Acabo de ver la siguiente campaña en los autobuses municipales de Madrid.

«Respeta y apoya a los profesores» (Además de la frase aparecen en la publicidad un chico y una chica jóvenes, yo diría que con cara más bien pánfila, pero eso probablemente no sea relevante)

Es una frase nefasta. Lo digo yo que no tengo ni idea de publicidad. El imperativo es el peor de los modos verbales posible para convencer a alguien de algo. Y si lo que se pretende es imponer (en lugar de convencer), que no me parece mal, entonces deben quedar claras las penas para quien incumpla.

¿Necesitan apoyo los profesores? ¿Apoyo para qué? ¿Son los alumnos quienes deben dárselo? ¿Son débiles los profesores? ¿Son los alumnos quienes deben hacerlos fuertes?

Los profesores no se merecen esta campaña.

El imperativo del anuncio me recuerda al «Exijo» de los políticos. «Exigimos al presidente del gobierno (o al de la oposición, da igual) que rectifique». ¿A sí? ¿Con qué fuerza lo exige? ¿Qué signfica exigir en esta circunstacia»

Con los imperativos me ocurre lo mismo. ¿Qué significa el imperativo en estas circustancias?

La enseñanza debería servir para poco más que para preguntarse por qué en cada situación. Preguntar por qué e interesarse por buscar respuesta. Lo normal, en el caso de alumnos bien educados, sería que se preguntaran por qué tienen que respetar y apoyar a los profesores.

Uno de los motivos podría ser la expulsión o el castigo de quien no lo haga. ¿Sabemos qué es y que no es castigo para los alumnos? Otro podría ser el beneficio propio del alumno. Seguro que hay muchos más.

Esta campaña está pensada por alumnos mal educados. Alumnos que no se preguntaron por qué. Alumnos que no conocieron el punto de vista. Este imperativo de mayores nunca puede ser utilizado por un joven para convencer a otro. Es una frase que sabe rancia en la boca de cualquiera.

Se empieza por establecer la enseñanza obligatoria y se termina por usar el imperativo para que se apoye a los profesores. ¿Me obligan a estudiar y tengo que apoyar a quien (representa a quien) me obliga? ¿En qué cabeza cabe eso?

Los alumnos que han diseñado la campaña y los que la han aprobado tampoco estudiaron Derecho. No aprendieron que las normas hay que poder cumplirlas. ¿Es una norma apoyar a los profesores? Si es una norma, ¿Cómo garantizamos su aplicación? ¿Qué es si no una norma? ¿Una recomendación? ¿Es coherente utilizar el imperativo para las recomendaciones?

Le enseñanza obligatoria es un contrasentido. El conocimiento sólo puede servir para incrementar la libertad. Obligarnos a incrementar nuestra libertad es una perversión. Es el primer paso para introducir a las personas en el sistema «que sabemos que funciona», en el rebaño, en el camino trillado. El sistema que adocena y reduce la intranquilidad y la inventiva.

Las matemáticas, que parecen tan objetivas, son parte de un sistema establecido, de una escala de valores, de un más y un menos. Enseñamos matemáticas «que son imprescindibles» y modelamos obligatoriamente a los niños con la horma de la mayoría. Les obligamos (la sociedad les obliga) a entrar en el redil del conocimiento útil y social. ¿Hemos pensado bien si nos interesa este método?

A mí me gustaría que a los alumnos les enseñáramos poco más que a preguntarse por qué, que les sedujéramos con el conocimiento y que se dedicaran a otra cosa aquellos que no quieren aprender. La enseñanza obligatoria se sustenta en un imperativo perverso. Me parece más instructivo que fuera responsabilidad de los padres obligar a sus hijos asistir a clase, a buscar los imperativos adecuados y facultad de los colegios e institutos despedir a los alumnos que no respeten las normas.

El producto de esa enseñanza obligatoria somos adultos adocenados, sin criterio, incapaces de analizar e hipotecados por el ansia de tener, que recomendamos con imperativos u obligamos sin capacidad. Adultos perdidos en nuestro propio lenguaje.

En una campaña dirigida a alumnos el mensaje debería ser claro. Utilizar el imperativo para las recomendaciones es propio de iletrados. Los alumnos se mofarán de esta campaña hasta por instinto, sin necesidad de analizarla.