Nunca he sido demasiado fan de las exhibiciones de freaks.

Hace unos años cubrí para una revista con nombre de grupo musical un cosa llamada Jim Rose Circus donde entre otras atracciones salía un tipo llamado El Duque del Donut, que podía poner las piernas detrás de la nuca mientras se comía un trozo de pollo. Otro fingía que se comía un pez (era tan malo que si no tenías menos de 800 dioptrías no te lo tragabas ni de coña) y luego una señora, que resultaba ser la esposa del propio Rose, se ponía un cinturón de hierro en torno a la cintura y se daba tralla con una sierra circular. A pesar de que la entrada costaba 25 euros por barba y de que yo no había pagado ni un duro salí de allí con un cabreo considerable.

Digo esto porque aunque parezca que no venga a cuento Torrente 4 es precisamente eso: un desfile de freaks made in Spain. Solo hacía falta ver imágenes de la premier del filme con sus mil invitados para darse cuenta de que algo va mal en este país si tienen más peso específico Paquirrín, Belén Esteban y demás personajes patrios que cualquier reparto, guión y director que a uno se le pueda ocurrir.

No quiero ir de moralista, que quede claro, pero creo que deberíamos pensarlo un poco y reflexionar sobre que dice eso de lo que nos gustaría ver en los cines.

Que quede claro que me reí con Torrente 4 y que me pareció mucho mejor que la dos o la tres pero desde luego muy inferior a la primera, que era divertida, cínica y autoparódica. Después todo eso se perdió porque el personaje parecía demandar otra cosa y lo que en el original era un retrato de nuestras vergüenzas (por crudas que estas fueran) en los siguientes eran un celebración de lo peor de nuestra querida piel de toro. Por supuesto habrá quien piense qué no es cierto, que Torrente es simplemente un tonto y que no hay que sacar conclusiones de los largometrajes que protagoniza pero en mi opinión una cosa es la sátira y otra muy distinta la apología. Yo siempre he sido partidario de lo primero, pero cada uno tiene su opinión y este asunto no es ninguna excepción.

Lo que más me mosquea del personaje es que se hayan sacado de la manga el 3D (no acabo de verle el sentido narrativo si quieren que les diga la verdad) para poner las entradas a un precio mayor y multiplicar así las posibilidades de que la película gane los 20 millones de euros que necesita para que sus productores no se tiren por ninguna ventana. Es lo que tiene gastar 10 millones de euros en un proyecto, que la presión se convierte en algo terrible. Que quede claro que pienso que Torrente 4 no va a tener ningún problema para recuperar ese dinero y hacer aflorar unas cuantas sonrisas a los señores de las corbatas y los zapatos lustrosos pero me gustaría pensar que aún tenemos la capacidad de distinguir si lo que pagamos y lo que recibimos se mueven en una escala similar.

La película, lo repito, no es ningún despropósito y está bien hilvanada pero –lo siento- no me gusta la idea de que el cine español en su totalidad (de si el año va a ser bueno o malo) dependa de una sola película, y de que esta película sea Torrente 4. Creo que tenemos el talento suficiente como para exigir más.

Probablemente sea un ingenuo pero aún espero que el cine español me sorprenda (aunque sea de cuando en cuando) con propuestas nuevas o simplemente relecturas ingeniosas de otras cosas que ya hemos visto antes. No es que Torrente 4 sea mala, ni mucho menos, es que temo el día en que esa sea la única cosa que nos acerque a los cines volcados como estamos en los brazos de la economía productiva.

Hay otro cine ahí fuera y espero que siga teniendo espacio en nuestras oraciones, con o sin Torrente/s.

Ya lo he dicho antes: debo ser un ingenuo.

Abrazos/as,

T.G.