Buenas señoras y señores,

Cómo están ustedes? Yo a punto de tirarme de un entresuelo. No sé si lo de los entresuelos es algo puramente barcelonés o si lo tienen también por las Españas. La última vez que estuve en Madrid y dije que quería tirarme de un entresuelo, me miraron cómo diciendo: “¿De qué cojones habla este tío?”.

En mi bloque hay entresuelo, principal y primero.

Y hasta aquí mi comentario socio-arquitectónico de calidad.

Hoy quiero hablarles de uno de los mejores documentales que estrenarán este año para ese sector cada vez más minoritario que son los cinéfilos. Yo me lo pasé pipa viéndolo pero no tiene ningún mérito, porque yo soy fan de los dos sujetos de los que se ocupa la película: Hitchcok/Truffaut.

Hitchcock/Truffaut fue en su origen un libro. El primer libro de cine que me regalaron mis padres (permítanme añadir este apunte autobiográfico) en el que magnífico director francés entrevistaba largamente al no menos magnífico director británico. Era un volumen, un tomo que rezumaba amor al séptimo arte; una conversación insuperable entre dos tipos que adoraban el cine.

Truffaut siempre fue uno de mis ídolos, probablemente porque era el director de cine más improbable de la historia: un delincuente juvenil con fama de pendenciero que gastaba muy mala hostia y que llegó a la dirección de forma casi rocambolesca. Les aconsejo que busquen su historia , aunque sea para comprobar que aquella frase de “la realidad es siempre más extraña que la ficción” es indudablemente cierta.
El francés firmó algunas joyas condenadas a perdurar: Jules y Jim, Los 400 golpes, La noche americana o El pequeño salvaje, además de aparecer en Encuentros en la tercera fase, una de las películas clave de la ciencia-ficción moderna, dirigida por un admirador suyo, Steven Spielberg.

De Hitchcock tampoco hay mucho qué decir, porque ya se ha dicho todo. Uno de los mayores genios de la historia del cine, realizador de filmes como Psicosis, Rebeca, Encadenados, Con la muerte en los talones, Extraños en un tren, Vértigo, La soga, Los pájaros, Atrapa a un ladrón o La ventana indiscreta. No he tenido que mirar google, son las que puedo recordar de memoria, porque hay pocos directores que me hayan fascinado tanto, cuyos mecanismos narrativos hayan sido tan importantes en el devenir del séptimo arte.

El documental es una auténtica gozada, con algunos de los mejores directores del mundo hablando de cómo ambos influyeron en generaciones enteras de cineastas. Esta montado con solvencia y transcurre con fluidez (traducción: no es jodidamente aburrido).

Si son ustedes cinéfilos, o les gustan los buenos documentales, o tienen interés en saber un poco más de lo que sucede entre bambalinas, esta es una apuesta segura.

También me lo pase bien (probablemente porque venía de ver esa cosa llamada Batman vs Superman) con Orgullo y prejuicio y zombis, pero no se la voy a recomendar, que son ustedes unos/as salvajes/as y no quiero que encuentren mi cuerpo en algún sendero poco transitado.

La que sí les voy a recomendar es Altamira, la obra maestra absoluta e integral de Antonio Banderas interpretando al señor que descubrió las pinturas de las famosas cuevas. No sé qué toma Banderas pero yo también lo quiero: no recuerdo su última película decente (ni yo, ni nadie) pero aún así se las ingenia para seguir trabajando, y eso debe valer algo, ¿no?

Altamira es uno de los mayores disparates (vale, reconozco que intentaba engañarles con lo de ‘obra maestra absoluta e integral’) que he visto en el s.XXI, con un Banderas absolutamente delirante, con los ojos más abiertos que un búho cocainómano y soltando frases que parecen haber sido escritas por un menor adicto al LSD.

Pero ahí le tienen, cobrando y estrenando en no sé cuántas pantallas, para demostrar que hay algunos tipos con suerte y otros que ni la huelen.

Voy a seguir bebiendo vino, a ver si así logro entender algo.

Sean buenos/as, yo haré lo que pueda.

Abrazos/as,
T.G.