He ido este fin de semana al Teatro Lara, en Madrid, a ver la obra «Días de vino y rosas«, interpretada por Silvia Abascal y Carmelo Gómez. Me ha parecido una obra con altibajos y recomendable para ir a verla.

Me parece una obra difícil de interpretar. Silvia Abascal y Carmelo Gómez la salvan con solvencia y resultan creíbles, a excepción de instantes que se recuperan enseguida. Los momentos que te sacan de la obra, que uno se da cuenta de que está en el teatro, no arruinan el conjunto. Los altibajos están en los dos intérpretes y también en el guión (o en su adaptación). Altibajos que a mí no se me ocurre cómo resolver.

Yo iría a verla. El teatro, a diferencia del cine, nunca es redondo. Esta obra tampoco lo es. Yo prefiero haberla visto. El guión está bien rematado cuando obliga al protagonista a elegir. Agradezco que no recurra a lo sencillo.

(Al espectador que se dejó el teléfono móvil encendido, a pesar de los avisos antes de empezar la obra, le deseo que le suene el teléfono a las cinco de la mañana por lo menos durante una década y que no pueda apagarlo. ¿Qué hacer cuando en un momento de tensión le suena el teléfono a un espectador? ¿Escacharle el teléfono contra el suelo, acabar de romper la obra y darle con el teléfono en el paladar? ¿Callarse, intentar no molestar más, y desearle lo peor? Creo que si hubiera estado a mi lado lo hubiera ahorcado con la bufanda)