógrafo salió un amargo «¡Mira que soy gilipollas, con las prisas se me ha olvidado meter la tarjeta!». El silencio en los segundos posteriores fue inenarrable. El alemán aún estaba más colorado de la elevada presión de sus venas de la cabeza; los Guardias Civiles no sabían qué decir; el fotero ponía la cara de tonto más grandiosa que podía; el conductor del Škoda no sabía qué había pasado.

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No se portó mal este modesto vehículo con sus no menos modestos neumáticos 185/60 R14


Como no había fotos, no había «delito». Los Guardias Civiles concluyeron que, aunque MINI tenía permiso para rodar ahí, era inevitable que pasara algún coche de vez en cuando porque, a fin de cuentas, es una vía pública y en las carreteras públicas se pueden hacer fotos. Después de algún que otro intercambio amistoso de opiniones, los agentes enunciaron el «pueden continuar». Los del Škoda siguieron carretera abajo; el alemán deshizo sus pasos para volver con los suyos.

Después de picar algo en el primer bar que encontraron, los huidos volvieron al lugar de los hechos. El fotógrafo se bajó del coche, se alejó unos metros andando muy decidido hacia la señal de tráfico donde una hora antes había meado mientras el resto de presentes discutían absortos. Se agachó y recogió algo negro que había en la base de la señal de tráfico de prohibido adelantar. Era la tarjeta de fotos.

Y así, más o menos, es como km77.com consiguó la primicia mundial del MINI Clubman. Lamentamos no poder mostraros algunas de esas fotografías, ya que se encuentran en el archivo de nuestra oficina, a la cual no tenemos acceso en la actualidad por motivos obvios.