No, el título de este post no tiene que ver con lo que haría yo con algún radiólogo con bigote y el cerebro del tamaño de un cacahuete (aunque sí, un poco sí) sino con la mejor película de 2011, que siguiendo una tradición muy española, ni se ha estrenado aquí ni se va a estrenar nunca. Así que a uno le quedan dos opciones: 1) comprarse la película en amazon; 2) bajársela. Yo les aconsejo lo primero pero si hacen lo segundo tengan en cuenta que pueden acabar en un sótano oscuro donde un agente sudoroso de pelo en pecho les examinará las cavidades mientras un docena de ratas miran y aplauden. Yo ya les he advertido, después no quiero quejas.

Sí, me estoy yendo del tema.

La película se llama Warrior y cuenta la historia de dos hermanos que se odian entre ellos y a su vez odian a su padre. Ya saben, como cualquier familia que se precie.
El menor, interpretado por Tom Hardy (el señor que va a hacer de Bane en la próxima entrega del Batman de Christopher Nolan) es un tipo grande como el peñón de Gibraltar, uno de esos que te mira de reojo y te rompe la clavícula. Ex-marine y cabezón, es un luchador de primera clase que vuelve a los cuadrilateros por una promesa que no cabe desvelar. El otro, Brendan (interpretado por el increíble Joel Edgerton), es un profesor de química al que no llega la pasta para pagar las facturas. Su única salida es –como su hermano- volver a dar tortas como panes. El uno es un toro bravo y el otro un zorro pero los dos tienen sus motivos para arrancarte la cabeza.

Su padre, ojo al dato, es Nick Nolte. Ese hombre que ha pasado más tiempo en la comisaría que en su casa y que si el mar Mediterraneo fuera de ginebra se lo había bebido media docena de veces. Pero Nolte es un grande, un actor con armadura, un seguro de vida. Y en este papel, el del padre que ha estado ausente, alcohólico en rehabilitación, que seguro tiene mucho que ver con su propia vida, Nolte se crece tanto que la sombra le mide un kilómetro. Te coge el alma y te la parte por la mitad con cada palabra que sale de su boca y en ese tipejo, que ha sido un cerdo que le pegaba a su mujer y que trataba a sus hijos como basura, ves a un ser humano que ha hincado la rodilla. Y el muy cabrón te da pena. Te dan ganas de darle un abrazo a ese bastardo y decirle que todo se arreglará.

Y luego están Hardy y Edgerton. El primero da miedo, pero miedo de verdad. Un señor grande como una casa que camina con la cabeza gacha, como si fuera a embestirte en cualquier momento. Su papel, el del soldado con trauma que huyó de su casa siendo solo un niño, es el núcleo de la película: Hardy lo resuelve a base de músculo, nunca mejor dicho, y demuestra que a este señor hay que seguirle la pista, pero no muy de cerca no sea que se gire y te doble sobre ti mismo como si fueras una carpeta.
Edgerton es un actor tan tan tan bueno, los que no le hayan visto en Animal factory deberían subsanarlo inmediatamente (repito, si se la bajan el señor sudoroso les visitará con su pene-linterna) para tener una base sólida. En Warrior está maravilloso, es un tipo que te enternece (¿quién ha dicho eso?) y te conquista, quieres que todo le vaya bien aunque sabes que es un desgraciado vocacional.

Así es Warrior, una peli centrada en el mundo de las artes marciales mixtas en la que hay muchas hostias (después de verla me tuvieron que poner 40 puntos) pero que no descuida el balance emocional que cualquier filme debería tener. Cuando acaba uno tiene la sensación de haber visto algo real, no una memez donde una señora guapa se enamora de un señor guapo y ríen y lloran… y querrías tener un perro para sentarte en el porche de tu casa con él y verles pasar (a él y a ella) corriendo en llamas. Tampoco es una película de robots del espacio que se transforman en coches y camiones y furgonetas (una cualidad y que te hacen desear ser el dueño de un desguace y convertirlos en chatarra personalmente. Y no, no es una película de vampiros anémicos que no follan ni pagando y de hombres-lobo metrosexuales que dan tanto miedo como un caniche con paperas.

Warrior es de verdad: hay sangre, lágrimas, fracturas (muchas) y gente que lo pasa mal y que trata de sobrevivir como puede. Por eso nunca llegó a nuestro país, es mejor ver mamarrachadas y memeces.

Un peliculón de nueve y medio con banda sonora de The national.

El agente sudoroso está esperando ansiosamente que se la bajen.

Abrazos/as,

T.G.

P.D.: Gracias a ustedes/as por el apoyo. Son ustedes unos/as cabrones/as maravillosos/as.