Cuando recuerdo el primer coche que conduje con el carné de conducir, el Fiat Tipo, me vienen dos cosas a la memoria: su amplitud y su falta de agilidad en curvas.
Su carrocería tenía formas cuadradas, ángulos casi rectos. La famosa silueta de cuña, común años después, levantaba opiniones generalmente malas. Escuché de todo, como “Parece que a Fiat se le acabó el presupuesto cuando llegaron a la parte trasera y decidieron acabar la carrocería casi en vertical”.
La línea del Fiat Tipo luego demostró ser pionera y fue copiada por modelos más modernos; hoy en día podemos ver por las carreteras muchos coches con un portón trasero casi perpendicular al suelo. La razón: maximizar el espacio interior.
Atrás había sitio para tres ocupantes, algo prácticamente imposible en cualquier modelo moderno de su tamaño (unos 4,0 m). Se iba cómodo, aunque poco seguro, pues la unidad a la que se refiere este artículo no tenía cinturones de seguridad, ni reposacabezas en las plazas traseras. Impensable hoy, era habitual en los coches de la década de los 80. El Fiat Tipo de esta prueba fue matriculado en 1988.
Los asientos delanteros y traseros tenían un mullido muy blando y poca sujeción lateral. Eran cómodos en desplazamientos por autopista, y no tanto en curvas porque el cuerpo tendía a salirse por los lados.
No era un coche familiar en sentido estricto, pero sólo porque tenía poco maletero. Aun así en mi casa lo hemos usado para ir de vacaciones. Había que jugar al tetris para meterlo todo, pero lo cierto es que siempre podíamos transportar lo necesario. En esos años yo llevaba junto al equipaje una bicicleta de carretera. Para que cupiese en el maletero y dejara sitio al equipaje, quitaba las dos ruedas y la colocaba dada la vuelta y pegada sobre el respaldo trasero.
El motor era un 1.6 l de gasolina, creo recordar que de 86 CV. Tenía un tacto directo al acelerador y una respuesta en aumento a medida que llegaba a su régimen de potencia máxima, que era a 6.000 rpm creo recordar.
Usando bien el cambio de marchas (rápido y de buen tacto) era posible circular a buen ritmo por todo tipo de carreteras. Si no se usaba con frecuencia, al motor le faltaba algo de fuerza, especialmente en quinta velocidad ya que era muy larga. De hecho, la quinta era de desahogo, que valía para circular por carreteras poco empinadas. Tengo en el recuerdo viajes a ritmo tranquilo con un gasto aproximado de 6,5 l/100 km. Otra vez el buen diseño de la carrocería, con poca resistencia aerodinámica, permitía un consumo moderado.
Otra cosa poco vista en aquella época era la instrumentación digital (de ahí la denominación del coche «DGT»). Llamaba la atención a las personas que se montaban por primera vez en el coche. Era fácil de leer y suficientemente completa.
El Fiat Tipo 1.6 DGT (no conduje las variantes deportivas), para bien y para mal, era como un dardo. Tenía mucha capacidad para ir recto, estable, sin titubeos y muy poca facilidad para virar repentinamente. Al llegar rápidamente a una curva cerrada había que hacer un cálculo relativamente complejo a priori: girar el volante un rato antes de abordar el viraje. A más velocidad y a curva más cerrada, tanto más había que adelantarse. No he conducido otro coche con más tendencia al subviraje. Tengo entendido que las versiones deportivas de la gama Fiat Tipo, con una amortiguación más dura y ruedas más anchas, eran algo más ágiles aunque no tanto como los modelos de la competencia.
Este coche no tuvo una vejez exenta de problemas, ni mucho menos. Su motor daba tirones al acelerar a bajo régimen. Creo que era un problema electrónico, quizá de encendido. Además tuve que cambiar el alternador. La dirección (sin asistencia) era muy dura, problema que se agravó con el paso de los años. Parece que iba un poco bloqueada.

Cuando recuerdo el primer coche que conduje con el carné de conducir, el Fiat Tipo, me vienen dos cosas a la memoria: su amplitud y su falta de agilidad en curvas.

Su carrocería tenía formas cuadradas, ángulos casi rectos. La famosa silueta de cuña, común años después, levantaba opiniones generalmente malas. Escuché de todo, como “Parece que a Fiat se le acabó el presupuesto cuando llegaron a la parte trasera y decidieron acabar la carrocería casi en vertical”.

La línea del Fiat Tipo luego demostró ser pionera y fue copiada por modelos más modernos; hoy en día podemos ver por las carreteras muchos coches con un portón trasero casi perpendicular al suelo. La razón: maximizar el espacio interior.

Atrás había sitio para tres ocupantes, algo prácticamente imposible en cualquier modelo moderno de su tamaño (unos 4,0 m). Se iba cómodo, aunque poco seguro, pues la unidad a la que se refiere este artículo no tenía cinturones de seguridad, ni reposacabezas en las plazas traseras. Impensable hoy, era habitual en los coches de la década de los 80. El Fiat Tipo de esta prueba fue matriculado en 1988.

Los asientos delanteros y traseros tenían un mullido muy blando y poca sujeción lateral. Eran cómodos en desplazamientos por autopista, y no tanto en curvas porque el cuerpo tendía a salirse por los lados.

No era un coche familiar en sentido estricto, pero sólo porque tenía poco maletero. Aun así en mi casa lo hemos usado para ir de vacaciones. Había que jugar al tetris para meterlo todo, pero lo cierto es que siempre podíamos transportar lo necesario. En esos años yo llevaba junto al equipaje una bicicleta de carretera. Para que cupiese en el maletero y dejara sitio al equipaje, quitaba las dos ruedas y la colocaba dada la vuelta y pegada sobre el respaldo trasero.

El motor era un 1.6 l de gasolina, creo recordar que de 86 CV. Tenía un tacto directo al acelerador y una respuesta en aumento a medida que llegaba a su régimen de potencia máxima, que era a 6.000 rpm creo recordar.

Usando bien el cambio de marchas (rápido y de buen tacto) era posible circular a buen ritmo por todo tipo de carreteras. Si no se usaba con frecuencia, al motor le faltaba algo de fuerza, especialmente en quinta velocidad ya que era muy larga. De hecho, la quinta era de desahogo, que valía para circular por carreteras poco empinadas. Tengo en el recuerdo viajes a ritmo tranquilo con un gasto aproximado de 6,5 l/100 km. Otra vez el buen diseño de la carrocería, con poca resistencia aerodinámica, permitía un consumo moderado.

Otra cosa poco vista en aquella época era la instrumentación digital (de ahí la denominación del coche «DGT»). Llamaba la atención a las personas que se montaban por primera vez en el coche. Era fácil de leer y suficientemente completa.

El Fiat Tipo 1.6 DGT (no conduje las variantes deportivas), para bien y para mal, era como un dardo. Tenía mucha capacidad para ir recto, estable, sin titubeos y muy poca facilidad para virar repentinamente. Al llegar rápidamente a una curva cerrada había que hacer un cálculo relativamente complejo a priori: girar el volante un rato antes de abordar el viraje. A más velocidad y a curva más cerrada, tanto más había que adelantarse. No he conducido otro coche con más tendencia al subviraje. Tengo entendido que las versiones deportivas de la gama Fiat Tipo, con una amortiguación más dura y ruedas más anchas, eran algo más ágiles aunque no tanto como los modelos de la competencia.

Este coche no tuvo una vejez exenta de problemas, ni mucho menos. Su motor daba tirones al acelerar a bajo régimen. Creo que era un problema electrónico, quizá de encendido. Además tuve que cambiar el alternador. La dirección (sin asistencia) era muy dura, problema que se agravó con el paso de los años. Parece que iba un poco bloqueada.

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Las fotografías son propiedad de FIAT