Uno puede presumir que los controladores aéreos españoles no son torpes. Lo presume porque tienen sueldos dignos de personas inteligentes y bien preparadas. Quizá sepan medir sus fuerzas mejor de lo que yo soy capaz de vislumbrar. Pero también es posible que se les haya ido la mano.

A mí, de momento, me parece imposible de entender que actúen como han actuado esta tarde.

Es posible que dispongan de la capacidad de presión suficiente como para hacerlo en su propio beneficio. Si fuera así, es responsabilidad de todos encontrar herramientas para quitarles ese poder.

También es posible que hayan actuado así por pura desesperación. Sin embargo, según afirman ellos mismos, el motivo por el que ganan sueldos elevadísimos se justifica porque su capacidad para mantener la sangre fría en momentos de elevada tensión es muy alta. Actuar por desesperación no se ajusta a esa capacidad.

Decía Flaubert en Madame Bovary que los mitos conviene no tocarlos, porque algo de la púrpura que los rodea se te queda pegado en los dedos.

Cabe la posibilidad de que hayan medido muy bien sus fuerzas y puedan mantener y conseguir sus reivindicaciones. Si lo consiguen, me asombraría y me preocuparía mucho que fuera con los métodos utilizados hoy. Crearían un precedente peligroso.

Por ese motivo, me da la impresión de que no va a ser posible. De que hoy los controladores han medido mal sus fuerzas. Hoy han matado a su rehén. Utilizar la fuerza bruta, sin previo aviso, sin convocar huelga, por las bravas, les hace humanos. Les hace indignos de esos sueldos que dicen merecer.

La responsabilidad de esta situación no es sólo de ellos. Es de una sociedad en la que los trabajadores adoramos blindar por ley nuestro puesto de trabajo, en lugar de ganárnoslo cada mañana. Una sociedad en la que, mientras muchos trabajadores tienen blindado su puesto de trabajo, impedimos a otros muchos la posibilidad de pelear por ellos.

Es cierto que los controladores tienen privilegios. No son los únicos. Seguro que un alto porcentaje de ciudadanos es capaz de ser controlador. Sin embargo, no podemos acceder a esos puestos porque unos pocos los tienen «en propiedad». Claro que han aprobado una oposición. Muchos podríamos aprobarla. Sólo falta abrir el cupo. ¿Qué nos lo impide?

¿Por qué motivo limitamos la posibilidad de que los trabajadores compitamos por los puestos de trabajo, por cualquiera? ¿No sabemos todavía, con la larga historia económica de la humanidad, que los privilegios enriquecen a unos pocos temporalmente y perjudican al conjunto a largo plazo?

No soy capaz de entenderlo. Los privilegios de unos trabajadores frente a los parados y frente a otros trabajadores, sólo por llevar más tiempo en un puesto de trabajo, no beneficia, a la larga, ni a los que tienen blindado su puesto de trabajo. Es una medida que empobrece a la sociedad en su conjunto.

Los controladores sólo son un caso más de aprovechamiento de estos privilegios.