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Ya he vuelto.

 

He estado perdido en Manhattan, ya saben, ese sitio lleno de rascacielos y gente que trabaja todo el año (incluso en agosto, un escándalo).

 

Es curioso que cuando voy allí e intento tener alguna reunión con alguien que no me conoce de nada la respuesta nueve de cada diez veces es “sí”. Intenté lo mismo, amigo conductor, en España. Yo ya lo he hecho [risas enlatadas].

 

En fin, si allí no costara tres euros quedarse parado en medio de una acera y cinco respirar, no le haría ascos a quedarme allí a perpetuidad. Además no tienen Gibraltar.

 

Bueno, hecha esta introducción enrabietada procedo a iluminarles con mis sabias opiniones, esas en las que nunca coincidimos porque –ciertamente– el criterio se me murió cuando enviaron a Federico Trillo de embajador a Londres. Ahora bien, intentaré ser razonable y comedido en mis opiniones. Lo prometo.

 

El llanero solitario es una mierda.

 

Lo sé, lo sé, quizás he faltado a mi promesa, pero es que creo que es la palabra que mejor define esta película/delirio, que se ha dado la gran hostia en Estados Unidos y que promete hacer lo propio en Europa. Una vez vista, lo extraño es que haya hecho más de tres dólares en todo el mundo, y que esos tres dólares no los haya puesto alguien que iba a ver Pacific rim y se equivocó.

 

Ya saben, y si no lo saben se lo explico yo, que la película costó 250 millones de dólares más otros cien que se invirtieron en promoción. Cuando el primer fin de semana se cerró con un batacazo descomunal, decidieron reducir la inversión al mínimo y ponerle cinco mil quinientas velas a San Pancracio, a ver si en Asia (donde ese ex-actor llamado Johnny Depp sigue teniendo gran predicamento) y en menor medida Europa conseguían que la película remontase mínimamente.

 

Me temo que no ha sido así y El llanero solitario va a ser el John Carter de 2013, o peor.

 

¿Y de qué va El llanero solitario? Pues parece mentira que me hagan esa pregunta porque ya lo saben: un vengador enmascarado que libra las batallas por el pueblo, una especie de sindicalista del lejano oeste que se mete en todos los fregaos con su caballo blanco y un cómplice indio. El llanero es el pobre Armie Hammer, un tipo al que admiré en La red social y que me ha parecido malo de cojones en todo lo demás. Su cómplice, Tonto (sí Tonto) es el que cuenta la historia y lo interpreta Johnny Depp.

 

Llamarle Tonto es seguramente la decisión más sabia de la producción, porque su interpretación del personaje tiene telita, con un paseo por el lado salvaje de la excentricidad pasada de vueltas, como si ya no hubiera podido escaparse de su infumable capitán Jack Sparrow (no es casualidad que el director sea el mismo, Gore Verbinsky) y se viera condenado a repetir tics ad eternum.

 

La película es un auténtico delirio y, si uno apaga el cerebro, pudiera ser que la encontrara entretenida. Ahora bien, si se va a verla esperando un relato con sentido, es mejor que se agarre los nachos (o las fajitas, dependiendo de si se trata de un hombre o de una mujer) y se prepare para lo peor.

 

No tengo mucho más que decir: hay un par de escenas con tren de por medio que están muy bien definidas a nivel visual (cuando los efectos especiales de una peli son lo mejor de esta, mal asunto) y salen la maravillosa Ruth Wilson y el no menos maravilloso Tom Wilkinson. A lo mejor eso les compensa a ustedes, para mí no fue suficiente.

 

También estrenan Parque jurásico en 3D, y qué quieren que les diga: la peli sigue aguantando como una campeona y es divertidísima.

 

Sean decentes y vayan a ver esa, me lo agradecerán.

 

Abrazos/as,

T.G.