Desconozco qué le ha ocurrido a este país. De unos meses a esta parte todo ciudadano que camina reclama que silencien a alguien. Así, de memoria (yo que no tengo): Primero a un concejal del Ayuntamiento de Madrid por unos chistes, después a unos tirititeros por una representación en el barrio de Tetuán, fueron luego a por las portadas de El Jueves y en la última semana veo que piden que no se muestre un autobús de la organización Hazte Oír por unas proposiciones sobre los niños y las niñas y también leo peticiones para que castiguen a un eurodiputado por afirmaciones sobre las mujeres en el parlamento europeo y que castiguen a la reina del carnaval de Las Palmas por no sé exactamente qué representación.

En España tenemos una ley mordaza que nos impide mofarnos del rey o de la monarquía (jajaja). Ley nauseabunda. Ahora resulta, con todo lo que hemos leído, que no vamos a poder decir que el rey está desnudo. ¿De verdad alguien cree que el rey va vestido sólo porque todo el mundo diga que va vestido? Y si va vestido, ¿tan frágil y estúpido es el rey que se va a quedar desnudo porque todos o algunos lo digamos?

El rey, si de verdad quiere que lo respetemos, tiene que soportar con frialdad nuestra opinión. La que sea. Desde que es memo, hasta que va desnudo a que no tiene más mérito que haber nacido en una cuna apestosa. ¿Es tan débil mental nuestro rey o tan débil la institución de la monarquía que se desmorona si nos mofamos de la persona que ostenta el cargo o de la institución? Si es así de débil, hacemos bien en mofarnos. Para que caiga. Y si es fuerte, que lo demuestre.

Es imprescindible que todos ofendamos y que nos ofendan. Sin ofensas no hay debate y sin debate no hay evolución del pensamiento. Nos hemos vuelto una sociedad puritana e infantiloide, en la que nadie aguanta un meneo. En la que hay que pedir perdón por opinar. Usted perdone, pero mi opinión es esta. ¿Usted perdone? Si se ofende que le den. Esta es mi opinión. ¿Cuál es la suya? Debatamos. ¿Que opina que soy un ladrón? Demuéstrelo. ¿Que opina que soy tonto? ¿Qué tiene de malo ser tonto? ¿Cuántos somos tontos en el mundo?

Insultar, insultar. ¿Qué significa insultar? ¿Qué es un insulto? ¿Que me llamen tonto, imbécil o gilipollas es un insulto? Tonto, imbécil y gilipollas son condiciones humanas. ¿Son las mías? Pues se parecen bastante, pero sean las que sean mis condiciones no van a cambiar porque otro intente asimilarme a las que a él le parezcan.

Un interlocutor en Twitter, o una interlocutora, no lo sé, me decía que hay que prohibir los comentarios transfóbicos porque el 50 por ciento de los jóvenes transexuales se suicidan. No le contesté, pero si algo ocurre con los transexuales, precisamente, es que no se habla de ellos, ni para bien ni para mal. Este autobús, con esas proposiciones, ha hecho mucho bien a los transexuales, porque mucha gente hemos salido en su defensa, mofándonos de esas proposiciones pretenciosas. No hace falta que todo el mundo quiera y respete a los transexuales para que los transexuales puedan vivir cómodamente en este mundo. A los transexuales los tienen que querer, cuidar y proteger sus padres, como a los blancos no transexuales, y sus novios y sus novias y sus amigos. Pero no todos los ciudadanos del mundo. ¿Por qué alguien me puede obligar a mí a que me gusten o a que no me gusten los transexuales?

De hecho, es imposible que todo el mundo quiera y respete a los transexuales, a los heterosexuales, a los homosexuales, a los blancos, a los negros, a los fascistas, a los comunistas, a los demócratas. ¿Por qué esperamos que todo el mundo nos mime, nos quiera y nos respete? ¿No nos damos cuenta de que eso es imposible? Parece que nos empeñemos en vivir el cuento del hada buena y bondadosa. Y no.

¿Vamos a impedir que los racistas negros opinen sobre lo ineptos que somos los blancos? ¿Pero no tienen los negros y los blancos y todos los racistas del mundo que poder expresar libremente sus opiniones precisamente para que podamos hablar sobre ellas y rebatirlas y aprender? ¿Qué posibilidades tiene una persona de cambiar de opinión si ni siquiera le permitimos expresar su opinión? Es un disparate.

Por otro lado, hoy en día es imposible limitar la libertad de expresión. El Papa, Hazte Oir, los tirititeros o cualquiera de nosotros tenemos miles de caminos para hacer que nuestros mensajes lleguen, incluso de forma anónima, a todo el mundo. Limitar la libertad de expresión tiene el mismo efecto que limitar la descarga de música por internet. Alguien irá a la cárcel, sí, pero ni las ideas ni la música pueden encerrarse en la cárcel y vuelan de oído en oído.

El europarlamentario este ha dicho unos disparates de quinto grado. Lo que a mí me parecen disparates de quinto grado quiero decir, como es obvio. Un interlocutor me ha dicho que sus palabras son fruto del odio y que por tanto son violencia y, además, cosifican a las mujeres .

Si no fuera triste me haría gracia. ¿De verdad este interlocutor, que pretende defender a las mujeres, las considera tan débiles frágiles y tontas como para que la opinión de un tontolaba las reduzca a la condición de cosa? Por mucho que intentara este gaznápiro reducir a las mujeres a la condición de cosa no lo conseguiría nunca. Los problemas de las mujeres a mí me parecen graves, pero no dependen de la opinión de un europarlamentario. Vienen de muchos siglos atrás y por desgracia llevará todavía muchos siglos cambiar el estado de las cosas en buena parte del mundo.

Pero, y además, ¿Podemos reprimir los sentimientos? ¿Podemos reprimir el odio, el miedo, la vergüenza, la cólera y el amor? ¿Cómo no vamos a poder odiar a quién nos dé la gana y cómo no vamos a poder decirlo? ¿Podemos acaso dejar de ser seres humanos?

El odio es un sentimiento imprescindible para muchos seres humanos. Sin odio, no serían ellos. ¿Podemos anestesiar el odio a voluntad? ¿Conviene que prohibamos expresarlo y vivirlo, que se enquiste y que explote? ¿No es mucho más sensato darle salida a través de la palabra para poder escuchar, dialogar y prevenir? En todo caso, ¿son las mujeres tan débiles como para no soportar que haya gente que las odie? No, no lo son. Hay gente que odia a las mujeres en su conjunto (o casi) y, gente, mucho peor que el odio, que las desprecia. Pues claro. Y habrá mujeres que odien a los hombres en su conjunto (o casi) y que nos desprecien. ¿Y?

Todos debiéramos rodearnos de quienes nos interesa, de nuestros amigos, de gente que nos trate bien, que nos respete y nos quiera. Las leyes tiene que obligar a respetar a las personas (no a los cargos, no es lo mismo meterse con el rey que con Felipe de Borbón. No son lo mismo, uno es la persona y otro el cargo, por mucho que a ellos les interese confundirlo), pero ni sus ideas ni sus condiciones. ¿No va a poder mofarse cualquiera de mi cortedad mental, de mi estatura de pez y de mi ilimitada capacidad para el mal? ¿Voy a ser yo diferente a como soy sólo porque alguien piense sobre mí que soy muy listo?

Existe un recoveco sinuoso en todo este asunto: la apología de la violencia física. ¿Debemos limitarla? Mi opinión es que tampoco. Incluso la apología de las mayores salvajadas debe ser libre. Primero, porque hoy en día no hay forma de limitarla. Y, segundo, porque la mejor forma de combatir la violencia es conocer su origen. Si obligamos a callar a quienes hacen apología de la violencia (como ocurre hoy en día) no frenamos su capacidad de reclutamiento (como sufrimos cada día). Y, además, nos preparamos peor para combatir a los apologetas.

Quiero poder ser misógino, homófobo, demócrata, fascista, comunista, heterófobo, feminista, machista y todo lo que me dé la gana. Quiero poder ser creyente en dios y ateo de todos los dioses. Quiero poder pensar lo que sea capaz de pensar, lo que sea capaz de inventar, lo que sea capaz de aprender y poder decirlo sin que nadie pretenda callarme. Quiero vivir como un ser humano y no como una abubilla.

Sé que hay otros seres humanos que no quieren eso. Que nos quieren a todos calladitos, poco pensativos. Para que no nos molestemos los unos a los otros. Para que el sol siga girando siempre alrededor de la tierra. Lo que sea, con tal de no ofender y de no sentirse ofendidos.

Otros quieren que todo el resto de la humanidad piense como ellos y si no piensan igual, que se callen.

Esa represión del ser humano, de la condición humana, no puede acabar en nada bueno. Debatamos y estrujemos las ideas hasta que sangren. Que cada uno proponga y defienda lo que mejor le parezca.

Y ofendamos. La ofensa es capital. Si no ofendemos, si no nos ofenden, estamos muertos.