Creo que nadie se me echará al cuello si empiezo este post diciendo que lo de leer la prensa (ya sea digital o en formato clásico) se ha convertido en una cuestión de fe. Y casi podría decir lo mismo de la tele: que si la pandemia porcina (20 casos en el momento de escribir estas líneas- uno confirmado, el primero de Europa); que si el paro de cuatro millones, yendo a cinco (por mucho que el gobierno siga con su infumable ataque de “ya se ve el final del túnel»). Nota: a ver si al final del túnel nos despeñaremos por un barranco.

Y luego están las noticias, casi todas ellas, de mal en peor, parece que subimos a toda hostia los peldaños al catastrofismo integral.

A veces dan ganas de bajar las persianas y quedarse en casa, a esperar a que pase el temporal.

¿Y a que viene este arranque de “optimismo” en primavera, os preguntaréis?

Pues viene a que no dejo de leer en la prensa estadounidense seria (no va con segundas, hablo del New York Times el Chronicle de San Francisco, etc) que el tremendo fracaso en taquilla de una peli tan cojonuda como La sombra del poder va a significar, casi con total seguridad, el final de una manera de hacer cine que busca la complicidad de las audiencias adultas. Porque, al parecer, tal audiencia ya no existe, o está escondida, o se la trae al pairo lo que estrenen en los cines (o igual, añado yo, se mueve en una combinación de las tres cosas).

La cosa ya ha empezado a notarse y proyectos con presupuestos medianos pero de guión enrevesado o simplemente historias que superan la complejidad mediana de un filme hollywoodiense pasan a la nevera indefinidamente para dar paso a todo tipo de subproductos destinados a los jóvenes (tipo Beverly Hills Chihuahua o Fast & Furious) y/o adolescentes. ¿Y que pasa con el espectador maduro que pide algo más? Pues que le jodan (ya me perdonaréis por mi castellano). Si nos pica nos rascamos o recurrimos a la videoteca.

Lamentablemente se veía venir este tipo de movimiento anti-materia gris que prima el billete verde por encima de cualquier otra consideración así que no puedo decir que me sorprenda. Por suerte aun quedan mavericks en el mundillo cinematográfico que pueden vender proyectos con solo mencionar su nombre: Clint Eastwood, los hermanos Coen, Michael Mann, David Fincher y un puñado más. Pero esto significa una docena de filmes al año, pongamos 20 en un arranque de optimismo. ¿Y que hacemos el resto del año?

Y esto pasa en un cine, y hay que decirlo, que vive del dinero de inversiones privadas, nada de subvenciones y/o similares. Ya se sabe: cada uno hace con su dinero lo que le da la gana.

Ojala que todo sea una falsa alarma y que sigamos gozando de producciones de alto nivel que no insulten nuestra inteligencia. Y sino, pues buscaremos otra cosa. O nos resignamos o montamos un Club de la lucha y empezamos la guerra por nuestra cuenta…

Por cierto, leo que Vodafone y MoviStar están pensando en cortar el acceso a una docena de webs de intercambio de archivos…

Ahí os dejo todo eso para que lo proceséis. ¿Qué hacemos amigos/as?

T.G.

P.D.: Hago una rápida actualización para dejaros con esto que acaba de dejarme de piedra. Francamente, creo que la SGAE está tensando demasiado las cuerdas. Y ya se sabe lo que pasa con las cuerdas que se tensan demasiado.