¿Han ido ya ustedes/as a ver La red social? Si se la han bajado no me sirve, que conste.

Antes de meterme en el tema, intentando no joderles la marrana (con perdón) déjenme advertirles de que este fin de semana llegan dos cositas que merecen su atención: la primera es el remake americano de Let the right one in (llamado Let me in), que a pesar de que a primera vista puede parece otra trastada del gran hermano americano para molestar a los cinéfilos es un pedazo de película que sin superar al original se queda muy cerca de igualar el listón.

La peli la firma Matt Reeves, un señor que dirigió la maravillosa Cloverfield (Monstruoso), aquella bestialidad fílmica sobre un bicho que se hubiera zampado a Godzilla con patatas y aún le hubiera sobrado sitio.

Reeves se atreve a ir un poquito más lejos que el original (no es broma) y encima cuenta con ese señor llamado Richard Jenkins, un auténtico genio capaz de subir el nivel de cualquier proyecto en el que participe. A mi, personalmente, ciertos aspectos de la película me recuerdan a La tormenta de hielo, aquella obra magna de Ang Lee sobre la desintegración de la familia y demás putadas.

En fin, que no os la perdáis porque os encontraréis frente a una agradable sorpresa, y tal como está el patio es bonito encontrar por ahí cosas que nos alegren la vida, ¿o qué?.

Bueno, con eso y otro de los estrenos de la semana, Stone (con un estupendo Edward Norton y un casi-bueno Robert DeNiro), ya tenemos para un ratito de diversión. Por cierto, no comentaré nada sobre Paranormal Activity 2 aunque me temo lo peor… la edad debe estar transformándome en un ser bueno y bondadoso.

Hala, y ahora –tal y como prometí- La red social.

Se ha hablado hasta la saciedad de la estructura a lo Rashomon de la película (ya saben, aquello de Kurosawa de fragmentar y aplicar distintos filtros narrativos a la trama) y de su fuerza como testimonio en pantalla grande de una época que sigue resultando confusa en cuanto a objetivos y resultados. Es decir, ¿hasta dónde llegara el rollito del Facebook?. Pues nadie tiene ni pajarolera idea pero es bastante posible que el asunto acabé explotando a fuerza de uso (y abuso).

Seguramente por eso es tan fascinante el guión de Sorkin, capaz de meter la cabeza en los rincones sin que parezca que lo haga, de observar sin influir, de ficcionalizar sin dejar de ser riguroso. El hecho de que los abogados de Zuckerberg (que no se caracterizan por su bondad y buen proceder) no hayan encontrado ni un recoveco donde meter la palanca de la justicia demuestra la solidez del libreto.

Por otro lado, el casting es absolutamente impresionante: Andrew Garfield (el próximo Spiderman) es la repera; Justin Timberlake está magnífico, serio, estupendo; y el feo oficial del nuevo Hollywood, Jesse Eisenberg, se carga a las espaldas el núcleo duro del film, su parte más plomiza, con la confianza de un veterano. No son pocos los que dudaban de que Eisenberg fuera capaz de llevar sobre sus hombros La red social y no son pocos los que han quedado en ridículo. Es lo que tienen las boquitas de piñón, que se acaban mordiendo la lengua.

La dirección de Fincher, por otro lado, es tan soberbia, tan inteligente, tan sagaz, tan morbosa, tan decidida, que me he quedado sin adjetivos para definirla. Fincher es el mejor, el puto amo, el rey del mundo, el emperador del séptimo arte… y me quedo corto.

Con eso, la (descomunal) música de Trent Reznor y Atticus Ross y el fantabuloso trabajo del director de fotografía Jeff Cronenweth (el de El club de la lucha e hijo del maestro Jordan Cronenweth, el que firmo aquella minucia llamada Blade Runner) el cocktail se te sube a las barbas como un político en plena campaña electoral.

Y ya está, no quiero revelar nada de nada, quiero que la virginidad os acompañe a la sala oscura.

La red social, señores y señoras, es CINE. C-I-N-E.

Olé.

Abrazos/as,

T.G.