insensibles

 

 

He visto que algunos de ustedes han dejado libres al corrector que llevan dentro y me han recordado que no es “asalvajado” sino “asilvestrado”. Vale, de acuerdo, no lo voy a negar. Sin embargo es algo que ya sabía (mi corrector no me deja poner “asalvajado” sin subrayarla con ese color rojo que tanto desentona en el blanco y negro del folio) y que me propongo cambiar. Como decía Umberto Eco en “Apocalípticos e integrados” ninguna (r)evolución podría completarse si todos/as se dedicaran a seguir la corriente, sólo aquellos dispuestos a llevar lo contraria pueden crear las condiciones necesarias para cambiar algo. Por tanto, si yo insisto en “asalvajados” y consigo convencer a alguno de ustedes que es mejor que “asilvestrados” estaré dando el primer paso para que la RAE se lo plantee. Piénsenlo bien: asilvestrado suena antiguo, carpetovetónico, recuerda a un caballo tratando de librarse de la joven doncella que lo monta. En cambio, asalvajado hace pensar en un grupo de punkies arrancando un semáforo o en un tipo tratando de hacerse la manicura con un lanzallamas. Es mucho mejor, y ustedes/as lo saben.

 

En fin, hablemos de cine, aunque sea un poco. Bueno, quien dice de cine dice de algo que dan en los cines y que no tiene porque ser necesariamente una película, aunque por fuera lo parezca.

 

Esta semana estrenan una película llamada Insensibles. Cuenta la historia (a priori interesante) de un grupo de niños que nacen en un pequeño pueblecito de España antes de la Guerra Civil. A medida que crecen se advierte que tienen una característica muy especial y bastante perturbadora: no sienten ninguna clase de dolor. Eso hace que se (auto)lastimen con frecuencia y que sus padres y el resto de habitantes de la aldea decidan que deben permanecer en un centro, vigilados. Por su propio bien y el de los demás.

 

Por eso le encargan a un doctor que los recluya en una especie de psiquiátrico y los mantenga allí hasta que decidan qué hacer con ellos.

 

Como ya he dicho antes, el punto de partida era bastante interesante y de hecho los primeros 15 minutos prometen una muy buena película. Lamentablemente –y acto seguido– todo se precipita como un enano metido en un carro del Eroski y arrojado por un acantilado.

 

El primer problema de la película es que parece que a algunos no les vale con contar una historia pequeña desde un punto de vista local. No, lo que hay que hacer –piensan ellos– es crear una historia lo más ambiciosa posible, y meter allí todo lo que se les vaya ocurriendo: drama, terror, thriller, comedia (involuntaria). Claro, es como intentar hacer un arroz metiendo un poco de arena, algodón y fresas: como experimento artístico igual hasta luce bien, pero lo que es comérselo se lo va a comer el Tato.

 

Con Insensibles el error es la ambición, esa joroba que algunos confunden con una bola de cristal. El director mete hasta a los nazis en la narración (una ridiculez tan descomunal como pensar que los niños vienen de Murcia) y pasa de un drama bien construido a un tono de filme de terror de serie B que no se creería ni un fiscal anticorrupción (y mira que esos se tragan hasta que la Infanta es inocente). Además, aparece por allí Ramon Fontseré, un actor óptimo, gran conocedor de las artes escénicas y en especial del teatro, que aquí parece haberse bebido un caldero de absenta. Cada vez que sale este señor dan ganas de arrancarse los ojos con una cucharilla de café o meter la cabeza en una bañera de acido. Tira de un acento catalán (soy catalán, conozco bien el acento, no soy sospechoso de catalanofobia) que parece forzar para hacer el ridículo y que le hace parecer una parodia de científico loco, como si se hubiera caído de un guindo en la película equivocada.

 

Luego los nazis, la trama paralela, el drama impostado y… TATATATACHÁN: Alex Brendemühl. Brendemühl siempre me pareció un actor muy justito, pero ponlo a tirar de una película y le verás todas las costuras: tengo una planta en mi balcón que tiene más carisma que él. Llegados a ese punto la película se convierte en un lodazal tan absurdo que lo mejor es relajarse y echarse unas buenas risas. Hasta sale un monstruo… no, no es broma. Bueno, algo parecido a un monstruo.

 

Yo ya les he advertido, después no se me quejen.

 

T.G.