Lo confieso: nunca he visto entera una película de Harry Potter. Si no recuerdo mal (y mi memoria va cuesta abajo, eso también lo confieso) la única vez que lo intenté fue porque mi hermana (bendita criatura) insistió en que aquello serían dos horas de diversión, como montarse en la montaña rusa sin vagoneta. Yo, ingenuo como soy, no pude negarme, y creo que aguanté veinte minutos. Fue aproximadamente cuando mi hermana dijo: “¿por qué no te vas a la mierda? A mi sí que me gusta”.

Teniendo en cuenta que estábamos en mi casa y que –efectivamente- me fui, creo que la cosa tiene su mérito.

Esa ha sido mi única experiencia cinematográfica (y literaria) que he tenido en mi vida con el niño mago, con sus deliciosas gafas y su dulce despertar a los placeres de la pubertad. Si me preguntan ustedes el por qué de mi alergia al enano les contestaré sinceramente: me importa un pito.

Intenté leer el primer libro (otra vez mi hermana) y cuando llevaba diez páginas pensé que prefería lavar los platos (o que me atropellara un tractor marcha atrás). No quisiera parecer snob pero lo cierto es que si tengo que sumergirme en un libro prefiero no ahogarme en el esfuerzo.

Dicho de otro modo: no soporto a la tal J.K. Rowling.

¿Y por qué digo todo esto? Pues porque esta semana se ha estrenado el penúltimo filme (por favor que sea verdad) de las aventuras del niño sin bigote y parece que el mundo entero se ha puesto de acuerdo para llevarme la contraria y acudir en masa a los cines, a dejarse sus pensiones y las pagas de sus hijos para ver otro de esos intentos de llevar un mal libro a ser una mala película. Un proceso complejo, no me cabe ninguna duda.

En Estados Unidos creen que este fin de semana recaudará sobre 140 millones de dólares. Ojo.

Por tanto, si hay algún fan de Harry Potter ahí fuera (no tengo ninguna duda de que entre ustedes/as se esconde algún espécimen que pierde el aliento cada vez que oye la palabra Hogwarts – o como demonios se escriba) me gustaría que me aleccionara, ya que quizás es que me he perdido algo importante y debería recuperar la saga desde su primera entrega. Por favor, ilumínenme.

Por último añadiré que mañana actualizaré de nuevo y que ayer me atreví a ir a ver una película llamada Cyrus, sobre un tipo que se enamora de una tipa y que descubre –demasiado tarde- que la señora tiene un churumbel al que habría que llevar a la Antártida y dejarlo allí desnudo y con una nevera. El filme amenazaba con ser una mala comedia y – por supuesto- lo era.

Si quieren les diga en pocas palabras que me pareció: no me hizo ni puta gracia.

Nueve euros menos y mucha mala hostia, así salí del cine.

¿Y ustedes/as? ¿Han ido a ver algo o no se han atrevido?

Abrazos/as,

T.G.