Feliz cumpleaños Sr. Moltó. Que cumpla muchos más y que todos lo podamos celebrar con usted.
Me preguntaba qué le gustaría más como regalo. Una posibilidad es que mi marca sea una de las diez (¿atrevidas? ¿privilegiadas?…) que protagonicen los consejos informativos que aparecerán en Km77 el año que viene. Sin embargo, la desecho ya que no quiero usar recursos de la empresa en la que trabajo para hacerle el regalo; en el fondo usted y yo sabemos que sería un regalo práctico pero muy poco personal (y muy poco ético). Dejemos el tema de la publicidad para el entorno de la negociación correspondiente.
Sin embargo, algo mucho más personal podría ser el ayudarle a darle un “tirón” mediático a Km77. La verdad, no se me ocurre nada que le pudiera dar más tirón (bueno, puede que una primicia, pero esa se la tiene que currar) que el que fuese usted nombrado miembro del jurado del Car Of The Year. Es decir, acceder a ese “nirvana” del periodismo del motor que supone ser un COTY.
Personalmente no creo que el premio aporte muchas ventas, ya que creo que el consumidor se confunde entre el COTY, el premio World Car Of The Year, el Coche del Año en España, etc. Hay demasiados premios, aunque sí parece que el COTY en el sector es el más reconocido.
¿Cómo funciona el jurado de Coche del Año? Pues es un jurado representado por 59 periodistas del motor de 23 países europeos. El número de jurados por país viene determinado “por el tamaño de sus ventas y el peso productivo que el automóvil representa.” Alemania, Reino Unido, Italia, Francia y España tienen cada uno seis representantes (supongo que en nuestro caso por la producción de coches, ya que la industria en términos de ventas está por los suelos). Revistas de cada uno de esos países (Autopista en el caso de España) actúan como organizadores del evento.
Los candidatos a jurado son propuestos por el grupo de su país, y transmitidos al Comité del Jurado. Luego la candidatura es evaluada tanto por dicho Comité (al que en estos momentos pertenece Sergio Piccione de El Mundo) como por el Comité Organizador (en el que está, como editora de Autopista, María Wandosell). La verdad es que apenas hay movientos entre los integrantes del jurado, que en ocasiones pasan a tener el cargo casi de forma vitalicea.
El sistema de votación es relativamente simple. Los coches que pueden ser nombrados Coche del Año tienen que comercializarse en, al menos, cinco mercados europeos y ser lanzamientos completos (no vale un restyling o la introducción de un nuevo motor, por ejemplo) y alcanzar un mínimo de 5.000 unidades vendidas. De los coches que cumplen esas características, el Comité Organizador selecciona siete finalistas, que son los que recibirán los votos (o la ausencia de los mismos) por parte de los 59 miembros del jurado. Los elementos a valorar son diseño, confort, seguridad, economía, comportamiento, prestaciones, funcionalidad, sostenibilidad, satisfacción en la conducción y precio. Los aspectos de innovación tecnológica y «valor por dinero» deben ser especialmente considerados.
Cada jurado dispone de 25 puntos a repartir entre esos siete finalistas. Tiene que asignar puntos a, como mínimo, cinco de esos siete coches, y ningún coche puede llevarse más de diez puntos. El coche con más puntos es designado Car Of The Year.
En el año 2010 (ya hay lista de siete finalistas para 2011) el ganador ha sido el VW Polo, con una diferencia muy pequeña (diez puntos) sobre el segundo clasificado, el Toyota IQ. El análisis de las puntuaciones suele ser más que interesante.
Por ejemplo, la suma del jurado español otorgaba 42 puntos al IQ por sólo 33 del Polo. Los británicos se comportaban de forma similar, dando 36 puntos al IQ por los 26 del Polo. Los suecos eran más radicales, con sus tres miembros del jurado dando la máxima puntuación (diez puntos) al Toyota. Entonces, ¿cómo pudo el Polo ganar? Bueno, los periodistas alemanes, por ejemplo, le dieron 47 puntos frente a los míseros 19 que se llevó el IQ. Curioso también como los franceses valoraron al Peugeot 3008 con dos puntos más que al ganador final. Los italianos estuvieron bastante neutrales, aunque también es verdad que no tenían ningún representante entre los siete finalistas, pese a ser los que ostentan el record de mayor número de victorias en este premio.
Como pueden comprobar, hay un poco de “paripé tipo Eurovisión” en las votaciones que permiten sembrar, como poco, dudas sobre el proceso de votación. Hablo en generalidad, ya que hay personas en la lista (Steve Cropley, Phil McNamara o Georg Kacher, por citar algunos) con los que he compartido conversaciones y son auténticos expertos en evaluar coches y contárselo sin omitir nada a sus lectores. Conozco también a casi todos los jurados españoles, y entre ellos doy fe de que hay extraordinarios profesionales. Sin embargo, el análisis de las puntuaciones, en la mayoría de las ediciones, dejan un “tufillo de sospecha” asociado a cierto nacionalismo.
Conociendo al Sr. Moltó, ese debería ser un entorno que le produjese cierta urticaria, y que mereciese ácidas críticas por su parte antes de claudicar ante el sistema y pertenecer al mismo.
Sin embargo creo que es fundamental que el Sr. Moltó forme parte del COTY, no para cambiarlo (hay cosas imposibles), sino para que nos lo cuente. Lo digo porque los privilegios de acceso a la información que tiene un COTY son difíciles de imaginar.
Cuando asisto a una presentación a la prensa internacional y los organizadores me pasan la lista de asistentes (para que sepa con quién me toca en la cena, a qué medios pertenecen, etc.) estoy más que acostumbrado a ver en esas listas nombres con asteriscos, con marcas, subrayados en fosforito, lo que sea que siempre al indagar sobre qué significan suponen la misma respuesta: “Es un COTY, para que tengas especial cuidado.” Son esos mismos periodistas que al volver de una prueba de conducción, y en esas dos horas de descanso antes de la rueda de prensa o de la cena, son discretamente conducidos a una sala para poder entrevistas en exclusiva al presidente de la marca o al ingeniero jefe del coche en primicia.
Recuerdo preparando un viaje para probar un prototipo de un coche al que le faltaban todavía 18 meses para salir al mercado cuando me informaron que se retrasaba la prueba una semana ya que antes querían ofrecer esa prueba, de forma confidencial, a los COTY.
A mí, como lector de Km77 y no como directivo de una marca de coches, me apetece que el Sr. Moltó nos cuente esas cosas. Yo no soy el más apropiado (perteneciendo a una marca) para abanderar el movimiento, pero seguro que un movimiento en pro de su candidatura le resultaría un extraordinario regalo.