Uno de los agradecimientos que más me sorprenden en la vida son los que me dan las ONG en las 24 Horas Ford. «Gracias por el esfuerzo. Gracias por pasar aquí 24 horas, por estar todo el rato pendiente, por conducir y por todo lo que haces por nuestra fundación».

Cada vez que me dan las gracias, me quedo atónito. Hay cientos de personas que estarían en mi puesto y que «pagarían» por estar aquí. Yo soy un afortunado al que Ford invita a participar. Si no lo hiciera yo encontrarían a cientos de personas que lo harían de mil amores. Por tanto, aquien debemos dar las gracias es a Ford, que organiza esta Fiesta del Ser Humano y a los miembros y voluntarios de las ONGs, que dedican tiempos y esfuerzos de sus periodos de ocio para mejorar la vida de muchos seres humanos. Quienes conducimos durante las 24 Horas somos unos privilegiados que disfrutamos como niños durante 24 Horas.

Participo en las 24 Horas Ford porque me invitan a participar, claró está, y porque es el evento anual que más ilusión me hace. Por mi profesión podría acudir a presentaciones de coches invorsímiles, en hotelazos de cinco millones de estrellas, de cochazos con cientos y cientos de caballos, en contacto con presidentes y consejeros delegados de empresas (de los que muchas veces aprendes mucho). Y sin embargo, mi evento, el único para el que siempre reservo la fecha por si me invitan, son las 24 Horas Ford.

En unas 24 Horas Ford conocí a David Rivas, en unas 24 Horas Ford conocí a la fundación Aviación sin Fronteras, que me permitió hacer los dos vuelos más bonitos de mi vida, con una niña enferma a la ida y curada a la vuelta. Nunca olvidaré a Bienvenue, cuando en el autobús del aeropuerto puso su manita sobre mi pierna, mientras una lágrima le resbalaba en silencio mejilla abajo. Corazón, niña linda, no sé nada de ti, pero me gustaría que fueras la niña, la joven y la mujer más feliz del planeta. Espero que no tengas que llorar nunca más en silencio. Me diste tanto (a pesar de tus berridos cuando cogiste confianza, porque sí, te merecías llorar a voz en grito) que si fuera capaz construiría un mundo nuevo sólo para que tú y millones de niñas como tú vivieran sin opresión, sin violencia, sin hambre y con acceso a todo el conocimiento.

En las 24 horas Ford he conocido a gente maravillosa año tras año. En algunas ocasiones he ayudado a que se lleven un premio bueno y en otras, como este año, no he conseguido que mi equipo terminara más allá de la última posición. No da igual, pero sí lo da, porque siempre querría conducir para todas las ONGs y ayudar todo lo posible a que todas se lleven mucho dinero.

Ya que no he conseguido que la Fundación Pablo Horstmann ganara uno de los premios buenos, voy a intentar que se conozca un poco más su labor, por si alguien se siente identificado con ella y no le importa dejarse seducir para que le cambien la vida. Miembras (sí, miembras :)) y voluntarias (no sé si es casualidad o no, pero todas eran mujeres) nos han cuidado con alimentos y compañía durante casi todas las horas de la carrera. Como ellas nos han cuidado tanto, voy a corresponder e intentar cuidar a través de ellas a los pequeños seres keniatas y etíopes que se benefician de las escuelas y hospitales que promueve esta fundación.

En esta memoria de la fundación se puede leer:

La Fundación nació con el propósito de luchar contra la pobreza extrema de tantos niños que no pueden desarrollar sus capacidades por tener que librar cada día una continua batalla por la supervivencia.

Para contribuir a este propósito la fundación tiene hospitales y escuelas en Kenia y en Etiopía. De hecho, el dinero conseguido al ser seleccionada entre las 12 ONGs que participan en las 24 Horas Ford lo van a destinar a la detección y lucha contra la malnutrición infantil local en el Hospital Pediátrico Pablo Hortsmann de Lamu, Kenia.

Todos los años tengo el propósito de realizar alguna acrtividad de voluntariado con la fundación con la que participo en las 24 Horas. Algunos años lo he conseguido y otros no. La experiencia, cuando he sido capaz, me ha dado mucho más de lo que he aportado yo.

Las 24 Horas Ford tienen el poder de cambiar muchas vidas. Esta Fiesta del Ser Humano tiene poderes, pero no sólo sobre las personas que reciben cuidados, apoyos, formaciones o ayudas. También sobre quienes nos decidimos a colaborar, a dedicar una parte de nuestro tiempo a entender las necesidades de otros seres humanos.

Probablemente este haya sido el mejor regalo que me ha hecho las 24 Horas Ford. Ayudarme a entender que dar es recibir.

Gracias Fundación Pablo Hortsmann. Gracias a todos aquellos seres que dedicáis esfuerzos para conseguir que haya menos personas que sufren en el mundo. Gracias también a sus dos embajadores, a Cayetano Martínez de Irujo y Santi Acosta, que contribuyen a que el evento y la Fundación se conozcan más y mejor. A quien tampoco me resisto a dar las gracias es al coordinador del equipo, César Fernández, que pasó en vela las 24 Horas para que llegáramos a buen fin. Gracias y gracias.

PD. En la Fundación Pablo Hortsmann incentivan el voluntariado. En la zona de su web específica para el voluntariado lo dejan bien claro: «Uno de nuestros objetivos es crear una gran «familia de voluntarios», donde todos juntos aprendamos a entregar nuestro tiempo y nuestro cariño haciendo disfrutar y disfrutando, a dar un poco y recibir mucho más.»

Es sólo un apunte, por si alguno de ustedes se anima. 🙂