Introducción

No nos engañemos. Uno no se compra un monovolumen porque le Guste. No soñaba con uno cuando era niño. No tenía posters de furgonetas en la habitación. No giraba la cabeza cuando se cruzaba con uno por la calle ni asomaba al interior de uno, usando las manos de anteojeras. No. Ni por asomo. Entonces, ¿por qué comprar uno? La respuesta es unívoca. Son rematadamente prácticos para familias medias como la nuestra, de cuatro miembros. Para empezar, son más cortos que un familiar equivalente a práctica igualdad de capacidad de maletero. Es más fácil subir a los niños en las sillas, porque están más altos y apenas es necesario agacharse. Y están pensados de dentro a afuera. Además, tienen esas mesitas de avión que quedan tan monas.

En nuestro caso optamos en julio de 2006 por adquirir un Ford Focus C-Max con el motor Duratec 1.6 Ti-VCT 115 CV, la versión de distribución variable del conocido mil seiscientos de la marca del óvalo. Siempre tuvimos claro que preferíamos un coche gasolina ya que hacemos pocos kilómetros al año (el coche tiene ahora poco más de 50.000). Además, la diferencia de precio con el motor de 115 CV de gasóleo era bastante notable (alrededor de 1.500 € si no recuerdo mal) y, en general la suavidad y el silencio que, a priori, ofrece un motor de ciclo Otto le otorgaba ventaja frente a uno de ciclo Diesel. También me gustaba el hecho de que el motor fuera relativamente sencillo, sin turbos de alta compresión, caudalímetros y otras zarandajas caras de reparar.

Teniendo claro el motor, el equipamiento estaba más claro aún: talla única de Trend. Le pusimos, eso sí, algunos extras ya que, como no había unidades en stock, tuvimos la oportunidad de dejar el coche a nuestro gusto. Dichos extras fueron: ESP, pintura metalizada, luces y limpias automáticos, radio con MP3, V2C y conexión bluetooth, climatizador bizona, cristales oscurecidos y cortinillas en las puertas traseras.

Fue un error, con el tiempo me doy cuenta, no añadir también ventanillas traseras eléctricas con cierre global. Hubiéramos pedido llantas de aleación, pero la configuración Trend de la época no permitía equiparlas ni en opción. Como accesorio de concesionario instalamos el sistema de anulación de airbag de pasajero. Todo esto vino a salir por unos 17.000 €.

Vida a bordo

He mencionado que lo importante de estos coches está en el interior. Como la belleza en las películas de Disney. Y así es. El C-Max es amplio. Además, como la mujer del César, lo parece. Y es cómodo. Hemos hechos algunos viajes largos con él (Valencia – Oviedo, el más largo de ellos) y ni los niños ni nosotros hemos acabado muy cansados. Los asientos recogen bien el cuerpo. Suficientemente bien para una conducción familiar. Tienen un buen apoyo lumbar y un tapizado muy sufrido. Lástima que, por inexplicables políticas de ahorro de costes, Ford sólo ofreciera un reposabrazos, situado en el asiento del conductor. Un viaje a Soria con un compañero de trabajo me convenció de la necesidad imperiosa de encontrar una solución after-market para este problema, que puede llegar a ser muy peligroso para la concentración en la conducción. La encontré en una empresa italiana.

El apoyo para el pie izquierdo es aceptable y, como tiene programador de velocidad, siempre se puede mover un momento las piernas. Tiene dos guanteras. Una está en la parte superior del salpicadero y es muy plana. Es ideal para guardar el manual y los chalecos. La segunda parece concebida para guardar una caja de pañuelos. No están refrigeradas. Entre los asientos no hay nada más que el freno de mano y un par de huecos muy poco aprovechables. El que queda más atrás y que daría servicio a los ocupantes de las plazas traseras está coyunturalmente ocupado por la base de mi querido reposabrazos central. En el piso frente a los asientos traseros hay dos cajones con tapa. Uno de ellos no lo podemos usar ya que la silla de la pequeña usa “pata de elefante” (un dispositivo antivuelco) que debe apoyar sobre una superficie más firme que una simple tapa de madera. Al estar el cajón abierto se ha convertido en una especie de sentina del vehículo. Todo va a parar ahí.

Los materiales de recubrimiento no son ricos pero aparentan calidad. El salpicadero tiene un tacto blando en su parte más visible y duro en la parte inferior y superior. En todo el coche no hay más tapizado que el del techo. Y, viajando con niños, esto es una gran ventaja. Creo que las versiones actuales del C-Max llevan las puertas tapizadas. Créanme, es un error.

El coche no tiene “grillos” y si al pasar por un badén hace ruidos extraños, son más achacables a las sillitas infantiles y resto de cacharrería que a un desajuste de las piezas. Como se aprecia en la imagen, con dos sillas infantiles, el espacio que queda para un quinto pasajero es muy escaso e incómodo. Podría eliminarse incluso, desplazando las sillas hacia el centro y hacia atrás. No lo hemos hecho porque nos resulta necesario aprovechar el maletero al máximo.

El maletero, precisamente, es grande (500 l.) y de formas regulares. La bandeja que lo cubre es tan ingeniosa como incómoda (hubiera sido mejor una cortinilla enrollable). Cabe el equipaje de una familia como la nuestra, con el carrito de la niña pequeña. Sin mayores problemas. Menos de los que sugiere la foto. El borde de carga no es
alto.

Comportamiento dinámico

Hablar de comportamiento dinámico en un vehículo tan eminentemente familiar es, como poco, limitado. Sólo puedo decir que tiene una buena estabilidad y que da sensación de aplomo. Incluso la que ofrece un coche de mayor categoría. Su comportamiento en carretera de montaña no es el mejor, pero al menos los niños no se me marean mucho. Lo cierto es que la autopista, la ciudad y el aparcamiento del híper son su territorio natural. Nunca he llevado el coche a sus límites y sólo he visto encenderse el testigo del ESP en alguna esquina de la ciudad. Una muy concreta.

El motor exige un uso muy continuo del cambio si se quiere disponer de potencia. No me parece muy elástico, aunque creo que el peso de la carrocería le penaliza bastante respecto a la versión berlina. Sin embargo, puede alcanzar casi 8.000 vueltas y llegar a ser un coche hasta divertido de conducir. La distribución variable ayuda un poco a contener el consumo y ofrecer unas prestaciones algo mejores que el modelo de 100 CV. En todo caso, los resultados son mediocres.

El consumo combinado es de unos 9-10 litros. Medido, en su inmensa mayoría, en ciudad y autopistas de entrada y salida, con una conducción que no mira por la eficiencia. Es ruidoso a altas revoluciones. Y no es un sonido tan agradable como el de un Audi R8, me temo. Sólo tiene 5 marchas y creo también que es un error. Este motor pide una sexta de desahogo que bajaría el consumo en autovía (unos 8 litros a un crucero de 150 km/h) y reduciría el ruido a bordo. El cambio, por su parte, es preciso y la palanca es cómoda de manejar. Es de las que está en la parte baja del salpicadero. La marcha atrás se resiste de cuando en cuando.

Los frenos son eficaces. Es todo lo que puedo decir de ellos ya que nunca los he sometido a un estrés demasiado grande. Ni siquiera recuerdo ninguna frenada potente.

Es maniobrable. En ciudad no resulta nada aparatoso y por lo general no resulta especialmente difícil estacionarlo. La visibilidad, empero, no es demasiado buena, ni en tres cuartos trasero ni delantero. Las ventanillas triangulares delanteras tienen, pienso, una función estética.

Incidencias y Mantenimiento

Afortunadamente, este será un capítulo corto. El coche no ha sufrido nunca ninguna avería incapacitante. Antes de la primera revisión, al año de adquirirlo, notamos un importante descenso del nivel del fluido hidráulico de la dirección. En el taller nos los rellenaron y aconsejaron que lo vigiláramos. Como al poco tiempo volvió a perder líquido, volvimos a llevar el coche donde subsanaron la avería, que, al parecer, era grave. Nunca hemos vuelto a tener problema alguno con este elemento. Lo cubrió la garantía de Ford.

El mantenimiento de este coche no es caro. Las revisiones son cada 20.000 Km. o cada año. En nuestro caso, anuales. Nunca hemos pagado más de 200 €, hasta el momento. Las hacemos en el concesionario donde lo compramos, Daule, en Valencia. Estamos muy contentos con su trabajo y con el trato del personal de la concesión.

El coche acaba de estrenar neumáticos. Ahora calza unas Good Year Eagle NCT, adquiridas en neumáticosonline.com. De serie llevaba unas Pirelli P7. Las ruedas son de la medida 205 55 R16. Sí. Una exageración.

Conclusión

No es coche ideal. Probablemente sí es el idóneo. Creo que ha sido una buena compra. De hecho, no pensamos en deshacernos de él próximamente. Más bien estamos pensando en comprar otro coche para divertirnos los fines de semana. Pero eso será otra historia.

NOTA: Podría haber lavado el coche para la prueba pero ya no sería
“prueba tu coche”.

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