Hoy se cumple una semana del accidente de tren en Santiago de Compostela. Una semana en la que los medios, por norma general, han utilizado la catástrofe para ganar audiencias. El respeto a la información de calidad no parece haber sido una prioridad. Es posible que algunos medios defiendan que en su caso sí ha sido prioritario. Probablemente ellos y yo no entendamos lo mismo por información de calidad.

En España existió un periódico especializado en sucesos que se denominaba El Caso. Recuerdo que cuando dejó de publicarse se alababa la madurez de la sociedad española que ya no demandaba ese tipo de prensa. Discrepaba y discrepo. Lo que ocurrió es que la prensa generalista dejó a El Caso sin hueco, porque tratan casi todas las informaciones como «sucesos» y en los sucesos se ceban.

Tengo muchos amigos periodistas y participo en foros de periodistas. Recuerdo que el día del accidente muchos colegas reclamaban que RTVE detuviera la emisión e informara en directo desde la zona del siniestro. ¿Por qué y para qué?

¿De qué sirve tener una cabeza parlante con las luces de las ambulancias por detrás? ¿Por el morbo? ¿De qué se puede enterar un periodista permanentemente en el lugar del suceso? ¿Cuántas veces hemos visto todos esas crónicas repetidas mil veces en televisiones españolas y extranjeras en la puerta de un hospital en las que nunca se añade información? ¿Por qué es necesario detener la información? ¿Cuánta urgencia tenemos por saber si son 30, 50 u 80 los muertos? ¿Qué utilidad tiene saberlo diez horas antes o diez horas después?

En España morimos, mueren, o como se tenga que decir eso, entre 1200 y 2000 personas todos los días (Calculo el intervalo sobre la idea de una población de 40 millones de habitantes y una esperanza de vida media de 80 años. Cada año tendrían que morir en España 500.000 personas si la población y la esperanza de vida media fueran siempre exactamente esas). Los muertos en un accidente de tren son importantes, claro que sí, pero ni siquiera deben suponer una alteración reseñable de la curva diaria de fallecimientos en este país.

A mí, como lector, me gustaría que los medios informativos tuvieran un protocolo que seguir cuando ocurre una catástrofe y que los lectores pudiéramos conocerlos y decidirnos por un medio u otro para informarnos.

No me interesan las hipótesis sobre las causas del accidente. Quiero que se investigue (el juez o cualquier otra institución o empresa con tantos medios como el juez) para que determine con precisión qué ha ocurrido y que lo publique y lo informe una vez se conozca. ¿De qué sirven las hipótesis?

No quiero conocer las culpabilidades que atribuyen unos y otros sin investigaciones rigurosas y forzosamente lentas. Claro que quiero que la prensa investigue, pero cualquiera que haya investigado algo sabe que las investigaciones serias requieren de tiempo. Quiero conocer la situación procesal de los diferentes implicados y conocer si el accidente nos sirve de aprendizaje para que no vuelva a ocurrir.

Analistas y opinantes se escandalizan ahora de que en ese tramo de vía el único responsable de la situación fuera el maquinista. Esos periodistas que se escandalizan ahora no se escandalizan de que ningún periodista informara previamente de esa situación. ¿Dónde estábamos los periodistas antes del suceso? ¿Ninguno nos enteramos de que el riesgo en ese tramo de vía era muy elevado? ¿Por qué no nos enteramos de eso? ¿Lo publicamos alguno de nosotros? ¿Si lo publicó alguien, nos hicimos eco los demás?

He leído ahora que unas balizas de menos de 20 000 euros hubieran evitado la catástrofe. Eso sí que es llegar tarde para publicar una información. ¿Nos sentimos responsables? Hacer bien el trabajo de periodista requiere mucha atención y esfuerzo. Nos conviene ser humildes y tapar nuestras carencias con morbo y amarillismo puede ayudar a vender más un día, pero a medio plazo nos deja inermes.

No basta con acudir «al lugar de los hechos» y poner la cara delante de la cámara para decir banalidades o contar en el papel historias personales y testimonios nauseabundos. No alcanzo a entender esto de las historias personales. ¿Venden? ¿De verdad vende el testimonio del que se salvó porque iba abrazado a su maleta?

Oigo a menudo hablar a los periodistas del reparo que les da publicar fotografías escabrosas. Estoy de acuerdo con ellos. Esas fotografías no añaden nada de información. Pero ni las fotografías, ni las hipótesis precipitadas, ni las culpabilidades basadas en cábalas más o menos atinadas, ni los testimonios e historias personales. Información, información útil, información que permite conocer las causas, la magnitud de la tragedia y que permite tomar medidas para que no vuelva a ocurrir. De eso, a toda prisa, hay muy poco. En la inmediatez, la mayoría de lo que se emite y publica es bazofia para cerdos de quien pretende (equivocadamente a mi juicio) equilibrar la cuenta de resultados y cobrar la nómina a fin de mes. ¿Para qué un titular a cinco columnas? ¿Y Egipto? Para conocer la cifra de muertos y la de heridos basta un titular pequeñito, en una esquina. Para conocer los datos, la información, basta con una nota breve. El resto son chucherías a la puerta del cole. El Caso.

He ojeado algunos libros de estilo estos días. En ninguno he visto un protocolo claro de cómo se debe informar de una catástrofe o de una tragedia. Leí a un periodista que alababa a la BBC porque había desplazado a su reportero a Santiago para informar desde el lugar de los hechos. Eso, en periodismo, parece bueno porque sí. Yo me pregunto, ¿Por qué es mejor ir a Galicia que quedarse en Madrid o en Londres? ¿Cuál es tu objetivo, tener una audiencia muy grande o que quien decida ser tu audiencia esté bien informado? ¿Qué necesitas para que tu audiencia esté bien informada, tener una cámara con las luces de las ambulancias detrás o en la puerta del hospital, o tener datos e información relevante?

Hacemos un periodismo barato. No sólo en España. Hacemos un periodismo para vender, para subsistir, para cobrar una nómina a fin de mes. Algunos dicen que el periodismo es imprescindible para una buena democracia. Sospecho que lo dicen únicamente para mantener su puesto de trabajo o su negocio, sin asumir el fondo de lo que dicen, porque sus obras periodísticas los desmienten continuamente. Tomémonos la información en serio. Seamos rigurosos con lo que hacemos, desentrañemos la información, seamos útiles a los ciudadanos. Alertemos de los riesgos antes de que se materialice el accidente. Vayamos por delante. Estudiemos. Sepamos más que nadie. Dejémonos la piel.

Dejarse la piel significa arriesgar, dejar de servir a los intereses de la empresa que te paga la nómina, olvidarse de la audiencia, investigar aunque nadie te lo remunere, olvidarse del negocio. Hagamos bien las cosas y una vez las hagamos bien veamos si podemos comer de ellas. Hacer bien las cosas depende del criterio individual, ni de la ley ni de las ventas. El riesgo es personal, como la piel.

Me haría feliz ser fuerte y conseguirlo siempre en mi propio medio. No siempre soy capaz.