Hace un par de dias, estuve en el madrileño circuito del Jarama probando el nuevo Porsche 911 Turbo S. Rodé unas vueltas con él invitado por Porsche, quien organizó un evento de presentación bastante bien organizado que abarcó desde el café temprano y unos bizcochitos – el de manzana estaba muy rico- hasta los sandwichitos y el jamón serrano cortado in situ por un señor místico que en vez de haber venido al mundo con un pan bajo el brazo, pareció haberlo hecho con su cuchillo jamonero loncha que te loncha. Samurai de las patas porcinas, el tío.

POrsche blanco

El café era un poco guarri, pero los sandwichitos de tomate seco y rúcula de tres horas más tarde estaban deliciosos, me comí una fila entera; yo eché en falta una croqueta, pero como me fui del evento una vez hube probado toda la gama de turismos de Porsche (ya rendiré cuentas en otro momento), no supe si había croquetas ni cómo estaban.
Bueno. Qué cómo va, preguntarán.
Empecemos por el 997 turbo, el predecesor al que reemplaza y que se presentó con dos motores, siendo el primero el celebrado motor Mezger, que es el que sirve de punto de partida. Conduzco un 997.1 turbo, manual, frenos carbocerámicos. Y va muy bien, siempre hay grip para todo y es muy efectivo. Tiene una aceleración contundente, 480 caballos no son pocos, y cuando se pone el pie a fondo, el motor se mueve y provoca una pequeña sacudida y el lag -que existe- hace que cuando los turbocompresores de geometría variable se ponen a soplar en serio, el chásis se mueva. Que el coche sea manual provoca además que al levantar el pie del gas para cambiar otra marcha, los turbos pierdan aceleración, contribuyendo cuando los gases de escape vuelven a moverlos a acrecentar esos movimientos parásitos leves, pero presentes, y que a mí me transmiten carácter y precisan de una cierta necesidad de anticipar.
Y que por qué les cuento esto.
El nuevo Turbo S tiene 560 CV. Tiene aerodinámica activa (principalmente un spoiler delantero) que con varios grados de descenso limita el lift del morro para que la flotación se reduzca y se siga contando con buen control direccional a altas velocidades (por encima de 200 km/h); tiene también unos soportes para el motor que compensan el movimiento del mismo por lo que el motor ya no induce movimientos en la carrocería, habiendo desaparecido el movimiento parásito del que hablaba. Por otro lado las ruedas posteriores son ahora direccionales, lo que significa que el coche gira casi sin esfuerzo. El cambio PDK (el más efectivo que he llevado hasta la fecha y que nada tiene que ver con un PDK del resto de la gama) hace que en la práctica los turbos no dejen de soplar y así la aceleración es ininterrumpida.
Y en qué se traduce todo esto.
En que cuando me subo al coche del evento organizado por la Driving School de Porsche, me encuentro con un piloto amigo, que es rival en pista, así que nos reconocemos y empezamos a hablar de las carreras, los certámenes, cómo están las parrillas, de con qué vas ahora, de si vas a esta carrera, que sí, que tal, y mientras tanto vamos rodando por el circuito.
Yo cuando ruedo en circuito con un coche de calle, voy ligerito, pero no pretendo marcar tiempos; a mí me pasa que cuando estoy en circuito me siento seguro en un coche de carreras, con mi arnés, con mi casco, mi jaula, mis slicks, autoblocantes de verdad, mis frenos de carreras y un coche de calle, por bien que vaya, no es un coche de carreras. Pero vamos hablando, y yo no tengo que hacer el menor esfuerzo para ir a la velocidad a la que voy.
Si en vez de haber ido hablando, comentando, cotilleando y hablando de terceros hubiese ido más centrado habría ido más rápido; pero lo que sí sé también es que para ir a la velocidad a la que he ido con el Turbo S  en el 997 turbo habría tenido que esforzarme más, bastante más. Y en este coche iba a esa velocidad sin esforzarme nada en absoluto.
¿Y esto es bueno?
Pues miren. Según.
No cabe duda de que es mucho más perfecto. Es muy fácil ir muy rápido, no hace falta dominar movimientos parásitos, anticiparse tanto, prever las cosas, calcular. Y a cada iteración de los 911 esto viene siendo una tendencia imparable.
Los primeros Porsche que llevé fueron los 964, y había que tenerles respeto. La generación 993 no la probé, pero sí la 996 habiéndome hecho con un 996 C4S de grato recuerdo. En comparación con el 996 C4S, el 997 turbo era una madraza. Y en comparación con el 997 turbo, éste 991 turbo es una abuela que te arropa por las noches y te hace la lasaña que sabe que te gusta.
 

Porsche gris

El nuevo Turbo S es perfecto. Demasiado. Es tan bueno y hace la conducción tan asequible, fácil y eficaz que parecería que un niña con coletas y que come piruetas de forma lasciva podría llevarlo igual de rápido mientras guasapea a su novio macarra que se frota el paquete bajo el chandal.  Por eso no tiene mérito conducirlo, ni ir rápido, es un coche que confirma la tendencia de perfección creciente directamente proporcional a la personalidad decreciente. Cada generación es mejor, no hay duda, pero cada generación contribuye a desdibujar al conductor.
Un amigo, piloto fino, instructor de diversas escuelas de conducción, con algún campeonato a sus espaldas tiene un 930 turbo. Y le tiene respeto. Antes los Porsche 911 eran coches muy de conductor, de manos, cabeza fría.
Desde luego que no era necesario tener manos para llevar un 911 de ninguna generación, pero sí hacían falta muchas manos para ir deprisa con ellos.
Hoy Porsche, con éste 991 Turbo S ha vuelto a hacer posible que el talento no sea necesario para ir deprisa con uno de sus coches.
¿Es bueno?. Mucho.
¿Cuál es el problema?.
Que a algunos, pocos, nos sigue divirtiendo sujetar, someter y negociar con el coche lo que queremos hacer. Entenderlo, marcarlo, clavarle las espuelas. Los Porschistas que siguen aferrándose a sus 964, y 993 como náufragos a su tabla saben de lo que hablo. Son mucho menos perfectos; sorprendentemente usables pero obsoletos, incómodos, con unos pedales articulados en el suelo que pueden ser una tortura pero que dialogan con el conductor.
Es posible que lo acabe considerando y me pasará lo que me pasó cuando pasé del 911 (996) C4S al 911 (997) Turbo: que recordando la perfección que tengo, añoraré la imperfección que tuve.
Hice un video de las vueltas que di al Jarama con el Turbo S, pero resulta que iba hablando de otras personas así que tengo que editar el video para -lamentablemente- sustituir el sonido original por una balada de los Manolos y no tengo pajolera idea de editar vídeos. Me he bajado el iMovie y estoy en permanente gesto boquiabierto, incluso he llegado a sacar la lengua mientras navegaba por los menús. Que es fácil de manejar dicen. E intuitivo.
El iMovie es un 964. A ver cuándo llega a la edición de video el 991 Turbo S que todo lo hace fácil para que la niña guarra de las coletas pueda manejarlo.
Prometo que en cuanto resuelva la situación colgaré el vídeo.
 
JM