Hola amigos y amigas,

Buena tarde de domingo y todo eso. Ya saben, las formalidades son importantes.

He visto la última entrega de Star wars, por fin. Estuve el viernes en una sala llena de hombres (creo que solo había una mujer; ellas siempre acaban siendo más sabias).

No sabría por dónde empezar, excepto que cuando salí de la sala hubiera asesinado a cualquier transeúnte, de forma aleatoria, solo para liberar la tensión. Me cuesta pensar que se haya acabado la tercera trilogía y la saga entera con una película tan remilgada, tan vocacionalmente cobarde y –sobre todo- tan complaciente. Es incomprensible.

Ya entiendo que lo de Rian Johnson molestó a muchos memos (los mismos que ahora no abren la boca), y hubo hasta recogida de firmas para eliminarla del ‘canon’. Nunca entendí demasiado bien que significa eso, pero parece grave. Explico lo de Johnson porque es básico para entender lo sucedido con El ascenso de Skywalker, una película que solo es entendible desde la ruptura con un pasado que no gustaba a algunos y desde esa absurda idea de que lo más importante es complacer a todo el mundo. No hacer una buena película, eso no; complacer a todo el mundo.

El filme arranca donde se quedó el anterior: Kylo Ren ya es el líder supremo después de haberse cepillado al otro líder supremo. El clásico golpe de estado con sables láser.

Eso es lo único que me ha quedado claro.

Los primeros quince minutos de la peli son pura adrenalina. El halcón milenario, persecuciones, Kylo Ren matando gente a docenas, cazas imperiales, entrenos jedis, etc. Todo ello acompañado de la maravillosa música de John Williams, lo cual contribuyó a darme esperanza a pesar de que muchos de mis amigos, gente con criterio y fans de Star wars, me habían advertido del peligro que se cernía sobre mí.

Pero como soy un hombre justo y bueno (risas), voy a empezar por lo positivo: el impresionante diseño de producción de la peli. Desde el planeta Exegon, a los escenarios que el aficionado reconocerá al instante, pasando por los nuevos planetas o la visualización de las batallas, todo es para mojar pan. No conozco a ningún de la saga que no haya derramado alguna lagrimilla viendo eso. La fotografía y la dirección también son de lujo, que quede claro. Yo no creo que JJ Abrams sea un inútil; creo que se ha equivocado.

Hasta ahí la parte positiva.

Vamos ahora con el desastre: el guión.

El guión de esta cosa no tiene ningún sentido. Me ahorraré los calificativos con lo del espía en la Primera Orden. Seguramente sea la peor escena de la saga y la más ridícula también. Jar Jar Binks parece un personaje de Aaron Sorkin si lo comparamos con esto.

Pero me lo salto.

Lo que no entiendo es quién es el malo, por qué es el malo, qué necesita exactamente de la buena que no pueda tener él, a qué viene ahora desvelar la personalidad de los parientes de Rei, de dónde sacan los malos su arsenal, por qué se ha degradado a uno de los mejores personajes de Los últimos jedi a un papel lamentable, qué pasa con los malos de siempre cuando acaba la película, de dónde sale la Primera Orden, a qué viene ese final absurdo, por qué se ha borrado de un plumazo toda la narrativa de la película que precede a esta.

¿Quién coño ha dado luz verde a este monstruo?

Es como una película hecha de retazos de otras películas, y no precisamente los retazos buenos. Como el Frankenstein de El jovencito Frankenstein. Es inexplicable que nadie haya visto los terribles agujeros de guión que adornan el filme, como si fuera un gigantesco queso de gruyere cuyo éxito depende de lo que uno sea capaz de aceptar, de lo que anchas que sean sus tragaderas.

He sido fan de La guerra de las galaxias desde 1977 y no me voy a quitar ahora porque además ya estoy muy mayor, pero jamás debería haberse aceptado a dictadura del acólito, del que cree que Star wars es lo que diga él. La saga había tomado un camino interesante, rupturista, valiente, que se han cargado porque no gustó a no-sé-quién. Y el resultado de esta operación de ‘moon-walking’ ha acabado produciendo una de las películas más absurdas de la saga.

Es cierto, si uno se olvida de pedirle algo de coherencia al filme, todo se vuelve muy disfrutable. Lamentablemente, en el caso de un servidor, lo de pedirme que me pase dos horas con los ojos cerrados me parece muy complicado.

Mejor dicho: imposible.

¿Y ustedes qué opinan, almas de cántaro?

Abrazos/as,

T.G.