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Lo sé, siempre lo sé. Estaban ya ustedes celebrando (asalvajados como acostumbran) mi fallecimiento prematuro. Pues no, he vuelto. Mala hierba nunca muere y ladran luego cabalgamos y blablablá. He estado en Escocia, metido en un tren una semana, y después otra semana por mi cuenta haciendo el burro por ahí. Viendo el mundo para ser un poco más sabio y que ustedes noten mi sapiencia. Lo malo es que, en mi esfuerzo por integrarme en las costumbres locales, descubrí demasiado tarde que el whisky, ingerido en cantidades industriales, puede llegar a emborrachar. Además, mi labor periodística me obligó a visitar media docena de bodegas y a catar los caldos en cada ocasión (estaba representando no sólo a un periódico sino a un país), a veces hasta con avaricia, no porque me gustara sino porque era mi deber. Ya saben, es un trabajo sucio pero alguien tiene que hacerlo.

 

Bueno, en resumen: estuve completamente borracho dos semanas. Podría intentar explicárselo con otras palabras pero esa es la verdad. Pueden avergonzarse de mi comportamiento si lo desean, no sabía lo que hacía, era como Ana Mato: aparecía en un sitio con una copa de whisky de 35 años en la mano y no sabía que hacía allí ni cómo había llegado. Les pediría disculpas pero la cuestión es que no me arrepiento.

 

En fin, algunos/as estarán pensando: “qué coñazo este tipo con sus putos viajes. ¿no tenía que escribir de cine?”. Otros/as pensarán que estoy perdiendo deliberadamente el tiempo para no ir al grano. Los/las dos tendrán razón: estoy divagando y tengo que escribir de cine. Así que allá voy.

 

La semana pasada fue en Estados Unidos el Memorial Day Weekend (MDW), que marca el inicio de la temporada cinematográfica veraniega, o sea: cuando Hollywood se pone las botas.

 

La cosa es que este MDW ha sido el más taquillero de la historia. Es decir que, desde que se llevan registros de las fechas en cuestión, nunca se había recaudado tanta pasta: unos 400 millones de dólares. “¿Y a mí qué?” piensa usted, mientras sus compañeros creen que está comprobando unas cifras en el ordenador cuando en realidad lee este blog. Bueno, pues que lo que demuestra esta morterada es que el modelo no es caduco, ni anticuado. El modelo funciona, al menos en Estados Unidos.

 

Especifico: Estados Unidos ha desarrollado (y muy bien) todo el tema del streaming .Netflix es el ejemplo más claro de que la política de apoyo a las plataformas de VOD (Video On Demand) tiene como resultado un exitazo apabullante. Luego están AMC, HBO, ITunes y hasta Amazon. Luego está la aniquilación de la piratería, reducida a mínimos históricos. La receta (podemos discutir cuánto pesa cada ingrediente) funciona de primera: el espectador estadounidense puede ver –casi– todo cuando le da la gana, donde le da la gana, pagando precios justos (Netflix ofrece suscripción mensual por 9 dólares) y con una oferta tan inmensa que resulta literalmente imposible acabársela.

 

España. Mínimos históricos de taquilla; 21% de IVA; distribuidores y exhibidores que parecen estar metidos en alguna camisa de fuerza de la que no saben cómo salir; cierre de salas; piratería hasta en la sopa y negación de la posibilidad (excepto por los nobles intentos de Filmin) de ver productos que no llegan al circuito comercial.

 

Ven, al final hasta me acabo poniendo serio, joder.

 

Por cierto, vi en Londres (en el IMAX del BFI) la última entrega de Star Trek. A-CO-JO-NAN-TE.

 

Hala, ya lo he dicho.

 

Abrazos/as,

T.G.