El jueves 3 de junio se averió el Volkswagen Golf que compramos para realizar una prueba de 100.000 kilómetros. Se quedó en punto muerto en la autovía A3. La información de lo que sucedió cuando se paró la escribí aquí,  y en la foto del cuadro se ve que se quedó en el arcén con 111.893 kilómetros. Copio en azul el párrafo que escribí entonces:

«cuando todo parecía andar tan bien como siempre, de pronto se ha quedado en punto muerto. Es posible que yo haya rozado la palanca de cambios con el brazo al seleccionar una emisora en la pantalla táctil. Es posible que yo haya movido ligeramente la palanca desde la ‘D’ hasta la ‘N’. No lo sé. De pronto, el coche estaba en punto muerto y en la pantalla multifunción que está detrás del volante no aparecía ningún número ni ninguna letra relacionada con el cambio. He puesto la palanca en la zona de cambio manual, en la de ‘Sport’, de nuevo en la ‘D’ a medida que el coche iba perdiendo velocidad.»

«Ha sido todo tan suave que estaba seguro de que no pasaba nada. De que en cuanto parara el coche en el arcén, le quitará el contacto y cerrara las puertas, volvería a arrancar sin problemas. Me daba la impresión de que necesitaba un reseteo, como si fuera un error de Windows.»

«Nada que ver. He parado el motor, he puesto la palanca en la ‘P’ de Parada y el motor ya no ha arrancado más. Como si no tuviera batería. Ningún intento de movimiento del motor de arranque. Ningún ruido. Nada. No era problema de la batería, aunque lo pareciera por el sonido. Todas las luces funcionaban perfectamente. He intentado mover la palanca para dejar el coche en punto muerto y probar algo así como arrancarlo a empujón pero no he podido desenclavar la palanca de la posición ‘P’. Después de mi incredulidad, de asegurarme varias veces de que no funcionaba, de que yo no estaba haciendo nada mal, de que pisaba el freno, he llamado a la grúa.»

Aquel jueves tres de junio, llevamos el coche en la grúa a reparar al concesionario Volkswagen de Cuenca, que se denomina Turismos Villar.

Me tuvieron esperando una hora hasta que el encargado de la recepción me pudo atender. Estaba con otros clientes y tuve que esperar. Cuando uno va sin cita previa, pueden ocurrir estas cosas. Nada que objetar. Menos agradable fue que cuando me atendió no estuvo muy atento:

— ¿Qué le ha pasado al coche?

— Se ha quedado en punto muerto en la autovía y ya no he conseguido engranar ninguna marcha. Luego, cuando he puesto la palanca en la posición «P», ya no he podido desbloquearla de ese punto.—Le decía con la sensación de que no me escuchaba—. Luego, para subirlo a la grúa, he desbloqueado la palanca de su enclavamiento gracias a la ayuda telefónica de Volkswagen.

— Vale. Vamos a verlo.

El coche estaba fuera de la nave del concesionario. Lo bajé de la grúa en punto muerto y con el impulso de la rampa de la grúa cogí velocidad y lo aparqué en un hueco que había en perpendicular. (Nadie me felicitó, pero fue una maniobra muy habilidosa :-))

— De acuerdo —le contesté— Tenemos que ir con cuidado, porque si ponemos la palanca en la posición «P» se queda bloqueada y no es posible liberarla. Cuando se bloquea, además, no se puede quitar la llave del contacto.

Se sube al coche, presiona la palanca hacia adelante, la coloca en la posición «P», y me mira satisfecho.

— Perfecto, ya la ha bloqueado. Ahora hay que desbloquearla para moverlo y para quitar la llave del contacto si queremos mover el coche.

Eran casi las ocho de la tarde, quedaban pocos minutos para que cerraran el concesionario. Le da al botón de desbloquear la palanca. Pisa el freno y vuelve a intentarlo, le da algún meneo enérgico. La palanca no se mueve. Confirmo mi sensación de que no me escuchaba cuando me ha preguntado que qué le pasaba al coche.

Me mira con cara de extrañeza y me pregunta «¿Y esto por qué?» A la vez que lo dice se da cuenta de que su pregunta no tiene ningún sentido. Intenta quitar la llave del contacto y le vuelvo a decir que no sale. Estaba trabajando a piñón fijo y no escuchaba. Me queda claro.

Se baja del coche y me dice:

— Ven conmigo.

Le sigo.

— Coge los papeles del coche —me dice con tono de orden—. Bueno, no, no hace falta.

Yo ya había dado un paso atrás. Reanudo hacia adelante. Le sigo. Llegamos a su mesa, a unos cien metros de donde está el coche. Empieza a rellenar papeles.

— Necesito el número de chasis. Vete a por los papeles del coche.

Mientras voy hacia el coche el cabreo empieza a supurar. El paseo me sirve de tranquilizante. En estas situaciones me tengo que hacer el tonto, ser dócil, no quejarme de nada, para ver cómo me tratan. Me cuesta, pero lo consigo. Le llevo los papeles del coche. Soy muy obediente.

Acaba de rellenar los papeles. Le pregunto si sabe si hay trenes a Madrid o autobuses. Me dice que sí, que hay trenes y autobuses, pero que no sabe los horarios. Le pregunto si lo tendrán reparado para el día siguiente, porque en ese caso me puede merecer la pena quedarme a dormir en Cuenca y recogerlo por la mañana.

— Mañana es muy difícil que lo tengas.

Le comento la posibilidad de que me den un coche de sustitución y llama al teléfono de atención al cliente de Volkswagen. Al final me dejan un coche de alquiler durante tres días, que puedo devolver en Madrid. Inicialmente, me lo alquilan por 24 horas, por si la reparación dura menos. Ante el riesgo de que cierren la empresa de alquiler, la persona que me atiende acelera los trámites y me acerca en su coche hasta la estación de Cuenca. Finalmente se preocupa por mí y porque no me quede sin coche. Se lo agradezco. Por fin me trata de una forma correcta, incluso amable. Como no recibo llamada del taller en las 24 horas siguientes, llamo al teléfono de atención de Volkswagen y me amplían el plazo hasta tres días.

(Antes de salir hacia la estación acompaño a un mecánico al coche para mostrarle dónde se desbloquea la palanca de cambios, para que podamos poner el cambio en «N» y empujarlo hasta el interior de la nave. Lo empujamos entre los dos y me quedo más tranquilo. La posibilidad de que pasara toda la noche en el patio con las puertas abiertas me tenía intranquilo)

El domingo 6 devuelvo el coche de alquiler y trato de olvidarme del Golf. El cuerpo me pide llamar, pero espero a que me llamen ellos. No tengo que dar ni un paso.

El viernes 11, a las 11:24 horas, una semana después de dejar el coche en el concesionario, recibo una llamada.

— ¿Javier?

— Hola soy Jesús de Volkswagen. Te llamo para informarte. Me dice el Jefe del taller que ha enviado un «VIS» (eso me parece entender) a fábrica y que todavía no le han contestado. Le funde los fusibles.

— Entonces ¿no sabemos todavía qué le pasa al coche?

— No. Funde unos fusibles, pero no sabemos por qué. Hemos enviado un «VIS»  a fábrica pero no han contestado

— ¿Tenéis alguna previsión de para cuándo podrá estar disponible el coche?

— No. Hace ya tres días que enviamos el «VIS», pero no han contestado. Espero que no tarden mucho.

— De acuerdo. Gracias.

Transcurre otra semana.

Jueves 17. Mensaje en el móvil. 11:08 horas.

«Muy buenas Javier, soy Jesús, de aquí, de Turismos Villar de Volkswagen. Es para informarte del Golf. Vamos a ver. Me han dejado pedida una unidad de Mechatronic, pero lo que pasa es que está en suspenso de fábrica. Entonces hasta que no nos la manden de fábrica no la podemos montar. Si tienes alguna duda llámame. Un saludo.»

No llamo. El martes 22, por la mañana, mientras voy por caminos de tierra marroquíes, recibo otra llamada. Estoy conduciendo. No puedo escribir, pero más o menos me dicen: «La pieza del Golf ya está asignada. Tardan unas 48 horas en entregarla y nosotros necesitamos unas 24 horas más para montarla. Volvemos a llamar cuando tengamos su coche reparado.»

100.000 km. Volkswagen Golf. Turismos Villar. Cuenca.

Ayer, lunes 28, a primera hora de la tarde, recibo una llamada para decirme que ya tengo el coche reparado. Que ya puedo ir a recogerlo. Un coche de alquiler de Madrid a Cuenca, sufragado por Volkswagen, soluciona el asunto de logística.

Me acerco hoy a Cuenca a recoger el coche. Llego a las nueve de la mañana. Voy en taxi desde la sede de la empresa de alquiler hasta el concesionario. Llego a las 9:15. Veo nuestro Golf aparcado en la zona de entrega. Debe ser algo así como lo que los periodistas de deporte de las radios llaman la zona mixta, que nunca he sabido lo que es. Le hago una foto. No está lavado.

Le digo al recepcionista: «Vengo a por ese coche»

— Muy bien. Espere en la zona de espera, por favor.

Me avisa pasados unos diez minutos y me pide que firme papeles. Le pregunto qué le pasaba y llama al Jefe de taller. Me dice que ha sido un problema en la Mechatronic. Intento que me explique cuál es el problema concreto, qué es exactamente la Mechatronic y me contesta que el módulo de control del cambio. «¿Es un módulo electrónico o mecánico?». «Es electrónico y también mecánico». No consigo enterarme de lo que es. «Hemos tenido que medir el flujo eléctrico porque fundía los fusibles y han tenido que cambiar la Mechatronic.»

No sé qué es la Mechatronic. Nos enteraremos bien de qué es.

No me dan ningún papel porque no me cobran nada. El coche tenía fundida la luz de cruce delantera izquierda. Teníamos pendiente llevarlo a un concesionario para cambiarla (Así lo contábamos. No nos dio tiempo). La han sustituido y no la han cobrado. Me han asegurado que también tenía fundida una luz de freno posterior. Lo desconocía. También la han sustituido sin cargo.

Esas bombillas sustituidas y no cobradas compensan en parte que no hayan lavado el coche. Aun así, yo preferiría que me cobraran lo que tengan que cobrar y que me den el coche limpio, después de más tres semanas parado en su taller. Volante, asiento y pomo de la palanca estaban protegidos de la suciedad con plástico blanco.

Cuando me siento en el coche le hago una foto del cuadro. Tiene 111.957 kilómetros. Le han hecho 64 km. ¿Hacen falta tantos? Sobre el salpicadero del coche encuentro un papel que se han olvidado. Pone:

FUSIBLES

SB 2 (30A)

SB 5 (15A)

Volkswagen Golf. Prueba 100.000 kilómetros.