Las auroras boreales no existen. Es posible que las veamos, o que las fotografiemos, pero no existen. Es incluso posible que las persigamos. Siguen sin existir. Todo es un sueño de nuestra retina.

Una vez sabido que las auroras boreales no existen, ir a buscarlas es mucho más entretenido. Para buscarlas he encontrado a un compañero de viaje con el que pienso disfrutar: «Nos lo pasaremos de puta madre, ya verás» fue su primera frase después de confirmarle que nos íbamos juntos.

La primera información que tuve sobre la existencia de Víctor fue esta frase que recibí en un mail:

«¡Buenos días! Me llamo Víctor, tengo 33 años y vivo en Terrassa»

A partir de ese primer mail, mantuvimos la correspondencia con frecuencia intermitente para el intercambio de información. Hasta hoy.

El día que fui a verle a su trabajo le conté lo difícil que me iba a resultar elegir a uno solo de los candidatos, todos desconocidos, que me habían escrito para ir juntos al Círculo Polar Ártico en busca de auroras boreales. Le conté que la favorita era una mujer, pero que me iba a decir que no. Y que después había un empate entre varios. «Decídelo por la pajita más corta» me contestó.

En la mañana del día en que iba a tomar mi decisión, escribí a Víctor por wasap:

— Víctor. No entrevisto al hombre que me falta hasta esta tarde a las siete. En cuanto termine la entrevista te digo algo. ¡La chica me ha dicho que no!

— Vale. Perfecto! Esto es más largo que un día sin pan!

Siete horas más tarde, le escribo de nuevo por wasap.

— Víctor. Acabo de decidirlo. No ha sido por la pajita más corta pero casi.Me ha costado, pero ya está. Decidido. ¡¡Tú ganas!!

— Uoooooooooo

— Q bieeeeeeeeen

— Graciaaaaaas

— Nos lo pasaremos de puta madre, ya verás.

— Estoy seguro. ¡¡¡Por eso te he elegido!!!

El sábado 13 salimos de viaje. Me acaban de entrevistar en un programa de la radio de Tarrasa, donde trabaja Víctor. Lo he conocido más por sus respuestas en este blog y por el programa de hoy en la radio que todo lo que he sabido de él hasta ahora. Un viaje de tres semanas con tres desconocidos (tampoco conozco ni a Julián ni a Leticia, que forman el equipo de grabación de imágenes y sonido), con unas relaciones diferentes a las habituales.