Señores y señoras,

Qué tal están? Les tengo abandonados/as, pero estoy muy mayor para todo y especialmente para el jet-lag. Consideren esto: tardé 24 horas en volver a casa y cuando llegué me habían perdido parte del equipaje (naturalmente, sigue perdido). Eso llevó el total a 26 horas.

Desde entonces (martes) he estado entrando y saliendo de un estado semi-comatoso en el que no sé ni cuándo duermo, ni cuándo como, ni cuándo respiro. Por suerte, esta última función es automática.

Ayer decidí tomar de nuevo las riendas de mi vida y salir de casa para ver Batman vs Superman. Es trabajo, ya saben. Tengo que escribir de esa ‘película’ para un par de sitios y no me quedaba más remedio que verla.

Ya habrán advertido por las comillas en película, que lamento profundamente haber salido de casa para ver esa cosa.

El primer problema de Batman vs Superman es que se ha hecho únicamente con el objetivo de crear varias franquicias. No solo uno, que sería lo normal, no, sino varias. Por eso salen Wonder woman, y Aquaman, y Flash, y la madre que los parió.

Nolan se largó de Batman y dejó la franquicia temblando. Christian Bale ya ha dicho que no volverá a ponerse el traje del hombre murciélago y eso hizo que se buscara otro rostro para él: se escogió a Ben Affleck. La cagaron.

Ese es el segundo problema: si ya me cuesta conectar con El hombre de acero (ese montón de músculos al que alguien ha coronado con una cabeza), lo de Batman es peor. Me gusta Affleck, creo que es buen actor y mejor director, pero en esta película parece que está muy ocupado poniendo cara de tormento. Como si hiciera muchísimo tiempo que no puede ir al baño y no hubiera ninguna farmacia de guardia en Gotham.

El tercer problema es la deleznable falta de guión del filme: no se entiende por qué los dos superhéroes se cogen manía, y aún se entienden menos por qué se les pasa. Es decir, se odian a muerte una hora y media y de repente (por una memez) dejan de odiarse. Oiga, esto es serio, hablamos de Batman y Superman, no son dos chavales del barrio que han atropellado a una vieja haciendo el burro con la bici. Hay un crítico americano que decía que como si la extraña pareja (Oscar y Félix) decidieran un día que tenían que matarse.

El cuarto problema es el ruido. Por el amor de Dios, es insoportable, peor que una película de Michael Bay. Me costó 2400 milígramos de Paracetamol y cinco horas recuperarme de ese sonido machacón que produce la gente con capa tirándose cosas a la cabeza.

El quinto problema (y no se vayan, ahí más) es la entidad del villano. Si algo probó Nolan, es que una película de superhéroes es tan buena como su villano. Por eso segundo Batman, en el que aparece el Joker (esa impresionante creación del malogrado Heath Ledger) está considerada una de las mejores pelis del género de toda la historia. El malo, interpretado aquí por Jesse Eissenberg, es un trapo, un perchero, un ficus, una silla en una esquina del comedor en la que nadie se sentaría. El actor ni siquiera es capaz de darle al villano un toque cómico, una vena paródica que le haga conectar con la audiencia. Es una de las interpretaciones más torpes y mediocres que un servidor ha visto en su vida y el peor Lex Luthor de la historia, incluso peor que el del papanatas de Kevin Spacey en Superman returns.

El sexto problema es que esta película se toma demasiado en serio a sí misma, cuando todos sabemos que no da ni para un corto: Superman cogería a Batman y le arrancaría la cabeza. Le llevaría unos 30 o 40 segundos. Incluyendo los títulos de crédito de entrada y de salida, la película debería durar uno o dos minutos.

Hay más problemas, pero ahora debería comer o dormir (o quizás no) y encima esta noche cambian la hora, así que les dejo con una reflexión: ¿estamos ya hasta los huevos/ovarios de películas de superhéroes?

(Mi respuesta es: más Deadpool y menos de todo lo demás)

Ah, y ya que estamos, qué estafa tan burda es la cuarta temporada de House of cards. Y he perdido diez u once horas mirándola. Maldita sea mi estampa.

Abrazos/as,
T.G.