Pues ya estamos aquí de nuevo, y hoy tengo trabajo extra: los Oscar.

Miren, se lo voy a confesar de entrada: a mí los Oscar me lo soplan. Pero de todos los premios que me la soplan, son los que me la soplan menos.

Además, me siguen dando mucho trabajo, y cuando trabajo es cuando puedo pagar las facturas, así que es todo un win-win. Vamos, que con los Oscar gano algo de dinero y con los Goya, los Globos de Oro y los Emmy, ni una peseta.

Lamentablemente, me equivoco constantemente en mis predicciones, con lo que cada vez me mojo menos. Supongo que también tendrá relación con mi manía de confundir preferencia y previsión. Ojalá ganara Scorsese, pero seguramente ganará Mendes; ojalá ganara Johansson, pero seguramente ganará Zellwegger. Y así todo.

Así que me ahorraré la porra para esta noche, aunque mi corazón esté con los mencionados. Solo diré que estoy seguro de que Phoenix se llevará el Oscar a mejor actor, porque está cantado. Y ojalá que Jo jo Rabbit dé la sorpresa en guion adaptado. Se la merece.

Por mi parte ese es todo el comentario que deseo hacer sobre las malditas estatuillas.

Esta semana han estrenado dos películas que destacaban entre el mar de lanzamientos que nos aturden cada fin de semana: una es la última de Terrence Malick; la otra Bombshell.

De Malick solo voy a decir que es muy pesado. El hombre que hizo tres pelis en veinte años y ahora lleva veinte películas en tres años. Es curioso cómo se las apaña para meter una hora y media extra de metraje en cada cosa que hace. Podría hacerse en hora y veinte, pero él prefiere hacerlo en tres horas y media. Esta vez la historia de un tipo que se negó a seguirle la corriente a Hitler en una época en que no seguirle la corriente era una invitación a la muerte.

La historia es sumamente interesante, pero la narración es tan morosa que a los cincuenta minutos estás deseando que lleguen de una vez los nazis, se lleven al tipo, encienda las luces y puedas verte a casa. Sé que algunos/as pensarán que lo dicho responde a una especie de alergia a todo lo que no sea el cine rápido y veloz que emana de Hollywood, pero en realidad a mí me chifla el cine de Ozu o de Mizoguchi, que es un cine deliberadamente reflexivo, que no moroso, en el que todo lo que cuentan tiene un peso específico en la narración. Lo que me revienta es esa obsesión por lo estético, que acaba por pesar como una losa si no tiene una razón poderosa para sustentarlo.

En fin, ya muy cansado de Malick. Y lo dice alguien a quien le fascinaron La delgada línea roja y El árbol de la vida… no las revisionaré, por si acaso.

La otra peli, Bombshell, me ha interesado mucho más.

Es la historia de Roger Ailes, que ya habíamos visto en The loudest voice, la serie en la que Russell Crowe interpretaba al amo y señor de Fox news. Ailes trabajó para Nixon, los Bush y fue clave para la elección de Donald Trump. Todo su imperio se vino abajo cuando un montón de sus empleadas, incluyendo un par de presentadoras estrella, le acusaron de abusos sexuales. Murió solo y paranoico, porque hasta los más poderosos pueden caer cuando los de abajo se hartan.

Bombshell sirve para dos cosas:

La primera es comprobar que John Lithgow es capaz de construir un Roger Ailes mucho más convincente, con la mitad de maquillaje y una sexta parte del tiempo.

La otra es ver qué pedazo de actrices son Charlize Theron y Margot Robbie.

Hayan visto o no la serie, Bombshell es una apuesta segura si les gusta el cine de denuncia, o simplemente el cine.

En fin, les dejo con los Oscar. A ver si me equivoco y acierto. Yo ya me entiendo.

T.G.