Hola amigos y amigas,

Qué tal están?

Yo acabo de volver del brunch.

¿Qué es esa mierda del brunch? Yo se lo cuento. En un hotel de esos hípsters en los que solo hay decoración, sin alma. Te presentas allí y dicen que tienen el menú brunch, que pagando 40 euros puedes comer cuatro cosas reguleras, y beber cava sin gas, cocktails de segunda mano y huevos benedict que podría haber cocinado un mono de Sumatra. Todo ello amenizado con la deliciosa música de una banda de soplapollas que en una hora y media ha conseguido asesinar una veintena de clásicos. Ahora, cada vez que oiga esos clásicos, pensaré en esa banda de correveydiles del brunch.

(Menos mal que he sido invitado; si llego a tener que pagar cuarenta pavos por una hamburguesa de tercera división y una burrata de regional, salgo mañana en la portada de todos los periódicos).

En fin, estoy demasiado viejo para el mundo moderno.

Solo me meto en sus vidas un rato más para anunciarles dos cosas.

  1. Ya he acabado Watchmen. La serie del año junto a Chernobyl.
  • Ya tengo mis entradas para la última entrega de Star wars.

Empiezo por el punto uno, y matizo que no sé si les he hablado de Watchmen porque soy un abuelo y ya no me acuerdo de nada, pero si lo he hecho no me sabe mal repetirme porque la serie vale tanto la pena que no pasa nada por hablar de más.

Todos mis amigos eran escépticos y no me extraña. Lo primero es que un comic inadaptable, por complejidad y ambición y porque lo que a veces funciona en viñeta no funciona en pantalla, tal y como hemos podido comprobar en infinidad de ocasiones con todas esas terribles adaptaciones cinematográficas de novelas gráficas maravillosas, convertidas luego en espantajos audiovisuales.

Además, el responsable del asunto era Damon Lindefof, el hombre que me hizo soñar con las primeras temporadas de Perdidos y luego me dio una patada en la cara con ese final ridículo e intolerable. Como tampoco me interesó The leftovers (reconozco que es una buena serie, pero no es para mí. Tan simple como eso), la idea de tener otra vez a este señor metiendo sus sucias manos en la tele, no me acababa de resultar atractiva.

Pero joder. Joder con la serie que se ha marcado el tipo, cualquiera le critica ahora.

No es solo el respeto reverencial al tebeo original (también), sino la capacidad de llevarlo a su terreno inventando por el camino una iconografía totalmente nueva. La idea de que los seguidores de Rorschach se hayan convertido en una secta de supremacistas, o que los agentes de la ley deban hacer su trabajo enmascarados, o que el gobierno haya habilitado cabinas telefónicas para enviar mensajes al Doctor Manhattan, todo ello contribuye a articular una dinámica interna que luego –con el transcurso de los episodios- le explota en l cara al espectador. No voy a soltar ningún spoiler, pero los tres últimos episodios son auténticas obras maestras. Originales, potentes, de precisión milimétrica y una mala hostia sideral.

Creo que nadie se imaginaba lo que iba a hacer Lindelof con este material y no les culpo, claro. La cuestión es que ahora me han dejado huérfano de droga y vete a saber tú qué cojones pasará con la segunda temporada. Además, este año ya me han hecho la putadita con Mindhunter: dejan un final abierto y después me dicen que hasta 2021 no hay tercera entrega… si la hay.

Y eso no se hace.

Lo segundo es que ya tengo mi entrada para Star wars.

Voy a ir sin expectativas, aunque en cuanto salen los créditos y suena la música de John Williams, ya me tienen a sus pies. No lo puedo evitar: soy hijo de esta saga.

Después de la horrenda trilogía de La amenaza fantasma, esta me ha parecido agua bendita.

Disfruté mucho con la primera, creo que la segunda es cojonuda (no entendí muy bien el odio que se generó hacia Los últimos jedi) y espero que la tercera dejé con buen sabor de boca a los fans que llevan locos por este universo desde 1977. Se dice pronto.

Les dejo con ello. Viernes que viene les comento que me ha parecido, pero nos veremos antes, que esta semana veo la nueva de Eastwood y yo soy muy de Eastwood.

Dense por besados/as,

T.G.