En la industria del automóvil, en la que yo me muevo cada día, todo el mundo que tiene algo que decir reclama que se reduzcan los impuestos, que se fomente el consumo, reclama en definitiva que se compren coches, porque en este país se fabrican muchos coches cada año y tenemos que mantener viva esta industria. Que reduzcan los impuestos, que recaudaremos más, dicen en la patronal del sector. Hay muchos puestos de trabajo en juego: en España se fabrican millones de automóviles cada año y exportamos alrededor del 80 por ciento de todos los que fabricamos.

Muchos economistas propugnan algo parecido con la economía mundial: incrementen el déficit público, aumenten el consumo, que mientras más consumamos todos, más puestos de trabajo tendremos, porque más personas habrá empleadas para producir esos bienes.

Este circulo virtuoso teórico, fácil de entender, no parece tener pega alguna. Vamos a fabricar mucho dinero, que con ese dinero los ciudadanos puedan comprar, habrá demanda y con demanda trabajaremos más e importaremos más, con lo que el dinero llega a otros países que producen y todos tan contentos. La máquina no se rompe. ¿Cuál es nuestro esfuerzo? Producir dinero. ¿Cuál es el problema? Ninguno, porque tenemos una máquina de hacer dinero y hay países que quieren nuestro dinero.

Tenemos deuda, sí, pero no se preocupen ustedes por la deuda, que la verdad es que no vale nada, porque nosotros tenemos la máquina de hacer dinero y a ellos les gusta nuestro dinero. ¿Por qué les gusta nuestro dinero? Bah, esa pregunta mejor no hacérsela. Ellos sabrán. En realidad, ¿qué significa tener deudas? ¿Qué es mejor, deber o que te deban?

En esta carrera desatada por el consumo, los humanos nos olvidamos de dónde parte la riqueza. Nos olvidamos de que toda la riqueza que nosotros consumimos sale de algún sitio. Adam Smith decía que la riqueza proviene del trabajo y que cuanto más trabajemos más ricos seremos. Y eso es cierto, pero con límites. Al trabajar, lo que hacemos es transformar la energía de partida y convertirla en energía utilizable por el hombre. Transformamos la energía de la tierra en un ladrillo (con un consumo ingente de energía para el ladrillo y para el cemento) que colocamos en una pared, también con un consumo enorme porque los ladrillos llegan en camión y suben en grúa, siempre a toda velocidad.

La arcilla para dar forma al ladrillo quizá no escasee nunca, pero hay otros recursos naturales que sí escasean. Es el planeta tierra el que nos pide un tipo de interés muy alto por esa deuda que tenemos con él. Porque nosotros creemos que tenemos una deuda de unos países con otros, pero es falso. Con quien tenemos la deuda es con el planeta, del que tomamos los recursos y no le damos tiempo para recuperarse.
El problema grave no es deberle a otros países, sino que todos los países en conjunto estamos pidiéndole a la tierra y al sol más energía de la que son capaces de darnos en forma útil para el aprovechamiento humano. Esa tensión que tenemos con el planeta es la que hace que nos cobre unos tipos de interés muy altos y que cuanto más queremos crecer más nos cuesta crecer, más rápidamente agotamos los recursos, mayor tipo de interés nos reclama la tierra, que no es capaz de bombear tanto petróleo como nosotros le pedimos, ni absorber tanto CO2 en la atmósfera como nosotros le emitimos, ni  guardar de forma segura tantos residuos nucleares. Los tipos de interés que nos exige el planeta son elevadísimos y cuanto más le exigimos más los sube y peor viviremos.

Es obligatorio que relajemos la exigencia al planeta, tenemos que consumir menos energía para conseguir energía (ese es el tipo de interés, la energía que gastamos para conseguir energía), y si reducimos ligeramente la exigencia, ganaremos mucho, porque pagaremos menos en intereses de nuestra deuda con el planeta.

Algunos economistas nos empujan a consumir más, como si la posibilidad de un crecimiento indefinido fuera razonable. Nos llevan al abismo, a gastar más energía en conseguir energía que la energía que conseguimos. Nos llevan a tipos de interés infinitos. Y esta deuda sí es real. En el planeta real, en la termodinámica del asunto, no hay catalizadores que nos la perdonen.

Consumir menos supone un empobrecimiento seguro a corto plazo. Un empobrecimiento inmediato mayor que el empobrecimiento al que nos lleva la lucha contra el planeta. Pero a medio plazo va a ser un empobrecimiento mucho menor.

¿Qué significa medio plazo? Depende mucho de varios factores: el cambio climático es uno de ellos. ¿Es cierto o falso? No tengo respuesta. No lo investigo y hay opiniones de investigadores para todos los gustos. Sin embargo, sí me parece que hay indicios preocupantes y que por lo menos debiéramos ser prudentes.

Otro de los factores es la capacidad de producción del petróleo. ¿Se ha superado el máximo? ¿Cuánta más energía tenemos que emplear para alcanzar la misma producción? ¿Qué tipo de interés tenemos que pagar para obtener la misma cantidad de energía? En función de la rapidez con la que suba ese tipo de interés el medio plazo se acortará más o menos.

Tercer factor: El futuro de la energía nuclear, de los residuos

Cuarto factor: la rapidez con la que se obtengan mejores rendimientos de la energía solar, eólica y otras alternativas…

Quinto factor: La fusión nuclear.

Todos estos factores y algunos más de otros recursos escasos determinaran la pendiente de las diferentes curvas.

Yo sé que en España se perderían muchos puestos de trabajo si se vendieran menos coches. Incluso es posible que se pierdan puestos de trabajo en km77.com. ¿Quién dijo que fuera fácil? Yo sé que a los anunciantes de esta casa les gustaría que se vendieran más y más coches. Pero tengo el convencimiento de que a medio plazo (un plazo que no sé definir) se perderán muchos más puestos de trabajo si nos empeñamos en gastar más en todos los sectores, en gastar porque sí, en incrementar el gasto público y el privado, si no reducimos el déficit con rapidez. Gastar para ser más rico es un concepto equivocado.

Tenemos que invertir. Tenemos que invertir para obtener mejor eficiencia de todos nuestros procesos productivos, que significa mayor eficiencia en la transformación de una energía en otra. Conseguir menores pérdidas de energía durante nuestro trabajo es el resultado que debemos obtener de la inversión necesaria para que nuestro esfuerzo resulte más productivo, podamos sacar mayor provecho de la energía existente y vivir con mayor comodidad a partir de una cantidad dada de energía.

Invertir significa mejor formación, estudiar y sacar provecho de los estudios es el pilar básico del futuro de nuestros hijos. Estudiar e investigar es nuestro único futuro. Consumir en procesos de bajo rendimiento es nuestra ruina.

Gastar energía con el convencimiento de que hacerlo nos permitirá vivir mejor, es un error garrafal de concepto. Por eso mismo, porque es un error conceptual, ninguno de los economistas que lo defiende es capaz de explicarlo. Recetan la medicina para que la apliquemos como acto de fe. Hablan de gastar más  para vivir mejor. Así, sin esfuerzo. Si fuera así de fácil y beneficioso. ¿Por qué se iba a negar alquien a hacerlo? ¿Por qué no se preocupan en analizar los efectos secundarios de su medicina recetada?