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Buenas, señores y señoras,

 

Anda el gallinero algo agitado con el lío de Google con los periódicos y los periódicos con Google. No acabo de entender que a la gente le preocupe más poder ver un enlace u otro con la que está cayendo. Como un guisante preocupándose de una pelea entre dos botas militares.

 

Pero, oigan, España también es así: ¿para qué preocuparse de lo importante cuando podemos seguir concentrados en las idioteces? Mientras tenga pasta para pagar mis gin-tonics, ¿qué más me da que ahora me puede detener el guardia de seguridad del Zara?

 

Va, pasemos página, hablemos un poco de cine.

 

Esta semana se estrenan dos titulazos. Bueno, a priori. Uno es titulazo y el otro es titulín, pero a primera vista son dos titulazos.

 

(Déjenme hacer una pausa para hablarles de estrenos recientes.)

 

Por un lado, Lego. Un peliculón, una de las cosas más bonitas que ha dado el cine para chavales en los últimos años. Tan genial que podría ser hija de la Pixar –de la antes, no de la ahora– y tan grande como cualquier otra peli que pueda estrenarse este año: divertida, atrevida, inteligentísima y absolutamente subversiva. Si es padre, lleve a sus hijos y, si no lo es, agénciese los niños de algún amigo… haga esto último con cuidado, que no está el horno para bollos.

 

Por el otro lado (busquen también, si lo desean, el doble sentido), una cosa llamada La ladrona de libros, que me parece uno de los libros más bobos de la historia y que los mamarrachos de Hollywood han convertido en una de las películas más bobas de la historia, supongo que para hacer honor al material original.

Es difícil encontrar una idiotez semejante en la cartelera y les aconsejo –fervientemente– que no se asomen a la sala donde la emitan. Si lo hacen (o si ya lo han hecho) no vengan aquí buscando consuelo.

 

Hecha la pausa reglamentaria (tipo flashback), volvamos al presente y hablemos del titulín y el titulazo.

 

El titulín: The monument’s men. Muchas esperanzas (demasiadas) tenía yo puestas en esa película que se demostraron falsas. Sí, la dirige George Clooney. Sí, salen John Goodman, Bill Murray, Matt Damon, y no sé cuántos genios más. Sí, el libro en el que está basado es sensacional. Y sí, es una historia real: la del intento por parte de un grupo de aliados de recuperar las obras de arte robadas por los nazis allende de Europa.

 

Pero no, no es buena. Es más, es aburrida. Un crimen imperdonable para una película con pretensiones de blockbuster con algunos de los mejores actores de Hollywood, un gran presupuesto y una historia cojonuda.

 

No sé qué le ha pasado a Clooney, no sé si por el camino se ha olvidado de que el guión no es cualquier cosa o si creyó que era fácil repetir el esquema de Ocean’s eleven sin ser Soderbergh. Nada le ha salido bien y al cabo de veinte minutos ya se venir que aquello no va a ninguna parte.

 

Ojo, no es una mala película, pero no es una BUENA peli.

 

El titulazo: Her. Ya hablé por encima de esta obra maestra (sí, he dicho “obra maestra”) de Spike Jonze y de su absoluta brillantez a la hora de situar en parámetros futuristas la comedia dramática de toda la vida. Como si a George Cuckor le hubieran dado un ordenador y vía libre.

 

Her cuenta las aventuras de un tipo destrozado por su divorcio que de repente se enamora de su nuevo sistema operativo (y en concreto de la voz de su nuevo sistema operativo) y con ello pone su mundo del revés.

 

Él es Joaquim Phoenix (vaya pedazo de actor) y ella (la voz, porque no aparece jamás en pantalla) Scarlet Johansson.

La dirección es exquisita, el diseño de producción es maravilloso, la música es una delicia y la película una joya.

 

Vayan, en VO y pantalla grande siempre que sea posible, por favor.

 

(a veces es difícil o –directamente– imposible. Si ese es el caso hagan lo que puedan. Yo haré la vista gorda.)

 

Abrazos/as,

T.G.