Durante la segunda mitad de los años 80 y la primera de los años 90 hubo una marca que se distinguió de su competencia por ofrecer unos coches con un comportamiento efectivo, ágil, una respuesta al volante rápida en coches de gama media que hoy patrimonializa BMW pretendiendo haber descubierto la esencia del agrado de conducción. Hablo de Peugeot. Sus 205, 309 y 405 tenían un comportamiento modélico ofreciendo algunas variantes deportivas bastante notables. Hoy en día, presentan unas gamas menos características, más cercanas a su competencia y aquella esencia ha quedado enmascarada en el océano de lo indistinguible que baña a todas las marcas que apenas se diferencian las unas de las otras.
En la segunda mitad de los años 90, la coreana Hyundai obtuvo una brillante cifra de penetración en nuestro mercado con unos modelos basados en mecánicas a la penúltima, suficientemente probadas y que podríamos definir de coches honestos: no prometían más de lo que podían ofrecer: ni su rendimiento era de vanguardia, ni destacaban en nada en ningún punto en concreto. Su principal atractivo era en cambio, que sus coches se presentaban a buenos precios ofreciendo fiabilidad y garantía y en un todo coherente e impecable en tanto que no tenían grandes aciertos ni grandes fallos. Hoy han aprendido a moverse ascendentemente en la vertical, lo que los anglosajones llaman upmarket. De momento parece que la jugada no les está saliendo mal aunque la gente siga siendo reacia a desembolsar según qué precios en logotipos sin halo, a Audi, que no es que tuviese mucho halo en los 70 y los 80 le acabó saliendo bien, veremos.

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Mucho ha cambiado el Octavia desde la presentación de su primera generación. Pero la esencia de la funcionalidad no ha cambiado.


Skoda parece haber encontrado su piedra filosofal en la inspiración de los valores destacados de aquellos Peugeot y aquellos Hyundai y eso me parece un innegable acierto con la diferencia de que sus motores tienen más rendimiento que los que ofrecía Hyundai y su comportamiento no resulta tan ágil como el que ofrecieron aquellos Peugeot aunque por tacto se les acerque.
La impresión a bordo de conducir el Skoda es agradable: el interior está bien resuelto, no destaca, no pretende hacerlo, está ordenado, es sobrio y no juega a parecer mejor de lo que es. Su ajuste es bueno (aunque en frío me apareciera alguna resonancia alrededor de las 1.800 rpm) no puede despertar pasiones ni tampoco ninguna crítica. Los mandos funcionan bien, su accionamiento es cómodo y destaco el manejo del selector del cambio, que en esta unidad, era manual.
En nuestra lejana infancia (lejanía variable) muchos habremos jugado con alguna variante de ese juego educativo que tiene una plataforma con formas geométricas de triángulo, círculo, cuadrado, estrella, etc y en las que hay que encajar piezas de plástico con su misma forma. En la Administración Pública hay algún ejemplo de personalidades que no creo que lo hayan hecho, y de haberlo hecho, habrían intentado encajar el círculo en el triángulo a lengua asomada, estoy seguro, pero los demás, habremos experimentado la satisfacción de introducir el artículo adecuado en el receptáculo apropiado para cada uno, como preludio de una vida reproductiva adulta plena y satisfactoria. Menudo jardín.
Pues eso sucede con el selector del cambio, uno mueve la palanca y frús, parece como que unos diminutos duendes calvos atrapan el selector y se quedan la marcha. Resulta agradable. Y ello unido al motor, pleno a cualquier régimen, con empuje franco y vivo en la subida, unos muelles a la Peugeot duros en extensión, y un volante motor perfectamente calibrado a la velocidad del cambio hacen que sea un verdadero placer engranar marcha tras marcha.
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Interior bien presentado, sobrio, ordenado, fácil. Sin ruletas, sin pantallas, sin sandeces. Qué alivio.


No es un coche ágil ni, pese a la buena respuesta del motor, un coche que invite a tirarle de las orejas, sino un coche agradable para una conducción tranquila  y un coche suficiente para ir alegre en curvas medias pero naturalmente torpe en las curvas lentas.
Si comparamos la capacidad de marcha que nos ofrece, al precio al que lo hace, me parece una compra muy sensata, muy racional sin que la racionalidad implique aburrimiento; la seducción del modelo viene por el lado de ofrecer un conjunto coherente, jugando al acierto desde una neutralidad suiza.
Lo que más me ha gustado de este coche es que está completamente desprovisto de sandeces. Yo no sé por qué de un tiempo a esta parte los coches presentan más pantallas que una tienda de electrodomésticos, ofreciendo informaciones inútiles, manejados por unos sistemas de control que nos recuerdan a cuando estamos sentados frente al ordenador.
Qué infotainment ni que ocho cuartos.
Cuando uno conduce lo que tiene que hacer es mirar hacia adelante, a lo que está más allá del cristal, al porvenir. Y las marcas venga a distraernos con cosas lerdas, animaciones, internet, el Facebook y qué se yo qué. Que no hay que mirar a las pantallas, sino al cristal. Hombre ya.
Antes las marcas se distinguían por valores propios, ahora por la cantidad de tonterías que son capaces de presentarnos en las pantallas de tamaño creciente en proporción a la atención a la conducción que nos hurta.
No todo está perdido. Skoda nos presenta un coche normal. De los de antes. De esos en los que uno se sienta, lo conduce, nos transporta con comodidad y no podemos jugar a poner el interior con luces verdes, fucsias o rosas, ni podemos poner modos deportivos, cómodos, o no sé qué tonterías cuando el motor rinde la misma potencia y podemos cambiar la emisora de radio sin tener que ver una gloriosa animación tras pulsar quince veces un yoyo.
Últimamente cada vez que me subo en un coche tengo que perder un tiempo valioso en menearme por los menús de sus sistemas de entretenimiento a bordo para hacer las tareas más sencillas, y descartar la tonelada y media de contenidos adicionales que son tan prescindibles como ver el contenido extra de un DVD edición del coleccionista en el que entrevistan a la niñera del hijo de la protagonista y al frutero del director.
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Ahora mira para el otro lado y no no sé qué poner aquí.


Resulta bienvenido un coche normal, es lo mejor que se puede decir de él, que es normal. Competente, coherente, relajante en su sencillez.

Frases para el olvido

 

  • Motor alegre y buen cambio
  • Presentación sencilla, bien ordenada y fácil de manejar
  • Comportamiento sano, aprovechable
  • Algún defecto de ajuste menor
  • Factor diversión ***+ (3/5).