Hoy he descubierto que el universo sigue odiándome. ¿Cómo se preguntarán? O bien “este tipo sigue dándole fuerte al vino”. Pues voy a contárselo a continuación. Ya saben que sufro de insomnio galopante, acuciado por hechos recientes que no voy a diseccionar porque –aunque parezca lo contrario- no estoy lo suficientemente bebido. El caso es que esta noche me he levantado a beber agua y me he comido, no una, sino dos puertas. Cuando estaba lamentándome por haber tropezado con el primer obstáculo me he trastabillado y empotrado contra el segundo. Eran las cinco de la mañana y el día ni siquiera había empezado pero yo ya me encontraba malherido.

La buena noticias es que la segunda puerta era una corredera que estaba atascada y ahora ya funciona perfectamente; la mala es que ahora tiene un pequeño agujero con la forma de mi cabeza.
Pero eso no es todo: esta mañana mi perro me ha hecho una envolvente y me he caído por la escalera.
La buena noticia es que a pesar de todo no se ha largado; la mala es que me he dislocado (no sé si ese es el término médico adecuado) un dedo y un médico me lo ha tenido que volver a poner en su sitio. Una pista: duele.
Y por si todo esto no resultaba prueba suficiente: hace unos minutos he olvidado que la ventana de mi habitación estaba abierta y al ir a hacerme la cama (costumbres que he adquirido de personas que ni siquiera lo saben… bueno, ahora igual sí) me he golpeado el costado con el marco metálico. Leí en uno de esos estudios absurdos de los que nunca explican la metodología que si uno maldice e insulta después de un golpe muy fuerte, el dolor se atenúa.

Y una mierda.

(Nota: no se crean ningún estudio. Y este en concreto, aún menos).

El resultado de lo que parece uno de esos gags que protagonizaba OJ Simpson en la maravillosa trilogía de Agárralo cómo puedas es que parezco el hombre de hojalata de El mago de Oz. De hecho, camino como el, hago el mismo ruido quejumbroso y soy igual de miserable.

Mi perro me mira ahora con una expresión que dice: “Yo seré un perro, pero tú eres gilipollas”.

Recuerdo aquella canción que decía “no se resista a los objetos o se abalanzarán sobre usted”. Los objetos se están abalanzando sobre mí, señores y señoras. El universo en pleno me ataca con todas sus fuerzas. Espero que un piano de cola caiga sobre mí y me saque de esta dimensión de colores grises. Sólo me consuela que algunas personas queridas sean felices a mi alrededor porque eso me permite agarrarme a la idea de que un día las puertas y ventanas de mi casa dejarán de verme como un enemigo. Si esos/esas cabrones/as son felices, ¿por qué yo no?

(Cállense)

Ah, que no se me olvide. Uno de los comentarios al anterior post (extremadamente respetuoso) me habla de Dios y de la fe y demás. Pensadores como Richard Dawkins o Christopher Hitchens han explicado mucho mejor que yo este asunto y le recomiendo fervientemente su lectura. Lo que sí haré es mentar al catedrático Josef H. Reichholf que en su grandiosa obra, La invención de la agricultura, decía que el hombre se inventó a Dios en cuanto empezó a cultivar cebada. Ya saben, tres cervezas y te pones a mirar al cielo. Creo que eso resume en pocas palabras mi opinión al respecto.

Y ahora hablaré de cine.

(Moderen su euforia).

He visto Spectre. La esperaba con fruición y no me ha defraudado, pero reconozco que me parece inferior a Casino royale y a Skyfall. Dicen que esta es la última aventura de Daniel Craig como James Bond y el hombre se deja el hígado en el asunto. Ya saben, en esta ocasión el agente secreto más famoso de la historia del cine se enfrenta a la mítica organización secreta que quiere destruir el mundo y forrarse a un tiempo. Hay algo contradictorio en querer forrarse en un mundo en el que el dinero no sirve de nada, pero les dejaré las conclusiones a los filósofos que yo me estoy quitando.

Desde un punto de vista puramente cinematográfico podría decirse que el primer acto es brillante y muy equilibrado. Craig da ese matiz atormentado que tan bien le viene a Bond y en la parte de acción pura y dura el tipo es un jabato. Lo que a mí me chirría es el segundo acto, especialmente porque en frente tiene a un malo tan jugoso como Christoph Waltz y este tiene además una gigantesca vis cómica. A Craig le falla esa parte más cínica del personaje, aunque a lo mejor soy yo, que últimamente le encuentro pegas a todo.

La película va a romper la taquilla, seguro. Y ahora, a juzgar por las apuestas, estamos a punto de ver al primer James Bond negro: Idris Elba.

Yo firmo.

Y ahora, si me disculpan, voy a seguir haciendo el ridículo en mi pelea cotidiana con los planetas.
He estado leyendo horóscopos de 2016 y parece que la cosa no mejora así que si alguno de ustedes está interesado en venir a casa a dispararme, estoy dispuesto a escuchar ofertas.

Abrazos/as,
T.G.