En Uganda han asesinado a un hombre por ser homosexual. He descubierto en la prensa que en 70 países la legislación condena con pena de cárcel la homosexualidad y que en algunos la pena es de muerte.

Condenar la homosexualidad es equivalente a condenar la heterosexualidad, la inteligencia, la estulticia, la estatura, el número de pie, el color de piel, el tamaño del ombligo.

En una revista de Uganda se publicó a finales del año pasado el nombre de 100 homosexuales e incitaba a la población a aniquilarlos, con el pretexto de que «iban a por sus hijos». La homosexualidad y la pederastia son asuntos completamentes diferentes. Hay homosexuales pederastas y heterosexules pederastas. A nadie se le ocurre penar la heterosexualidad por ese motivo.

Me importa poco si el homosexual nace o se hace. Es irrelevante. Si fuera una enfermedad, como dicen algunos, sería equivalente a la enfermedad de la heterosexualidad.

Homosexual, heterosexual, bisexual o asexual. No sé si es una opción o una condición. ni siquiera sé si significa algo. Sea lo que sea, si esas definiciones esconden algún conocimiento no tiene más relevancia que la del propio conocimiento.

Para ser perfectamente transparente, les confieso que no tengo claro de qué hablamos cuando hablamos de homosexualidad y heterosexualidad. No entiendo qué significa eso de que «te gustan los hombres o que te gustan las mujeres». A mí no me gustan las mujeres. Algunas, me disgustan mucho. Tampoco me gustan los hombres. Algunos también me disgustan mucho. ¿Por qué nos empeñamos en clasificar, en dibujar fronteras a algo tan sutil como los sentimientos, las pasiones, las pulsiones sexuales. Esta clasificación es tan estéril como la que nos clasificara por el tamaño del ombligo.

Los prejuicios matan. En este caso no requiere más explicaciones.

Los diferentes nos dan miedo . Entiendo que suceda. Frente a lo desconocido, nos ponemos en alerta. Pero al ser humano le conviene vencer estos miedos, abrir los ojos para entender que la tierra no tiene por qué ser el centro del universo ni que la heterosexualidad el centro de la sexualidad.

Tengo el convencimiento (puedo estar equivocado) de que el terror a la homosexualidad proviene en gran parte del miedo a que nos guste el bien despreciado. Me hace mucha gracia esa expresión tan habitual, cuando uno envía a otro «a tomar por el culo». Es recurrente la coletilla: «A ver si te va a gustar y la fastidiamos».

¿Cómo que la fastidiamos? ¿Dónde esta el fastidio si nos da gusto? Quien teme que algo le guste se pierde un mundo de posibilidades de placer. Y, por supuesto, gana un mundo de posibilidades de perder el control.

Yo soy homosexual. Por supuesto. Y heterosexual. Y no soy bisexual porque no me da la gana.

Sea lo que sea, lucharé siempre para que no se discrimine a nadie por sus opciones sexuales. En Uganda y en muchos otros lugares del mundo, España incluida, los prejuicios contra los homosexuales obedecen a miedos que nos conviene vencer. Conozco a personas insoportables y a otras maravillosas. A algunas de ellas les gustarán más las de su mismo sexo y a otras les gustarán menos las de su mismo sexo. Y a algunas les gustarán las alcachofas y a otras no (Increible. Con lo buenas que están.)