Los sindicatos amenazan con una huelga general. Los trabajadores de este país, sobre todo los parados, necesitamos darles motivos para que la convoquen.

El Estado del Bienestar de España es insostenible. Mantener el sueño de perpetuarlo sólo ahonda nuestra ruina. El peligro de no afrontar la realidad es mucho peor que vivir con la ilusión permanente basada en el deseo.

Tenemos que afrontar que no nos queda más remedio que competir con otros países, que vivimos en un mundo abierto, que no hay forma de generar riqueza si no somos capaces de generar productos a menor precio que nuestros competidores, que no se genera riqueza si no tenemos las mejores herramientas, los mejores procesos para generar valor, la mejor investigación.

Estoy convencido de que ese cambio del modelo productivo sólo es posible mediante una profunda reforma laboral. No tengo la certeza de que sea condición suficiente. Sí de que es condición necesaria.

La dialéctica capital-trabajo es una reliquia del pasado. Vivimos en un mundo de clientes y proveedores, todos clientes y todos proveedores. Todos somos empresa. Todos tenemos que asumir riesgos y beneficios. No queda otra posibilidad.

El consumo basado en la confianza de un puesto de trabajo garantizado es un mito perjudicial para cualquier economía. Esa garantía no puede existir. No existe de hecho, por lo que el consumo tienen que estar basado en ahorros anteriores no en garantías ficticias de futuro. Igual que las empresas son dignas de crédito podemos serlo los particulares sin necesidad de contratos garantizados. Con diferentes asunciones de riesgo.

La situación es peliaguda. Estamos en el Euro y la rigidez del tipo de cambio nos obliga a los Estados miembros a ser competitivos dentro de la zona de cambio. Si no lo somos, la única alternativa es el paro.

Necesitamos una revolución social. Necesitamos que los sindicatos dejen de realizar acciones cuyo único objetivo es mantener sus privilegios, proteger a un grupo de ciudadanos con la ‘garantía laboral’ de contrato blindado, cuando ninguna empresa en este país tiene contratos blindados con sus clientes. Los sindicatos no protegen a los parados. Al contrario. Son una de las principales causas del elevado número de parados que hay en España.

No podemos permitir que nos chantajeen con las huelgas generales. Son un lobby de presión para defender los intereses de un grupo de privilegiados. No cedamos. Que convoquen huelgas no debe intimidarnos.

Necesitamos que el gobierno (el que sea) presente una reforma laboral que incentive la colaboración de las sociedades con una parte de sus proveedores (los que cobran mediante nómina). Que incentive la movilidad laboral, las relaciones independientes sin convenios artificiales que nada tienen que ver con la realidad de cada actividad, sin privilegios de unos trabajadores sobre otros, que incentive la asunción de riesgos y el estímulo para trabajar cada día.

Los sindicatos son un grupo de presión más, ahora son un grupo de privilegiados que pretende mantener sus prebendas. Estoy seguro de que en tiempos de grandes privilegios para los empresarios, para los poderosos, era necesaria esta presión por parte de los trabajadores, porque no tenían otra alternativa de conseguir beneficios para ellos. Ese tiempo ha pasado.

En occidente no los necesitamos para evitar la explotación del hombre por el hombre. Ahora lo que tenemos que hacer es acabar con los privilegios de todos, de empresarios y de trabajadores. Eso no se consigue mediante grupos de presión con intereses opuestos en los que cada uno lucha por su parcela, porque la mayoría no estamos en ninguna parcela y nos quedamos fuera de ese reparto de poder. Tenemos que buscar otras herramientas para conseguir que no existan privilegios, ni para unos ni para otros.

Ahora mismo, los sindicatos forman parte del grupo de abusadores (como los veteranos en la mili), que prefieren llevarnos a todos a la ruina antes que renunciar a sus cuotas de poder, de garantías, de blindajes. A lo que ellos llaman derechos ganados con años de lucha, que no son más que prebendas basadas en el chantaje. Es posible que en otro tiempo fuera imprescindible porque ‘el capital’ era el poderoso y ventajista. Eso se acabó. Tenemos que acabar con los privilegios del ‘capital’ y de los ‘trabajadores’, que es bien distinto a otorgar prebendas a unos y otros.

No cedamos a su chantaje. Eliminemos los privilegios de unos trabajadores sobre otros, para que no les quede más remedio que competir cada mañana de tú a tú por su puesto de trabajo. Como hacemos todos los demás.