Bueno, pues voy a intentar que podáis haceros una idea acerca de mi coche, un Saab 9000 Aero de 1997, que conduzco desde hace cinco años.

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El 9000 era en su momento la berlina grande de la marca sueca, y en su larga carrera comercial entre 1984 y 1998 se fabricaron unas 500.000 unidades. En particular la versión Aero era el tope de gama con un motor de cuatro cilindros turbo, 2.3 litros y 225 caballos. Las diferencias con sus hermanos de gama era el motor, más potente, el nivel de equipamiento con sus asientos deportivos tapizados en cuero, las llantas de aleación de 16 pulgadas, y paragolpes diferentes.

Cualquiera diría que un coche con esta potencia debe tener bastante carácter deportivo, pero no es el caso; lo que sí tiene en cantidades industriales es “carácter”, algo que choca con las afirmaciones de muchos entendidos de que los auténticos Saab murieron por el 900 “clásico” que desapareció en 1993.

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Trataré de explicar en qué consiste este carácter.

Este 9000 es un coche realmente rápido pero su principal virtud es la tranquilidad y relajación que permite a su volante. Los kilómetros pasan sin darte cuenta y manteniendo velocidades de crucero muy altas, mientras la paz y el sosiego se respiran en su habitáculo. En el que por cierto cuatro personas pueden viajar con total comodidad, espacio interior y con generoso equipaje en el maletero.

No intentes exprimirlo en carreteras de montaña con curvas cerradas, mejor deja eso para los Clío Cup y los Ibiza Cupra. El motor tiene cierto “turbo-lag” y los desarrollos del cambio son largos, así que cuesta un poco salir de las curvas lentas; la caja de cambios es suficientemente precisa pero lenta y los recorridos son largos; los frenos solo son meramente adecuados para las velocidades que se pueden alcanzar; la dirección no es muy comunicativa; y la suspensión, sin ser especialmente confortable, permite cierto balanceo de carrocería que no transmite demasiada confianza en cuanto se apuran los límites, si bien es totalmente predecible y seguro. Es como si el coche te dijera “no lo intentes, chaval, yo no soy de esos”.

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Pero en autovías y carreteras nacionales o autonómicas con poco tráfico y curvas amplias, el 9000 poco a poco revela su auténtico carácter. Es entonces cuando el conductor cae en la cuenta de que la ergonomía y diseño del salpicadero, pese a su antigüedad (1984), son prácticamente perfectos. Que los asientos, diseñados por Recaro, son de lo mejor que se ha hecho; que los adelantamientos se hacen en distancias escandalosamente cortas y sin reducir marchas; y que todo ello ayuda a conducir de forma relajada y segura, normalmente llegando al destino más descansado que cuando se inició el viaje. En definitiva, cuando el coche se destapa como un rutero de la mejor calaña.

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Hay que hacer especial mención acerca de un aspecto. El corazón de un coche es su motor, y en este caso el 2.3 Turbo de Saab mediatiza el coche entero. El rendimiento es espectacular, no solo porque las recuperaciones y la “patada” sorprenden a cualquiera, sino porque además el consumo es bastante razonable: es fácil viajar por autovía a 120-130 km/h con el (magnífico) climatizador encendido y cuatro personas a bordo y mantenerse en torno a los 8- 8,5 litros/100 kms, que es más o menos lo que consume una berlina contemporánea con motor de 2.0 litros atmosférico y con unas prestaciones muy inferiores. Si nos queremos meter en el delicado mundo de las velocidades “ilegales”, digamos que pasar de 110 km/h a unos 180-190 km/h es solo cuestión de acelerar un poco y contemplar cómo inexorablemente sube la aguja del cuentakilómetros, con total aplomo y sensación de control. Ah, y por cierto, este magnífico cuatro cilindros es fiable: 280.000 kilómetros en el caso de mi 9000, sin tocar nada, ni siquiera el turbo.

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Aunque el chasis evidentemente no admite comparación con rivales actuales como el Audi A6, BMW Serie 5 o el nuevo Saab 9-5 (este 9000 es un caso claro de coche con “mucho más motor que chasis”), éstos podrían aprender un par de cosas acerca de su amplitud interior, visibilidad, comodidad, aprovechamiento del espacio e incluso su fiabilidad. Asimismo llama la atención cómo un coche tan “viejo” lleve un equipamiento con climatizador, doble airbag, asientos eléctricos con calefacción, ordenador de a bordo, o radio casete con lector de CDs y amplificador, por ejemplo. Y que además, a pesar de todos estos años, este equipamiento funcione correctamente.

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Tras todos estos kilómetros, sigue siendo un placer conducir el 9000, y mecánicamente el coche se siente casi indestructible. En una época en la que los coches están repletos de electrónica de mala calidad, complejidades innecesarias (¿limpiaparabrisas automáticos? Si no eres capaz de darte cuenta de si llueve o no, quizás no deberías conducir…), ECUs por todas partes y pensados para una tener una “esperanza de vida” de apenas ocho o diez años, es refrescante conducir un viejo cacharro que cuenta con todo lo necesario y nada de lo superfluo. Ojalá los actuales Clase E, A6, Serie 5, etc. cumplan la mitad de años de mi 9000 en su misma buena forma.

Rafael