Cuentan los periódicos que la exvicepresidenta de la Junta de Castilla y León no se enteró de un golpe con un camión que le arrancó parte del paragolpes de su coche. También cuentan los periódicos que la exvicepresidenta afirma que sólo bebió dos cervezas antes de dar 0,77 miligramos de alcohol por litro de aire expirado en el primer test. La exvicepresidenta, que según cuentan los periódicos estudió la carrera de medicina, achaca este resultado a la ingesta de ansiolíticos. (Yo, que no he estudiado medicina, me pregunto qué tendrán que ver los ansiolíticos con la presencia de alcohol en sangre, pero sólo es una pregunta. Es posible que tengan alguna relación que desconozco y que no soy capaz de imaginar).

De lo que no tengo nada que preguntar es de la afirmación realizada por la exvicepresidenta: «La primera sorprendida fui yo. En ningún momento he sido consciente. Si yo hago un rayón dejo mi móvil y hago un parte«. Un roce con un camión significa pasar muy cerca de un camión (y tan cerca) que resulta increible que alguien que va adelantando no se entere de esa cercanía. Pero es que (ejque), además, el conductor del camión asegura que hizo señales acústicas y luminosas al vehículo que le rozó.

Cabe la posibilidad, pequeñísima posibilidad, de que el conductor de un coche que da 0,77 mg de alcohol por litro de aire no se entere del golpe que se ha dado con un camión si no lo ve. Cabe la posibilidad de que esté mirando la pantalla de la radio o el móvil mientras adelanta (ya me extraña) y que ni siquiera vea lo grande que se ve un camión cuando pasa tan cerca. También cabe la posibilidad de que el roce que te descuelga el paragolpes sea tan silencioso que ni te enteres. Es casi más raro que no ver el camión, pero puede pasar.

Lo que no resulta creíble en absoluto es que no te enteres de ninguna de esas dos cosas (uno puede ir muy ciego, pero ¿ciego y sordo?) y que tampoco te enteres o que te preocupe lo más mínimo que un camión al que acabas de adelantar tan arrimao te haga luces y toque la bocina.

Es decir. No me creo nada de nada de lo que dice esta exvicepresidenta. Yo no digo que mienta. Válgame el cielo, no vaya a aparecer la médica ausente y ocurrírsele alguna inyección ansiolítica. Lo que digo es que lo que dice es increíble, que no hay nadie que pueda creérselo. Y claro, de poco sirve que algo sea verdad si nadie puede creérselo y de hecho, nadie se lo crea.

Los ciudadanos podemos creer muchas mentiras. Por desgracia, nos las creemos todos los días y de todos los colores. A veces, quien miente, gana. Otras veces, sin embargo, los ciudadanos no nos creemos nada. No negamos que pueda ser verdad. No decimos que la exvicepresidenta mienta. Nooooo. Sólo decimos que no nos la creemos.

Lo que le pido, ya puestos, es que no insista. Que no se preocupe por concretar si fueron una o dos cervezas (¿Ha dicho el tamaño de las cervezas en alguna declaración?). Que nos da igual. Que su historia es increible de arriba abajo.

No, no se queje Rosa Valdeón. Pocas personas tienen la suerte de vivir experiencias increibles. Usted, porque usted sabe que no miente, ha tenido la fortuna de vivir una de ellas. Fortuna de verdad, porque se podía haber hecho mucho daño usted y, sobre todo, podía haberle hecho mucho daño al camionero, que no consta que llevara encima ni media caña ni medio ansiolítico.

Lo que usted cuenta sobre su accidente con un camión es absolutamente increíble. Tanto, que parece que sea mentira. Usted no es cándida. Sabe que no nos lo creemos. ¿Para qué la pantomima?